Espectáculos

Referente

Héctor Olivera: “En Argentina, el cine como actividad comercial no existe”

El cineasta, que junto con Fernando Ayala sostuvo durante más de medio siglo, entre 1956 y 2014, la productora Aries Cinematográfica, usina de films y series televisivas, publicó recientemente su autobiografía, titulada "Fabricante de sueños", donde ofrece un valioso recorrido por su vasta obra


Como productor y director de más de cien películas, el realizador Héctor Olivera es uno de los nombres propios de la industria audiovisual local pero ya retirado de ella y al filo de los 90 años, asegura que “en Argentina, el cine como actividad comercial no existe”.

“En el país se producen obras de bajo costo financiadas por el Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). Seguramente entre éstas debe haber algunas películas sobresalientes”, señaló Olivera en una reciente entrevista con la agencia de noticias Télam.

El cineasta, que junto con Fernando Ayala sostuvo durante más de medio siglo (1956-2014) la productora Aries, usina de films y series televisivas, publicó recientemente su autobiografía, titulada  Fabricante de sueños, que muchos de quienes lo acompañaron en ese recorrido recomiendan, como pasa con el actor rosarino radicado en Buenos Aires, Luis Machín (ver aparte).

En el libro, recorre vida y obra sin ahorrar referencias al contexto social y político en el que desplegó su actividad con más de una veintena de películas dirigidas, entre ellas, La Patagonia rebelde, Los viernes de la eternidad, Buenos Aires Rock, La noche de los lápices, El caso María Soledad y Ay, Juancito.

En el epílogo de Fabricante de sueños dice que escribió estas memorias como ser humano, ciudadano y profesional. Respecto de si hay alguno de esos tres aspectos de la existencia que le hubiera gustado desarrollar más y mejor, Olivera evaluó: “Sí, mi vida laboral, pero estuvo ligada a una actividad dependiente del apoyo del público y a través de un impuesto a las localidades regulado por funcionarios que muchas veces se transformaron en censores. En Fabricante de sueños quizás haya limitado mi actividad profesional pero me pareció que no debía aburrir al lector con detalles de las decenas de películas en las que intervine”.

A lo largo de su imponente trayectoria en la industria audiovisual argentina, el cineasta padeció diversos destratos de parte de los poderes de turno. En el mismo sentido, habló acerca de qué enseñanza puede entregar acerca de cuál debe ser la relación de la cultura de un país con sus gobiernos: “El Estado no debería inmiscuirse en la temática pero lo ha hecho en aquellos gobiernos autocráticos que hemos tenido durante demasiados años. La empresa Aries tuvo muchos problemas con el censor Miguel Paulino Tato. A mí como director me prohibieron cinco proyectos durante la última dictadura militar. También hay ciertos financistas que ejercen censura”.

Respecto del mismo tema, el autor y director opinó acerca de si cree que los hacedores culturales, como es su caso, deben mantenerse a distancia de esos vaivenes políticos y concentrarse en sus obras y proyectos. “Sin duda, y en nuestra vida profesional, tanto Fernando Ayala como yo tratamos de superar alguna posible presión política. Por ejemplo: cuando discutimos si era el momento apropiado para filmar No habrá más penas ni olvido. Por un lado, en las encuestas, el peronismo triplicaba al radicalismo, pero si no hacíamos la película antes de las elecciones, quizás no podría estrenarse y si ganaba el radicalismo, el film hubiera tenido un tonito oficialista. Por eso, la produjimos y estrenamos antes de las elecciones. Esta historia por un lado reafirma que quienes hacemos cultura debemos mantenernos al margen de las presiones políticas para hacer nuestro cine, pero no podemos ser ingenuos y no considerar en absoluto el contexto político cuando ponemos en marcha un proyecto. En una industria con un subsidio del espectador administrado por el gobierno de turno, la influencia política es una realidad. Por ejemplo: durante el gobierno de Cambiemos, no encontré aliento oficial para hacer una película sobre la denominada Conquista del Desierto. Eran los tiempos de Santiago Maldonado….No te metas con batata…”, expresó

El director también evaluó si el tipo de producción que gestó en Aries junto a Fernando Ayala es un modelo posible para abordar lo audiovisual: “Una empresa sólida que produce films exclusivamente «de alto empeño» no puede subsistir y debe apelar a proyectos supuestamente «comerciales». Cuando con Fernando Ayala, en 1956, constituimos Aries Cinematográfica él enunció este lema: «El mejor cine posible para el mayor número posible». Y, con excepciones, creo que lo hemos logrado”.

