Espectáculos

Guayaba, una nueva forma de esclavitud

El realizador Maximiliano González habla de “La Guayaba”, film que hace foco en la trata de personas, y del que participan Lorenzo Quinteros, Marilú Marini, Nadia Ayelén Giménez y los rosarinos Raúl Calandra y Bárbara Peters. Hasta  el martes, en el Espacio Incaa Arteón.


“La película intenta visibilizar una problemática que todos sabemos que está pero que fingimos no verla”, dice González.
“La película intenta visibilizar una problemática que todos sabemos que está pero que fingimos no verla”, dice González.

Por Miguel Passarini.

En La Soledad (2007), el realizador misionero Maximiliano González transitó la temática de las madres niñas en su provincia natal. A partir de aquel momento, y tras el estreno de esa ópera prima en el largometraje, el director comenzó a gestar un nuevo proyecto fílmico, La Guayaba, que se rodó en 2012, se estrenó en Buenos Aires en noviembre del año pasado, y ayer se conoció en la ciudad, en el Espacio Incaa Arteón (Sarmiento 778), donde se podrá ver hoy y el martes a las 19, mañana a las 22, y el domingo a las 21.

“Desde aquel momento tenía la idea de una segunda película que, de algún modo, continuara con la misma temática”, expresó González, quien tuvo su paso por Rosario y Buenos Aires, ámbitos en los que se formó como realizador.
Protagonizada por Lorenzo Quinteros, Marilú Marini, Nadia Ayelén Giménez y, entre otros, los actores rosarinos Raúl Calandra y Bárbara Peters, la película relata la tragedia de Florencia, una chica de 17 años que vive con su padre y sus cuatro hermanos en las afueras de Puerto Iguazú (ciudad de frontera que linda con Brasil y Paraguay). Allí llega una mujer con regalos y falsas promesas de trabajo y la convence de que la acompañe a otra ciudad. Es así que la adolescente es entregada en un pequeño bar sobre una ruta, donde comienza a vivir un infierno de castigos, prostitución y encierro, hasta que un hecho fortuito en la puerta del local se revela como la posibilidad de devolverle su libertad.
“En ciernes, la película busca reflejar una de las problemáticas de las mujeres de la zona. Conozco la problemática en esa zona porque viví 20 años allí, independientemente de que es una problemática que no se ajusta a lo local, sino que es nacional e internacional. Y el guión surgió a partir de reunirme con algunas asociaciones que trabajan en la contención y en la prevención de la trata de personas y que están muy cerca de las chicas que viven esta tragedia”, relató el director, cuya película integró la Selección Oficial Global Peace Film Fest y Festival de Manheim-Heidelberg, Alemania 2013; además de pasar por festivales como La Habana, Suiza y Punta del Este.
“Estos relatos de gente cercana a la problemática me dieron un marco referencial, porque más allá de que son problemáticas sociales conocidas detrás de cada una de estas historias se esconden situaciones particulares, independientemente de que lo que se cuenta en la película es ficción y yo, como realizador, me tomo ciertas licencias o libertades en el relato pero que no escapan a la problemática”, agregó el realizador, quien en su haber tiene varios cortometrajes y que, más allá de la ficción, entendió desde el comienzo que se trataba de “una película necesaria”, más allá de la dureza de la realidad que se relata en el film.
Respecto de la trata de mujeres con fines de explotación sexual, problemática que, en el país, tiene un punto de inflexión en el caso Marita Verón y la lucha denodada de su madre, Susana Trimarco, quien desde su desaparición en 2002 en Tucumán no ha parado de buscarla hasta conseguir llevar a juicio a los principales implicados en el caso, vinculados con una red de trata, el director analizó: “La primera persona que vio esta película, apenas estuvo terminada, fue precisamente Susana Trimarco, a quien no sólo le interesó mucho el film sino que además puso a la Fundación María de los Ángeles (tal el nombre original de Marita) para apoyar la película. De hecho, está el logo en el final y fue desde esa misma fundación que nos aportaron una serie de estadísticas que nos parecía a todos que era importante que los espectadores las puedan conocer, porque muestran los números de una realidad que es muy cruda, en relación con la cantidad de mujeres que padecen este flagelo”.
Finalmente, el director, que en el film contó con un equipo de lujo que, entre otros, integran Marcelo Brigante (asistente de dirección), Alejandro Pereyra (fotografía) y Jorge Stavropulos (sonido), a lo que sumó la música de Raúl Barboza y Osvaldo Aguilar, evaluó el aporte que siente que el film hace a la problemática: “El cine ha tenido siempre esa capacidad de tocar una problemática y, de alguna forma, desaguisar la cuestión. En particular, lo que la película intenta es visibilizar una problemática que todos sabemos que está pero que fingimos no verla, y a partir de esta película poder abrir un debate sobre eso; dejar de lado un poco esta cuestión de que, para que esto pase, hay complicidad policial y política, y cambiar el foco y ver hasta qué punto todos somos responsables. El que va a esos lugares puede ser un vecino, un pariente; sabemos hasta qué punto hay gente involucrada pero siempre es más cómodo mirar para otro lado. La película busca reflejar esta nueva forma de esclavitud que es la trata de personas, del mismo modo que la eterna búsqueda de la libertad que ansiamos todos los seres humanos”.

