Ciudad

Entrevista a Susy Shock

“Hay que educar porque el mundo va hacia la diversidad”

La artista trans pasó por Rosario, presentó un libro infantil y habló de la violencia que está en la base de la crianza. Dijo que no se siente parte del colectivo de lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersex conocido por la sigla LGTBI.


Susy Shock creó a la tía Susy como la versión más optimista de sí misma. Mientras la tía Susy lee cuentos a su sobrino y le explica al vecino que la travesti de la cuadra no es un hombre disfrazado, Susy Shock le dice a los adultos que son los seres más aburridos y crueles del mundo. La tía Susy invita a los grandes a que no se la pierdan, a que sean parte del mundo que está cambiando. Susy Shock les escupe en la cara que el abandono de una persona trans no prescribe; que la furia travesti no olvida ni perdona; que Mauricio Macri y Monsanto son productos heterosexuales de los que deben hacerse cargo. Las dos tienen algo en común: aman criar. La tía Susy porque el sobrino es su gurí, al que le desea buena vida y poca vergüenza. Susy Shock porque los abrazos que su mamá y su papá le dieron la convirtieron en quien es hoy.

La tía Susy y Susy Shock estuvieron meses atrás en Rosario para presentar Crianzas. Historias para crecer en toda la diversidad. El libro de la editorial Muchas Nueces recopila los relatos escritos por la artista trans Susy Shock para una serie de micros radiales.

Los relatos recrean escenas de la vida cotidiana en el conurbano bonaerense a partir del diálogo entre una tía travesti llamada Susy y su sobrino Uriel. Para Susy Shock el producto abrió la posibilidad de hablarle a otro público.

“Venía pensando en las infancias, la familia y las responsabilidades paternales y maternales. Me hizo clic que cuando pensé en alguien prendiendo Radio Nacional de Salta o cualquier FM y escuchando las historias. Era la chance de llegar a otro público que no es el de nosotras”, dijo a El Ciudadano la escritora y completó: “Me gustó la idea de hacer una cierta pedagogía. Traducir a gente que no entiende nuestro lenguaje o que piensa desde los prejuicios. Educar a los adultos”.

La versión sonora de Crianzas… fue producida por la cooperativa de comunicación La Vaca como material de distribución libre y gratuita para cualquier radio del país. En diciembre del año pasado las 28 emisiones de tres minutos llegaron al papel de la mano de otra cooperativa, la editorial Muchas Nueces.

Los espacios gestionados por fuera de la idea de empresa no se unieron por casualidad. Para Shock, producir en lo micropolítico es la única forma de vivir rodeada de amor. “No me interesan los medios de comunicación hegemónicos. Para mí son como los adultos: crueles y aburridos. A veces me dicen de hacer notas y no tengo ganas porque no les creo”, explicó y siguió: “Estoy en los bordes y los bordes están buenísimos. Me va re bien porque no saben que existo. Me cubre el desconocimiento. Huyo de la fama y esa es mi resistencia. Soy cada vez más conocida en un círculo que me protege”.

 

Hasta que sea grande

Susy Shock tiene en claro que su historia es atípica en la comunidad travesti. Tiene 48 años, supera el promedio de edad y la hace sentir una sobreviviente. “Sentimos que no estamos en la agenda emocional del país”, explicó.

Shock nació en Capital Federal en una casa donde los abrazos nunca le faltaron. Siempre que la entrevistan dedica unos minutos a su mamá Nelly, apodada La Tucumana, y a su papá Benincho, apodado El Pampeano. “He sido muy querida. Pude estudiar, fui aceptada en casa y me dieron la posibilidad de hacer teatro a los 14 años. No tuve la obligación de ser una clase de varón. Mis compañeros me aburrían. El tipo de varón me parecía tonto. No quería jugar. Prefería leer”, recordó. Uno de los primeros libros fue Mi planta de naranja lima. “No hay nada mejor que darle un libro o una buena película a un humano tonto”, opinó la escritora.