Para el director, si alguien se acercara a su obra cinematográfica a partir de este libro y sin haber visto ninguna de sus creaciones, expresó que le recomendaría “desde Una sombra ya pronto serás hasta Los caballeros de la cama redonda cada una de las decenas de las películas en las que intervine, directa o indirectamente, tiene su propia respuesta”.

Y respecto del centenar de films que generó como director y/o productor, donde trabajó con grandes artistas, habló de uno de sus preferidos: “Federico Luppi (1936-2017), con quien hice mis películas más premiadas internacionalmente como La Patagonia Rebelde y No habrá más penas ni olvido además de tragicomedias como Plata dulce, dirigida por Fernando Ayala o Tiempo de revancha de Adolfo Aristarain”.

“Un gran narrador de sus historias”  

“Yo trabajé con Héctor Olivera dos veces: en la película El Mural (biopic sobre David Alfaro Siqueiros donde interpretó a Natalio Botana) y en la serie La Defensora”, dijo a modo de adelanto el actor rosarino radicado en Buenos Aires, Luis Machín, quien destacó el lanzamiento de Fabricante de sueños y lo acompañó con una foto en las redes sociales.

Fabricante de sueños es un recorrido por una parte importantísima de la historia cinematográfica argentina; Héctor Olievra lo plantea además haciendo un recorrido histórico-político-cultural del país del que el formó parte y es protagonista. De hecho, el mismo lo dice en el libro, habla de su relación confrontativa con el peronismo y por otra parte de un reconocimiento de la figura de Perón como alguien innegable de la historia argentina y que también lo conmovía”, destacó Machín.

“Es muy destacable en el libro todo lo que se cuenta respecto de lo que significó la productora Aries para la cinematografía argentina, con la enorme cantidad de títulos que posee, haciendo por un lado un cine comercial y muy popular, y también otro con temáticas muy comprometidas con lo social como pasa con los títulos dirigidos por el propio Olivera, como pasa con La Patagonia rebelde o La noche de los lápices”, destacó el actor.

Y respecto de la forma de trabajo de Olivera, y de su energía para encarar los proyectos que concretó a lo largo de toda su carrera, recordó una anécdota compartida en medio de rodaje de El Mural. “Héctor es un hombre de una energía avasalladora en el mejor de los sentidos y un gran narrador de sus historias como podrán confirmar los que lean este libro maravilloso. Una noche, mientras filmábamos El Mural (estrenada en 2010), nos invitó a todos a comer en un restaurant en la ruta entre Tandil y Azul, cerca del casco de estancia en el que estábamos rodando la película. Por empezar a comer, después de trabajar todo el día, me empiezo a sentir muy mal y le digo que me vuelvo al hotel, y se ofreció a llevarme. Nos subimos a su Mercedes Benz junto con Sergio Boris que me acompaña, y allí quedaron Juan Palomino, Carla Peterson, Bruno Bichir”, recordó Machín.

Y completó: “Una vez en el hotel, llama una ambulancia porque me sentía pésimo y me internan para hacerme una serie de estudios. Eso habrá sido a las diez de la noche; se quedó conmigo hasta la medianoche y se volvió a cenar con el resto de los invitados. Después de todos los estudios, me despierto, cinco o seis de la mañana y él estaba ahí. Me dice que estaba todo bien, que no era nada grave, que seguramente era algo pasajero. Me dice de ir al hotel y no filmar, pero ese día se rodaba una escena muy compleja, la del suicidio del hijo de Botana, mi personaje, con muchos extras convocados y un movimiento enorme. A eso de las 7 me dan el alta. Llego al hotel y él estaba allí, y mientras pensaba que había estado toda la noche en pie le digo que voy a filmar, me sentía un poco débil pero en condiciones. Fueron otras diez horas de rodaje muy intensas; en ese momento, Héctor tenía 79 años, había estado un día sin dormir, y dirigió esas escenas muy complicadas, estuvo a la par con todos. Volviendo al hotel, ya de noche, me dice: «Luis, ¿nos vamos a tomar un whisky?»”.

Comentarios