Un actriz rosarina que brilla con luz propia

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De vasta experiencia en el teatro rosarino, la actriz Bárbara Peters (también Bárbara en el film), quien en su haber suma un largo recorrido paralelo a los escenarios en el cine de producción local, es una de las integrantes del elenco de La Guayaba y conocedora del trabajo del director Maximiliano González, con quien ya había trabajado, del mismo modo que Miguel Franchi o Tito Gómez, también rosarinos que aparecen en la película o del director de fotografía, Alejandro Pereyra, también local.
“El rodaje de esta película fue una experiencia única en muchos sentidos. Cuando estás rodando una película hay una magia indescriptible, vivís dentro de esa ficción diariamente, y de algún modo tu vida real pasa a ser de ficción porque pasás horas en el set”, adelantó Bárbara Peters, quien agregó: “Por una parte, por estar viviendo en una ciudad como Buenos Aires (donde el film tuvo una de las etapas de rodaje), ocupada solamente en filmar la película, concentrada en eso, algo que quizás suene raro, pero sentirme una privilegiada por estar trabajando de lo que amo y, robando palabras de Héctor “Nene” Molina, «que encima te paguen por eso»”.
“Fue un proceso de trabajo de mucho crecimiento por encontrarme con grandes actores en todos los casos, pero con dos monstruos: Lorenzo Quinteros, hombre de muy pocas palabras y sin embargo muy solidario como compañero y muy afectuoso, y Marilú Marini, completamente sin palabras, una mujer grosa y genial de verdad; realmente fue un alivio su presencia en el set, porque es alguien que irradia una paz increíble junto con una presencia casi perturbadora, y completamente amorosa”, agregó la actriz.
“Otro punto a favor fue la presencia del director de fotografía Alejandro Pereyra, un amigo, rosarino, y un lujo en su trabajo; otro gran alivio que la fotografía estuviese en sus manos”, completó.
Respecto de su rol en el film, la actriz relató: “Es un personaje complejo que exigió una gran responsabilidad, porque se trata de un victimario que antes fue víctima, alguien que está en un lugar de poder; es una especie de madama de este burdel de mala muerte, la mujer del dueño (Raúl Calandra), pero es alguien que deja entrever cierta ambigüedad en el trato con Nadia (la protagonista), como si de alguna manera se viera identificada con ella porque en algún momento recorrió su mismo camino. Es una mujer llena de tristeza, y el lugar que ocupa no es el que soñó para ella. Por eso fue un gran desafío componerla y le agradezco infinitamente a Maxi la posibilidad de haberlo hecho y de que haya confiado en mí para ese personaje”.

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