Shock tiene una autoestima gigante y no pide que nadie la quiera: “Es muy importante la autoestima enterita para enfrentar la violencia del mundo adulto”.

—En el libro invitás a los adultos a no perderse lo que está pasando. ¿Qué significa eso?

—Hay un mundo viejo que tiene la reacción de no perder los privilegios conseguidos. Es un mundo necio y cínico que dice «no matarás» y se dedica a matar sistemáticamente desde que se levanta hasta que se acuesta, haciendo de la guerra uno de los grandes negocios. Finalmente es lo viejo. El mundo va hacia la diversidad. No hablo de que todos sean lesbianas, gays o trans, sino de que se están construyendo otros tipos de varones y de mujeres. Por eso los invito a que no se lo pierdan. Si no se animan se irá haciendo con los que vienen. Es un momento de construir disidencia. Soy pesimista con la coyuntura.

—Distinto al personal de la tía Susy.

—Ella es más optimista. Se toma el tiempo para explicarle al vecino violento y degenerado. Yo soy una bagualera punk. No doy las oportunidades que da ella. A diferencia de ella, creo que ya tuvieron milenios para demostrar y fracasaron. Las travestis no tuvimos nada que ver con la construcción de este mundo desigual. No digo que lo que queramos es poder, sino que los productos de esta sociedad violenta no son nuestros. Monsanto no es nuestro: es política heterosexual. Me quedo con las compañeras que están en todo el país haciendo en espacios propios, armando fanzines, escribiendo canciones y pateando las calles. Lo que hacemos no lo terminamos de dar a conocer porque morimos. Creo en que cada cual se vaya encargando del que tenga al lado.

—El lugar común que dice que los niños son crueles, ¿por qué apunta a los adultos?

—Ningún niño nace heterosexual, delincuente o malo. Es la cultura la que se impone. A la nena le puede gustar el color azul hasta que empieza el jardín y llega un mandato, un castigo y un disciplinamiento sobre el cuerpo. Los crueles son los adultos porque viven desligándose de las responsabilidades. El disciplinamiento empieza en la casa y si hacés algo distinto con tus chicos las instituciones lo modifican y se pudre todo. Hay una negociación que es que muy violenta. Las personas trans crecemos en el medio de esa ensalada violenta. Somos el colectivo que juzgan, burlan, miran, violentan y matan. Siempre se nos piensa como adultos, nunca como los niños y niñas que fueron expulsados de hogares heterosexuales. Eso no prescribe. Quien abandonó a una persona trans lo lleva siempre.

—¿Cuál es tu lugar en ese mundo?

—Es un momento de nuevos pactos. Como sociedad tenemos que decir qué no somos. Yo no soy Videla, Mirtha Legrand o Patricia Bullrich. No soy violenta, no voy a abusar de vos y no te voy a lastimar. Es la nueva discusión. Hoy no soy lo LGTBI. La sigla nos sirvió durante mucho tiempo, nos dio legitimidad, sentido de pertenencia y comunidad. Cuando el macrismo tiene un asesor gay que recibe a los neonazis en la Casa Rosada tengo que decir que no pertenezco a esa comunidad. Tomaron nuestras banderas y las reapropiaron para hacerlas políticas de Estado vacías. Pasa a nivel mundial. Soy trava, puto, torta y marica. Soy las palabras que ellos no pueden decir. Se les escapa. Es una papa que les quema las manos. Lo LGTBI les viene re bien.

—¿Cómo se da la apropiación?

—Es binario. Si soy trava se esperan que haga imitaciones de Beyoncé. Se pretende un modo higiénico. Nos disciplinan para cumplir roles dentro de esquemas viejos: nos casamos, pedimos permiso para entrar y ser parte. Queremos discutir el mundo, no queremos entrar y sentarnos en la mesa las familias hipócritas. Nuestros cuerpos en la calle hablan de la hipocresía de las familias. Somos deseo de novios y maridos que en la intimidad te piden lo peor y después vuelven a tener sexo con su mujer. La heterosexualidad se tiene que hacer cargo de esta hegemonía y de los secretos que crea.