Mi Mundial

Mi Mundial

Gracias por el regalo, Diego


Sin lugar a dudas mi primer Mundial y del que tengo registro de todos los partidos es de México 86. A punto de cumplir nueve años ese campeonato que llevó a la gloria a Diego Maradona estará eternamente grabado en mí. Cada partido en lugar en el que lo viví y con quienes compartí ese momento, es cerrar los ojos y revivir al instante ese lapso de tiempo de mi infancia.

Pero hubo un hecho muy particular. El domingo 22 de junio de 1986, además de haber sido mi cumpleaños número nueve, Argentina jugaba por cuartos de final ante ni más ni menos que Inglaterra. Ese día mi cumpleaños para mi pasó a un segundo plano. Recuerdo que habíamos ido con mi familia a pasar el fin de semana a Nogoyá, Entre Ríos, a visitar a mis tíos y primos. No había otro tema para hablar tanto en el desayuno como almuerzo. Por suerte a mi abuelo Talín le gustaba salir temprano y emprendimos la vuelta con el tiempo justo para llegar a Santa Teresa, hogar de mis abuelos maternos, casi al instante que comenzaba el partido más importante de la década.

Con mi hermano Alejandro, salimos corriendo del Chevy naranja de mi abuelo, directo al televisor, el partido estaba por arrancar, por un lado estaba tranquilo, habíamos llegado a tiempo, pero por otro, los nervios eran inmensos. Ni siquiera en alguna prueba de la escuela había estado tan ansioso.

El primer tiempo termino cero a cero, con alguna que otra jugada de peligro para cada equipo. En el entretiempo, llegó el refrigerio servido por Olga, mi abuela, que nunca entendió de fútbol pero que opinaba igual. Mi abuelo aprovechó para echar más leña a la estufa y sentarse al lado del fuego, ese era su lugar y se respetaba.

Arrancó el segundo tiempo, silencio, nadie hablaba, mi papá de vez en cuando decía algo y el otro habilitado para hablar era mi abuelo.

Sin esperarlo, llego el primer gol de Maradona, hasta no ver las repeticiones, ni me di cuenta que había sido con la mano. La alegría en ese momento no tenía límite.

Pero había más, minutos después llegó el mejor gol de la historia de los Mundiales, Diego apiló a todo inglés que se le puso en el camino y estampó el 2 a 0, gritos. Abrazos y la orden de volver a cada lugar.

El descuento de Gary Lineker, del que había que cuidarse, según lo que había oído de mi tío Guillermo a la mañana, no hizo más que generar otra vez una mezcla de ansiedad y nervios, nunca vivida por un niño que ese día cumplía nueve años.

Para alivio de la familia, llegó el final y el triunfo argentino. El sueño continuaba. Inmediatamente salimos a la calle para ver como todo el pueblo de Santa Teresa salía a festejar el triunfo sobre los ingleses. Tuve muchos festejos y hermosos regalos por mi cumpleaños, pero ese gol, tan perfecto, tan emocionante y trascendental, será un regalo que sin conocerme Diego Armando Maradona me hizo y que guardaré eternamente.

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