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Reflexiones

Gioja, la tercera vía para gambetear la interna del PJ

José Luis Gioja, el decano de los peronistas, “el Antonio Cafiero” de estos tiempos, aparece como el abracadabra para resolver, al menos en la emergencia, la crisis peronista.


José Luis Gioja, el decano de los peronistas, “el Antonio Cafiero” de estos tiempos, aparece como el abracadabra para resolver, al menos en la emergencia, la crisis peronista. Sin fecha precisa pero con el cronograma en tiempo de descuento para hacer internas antes de mayo, el PJ entró en un frenesí de juntadas y teorías para evitar, antes que nada, la intervención judicial del partido y, como segunda etapa, resolver la transición del despoder, luego de la fiebre de derrotas de 2015, sin una interna sanguinaria.

Juan Manuel Urtubey, gobernador de Salta y Jorge Capitanich, ex de Chaco y actual intendente de Resistencia, avanzan hacia la conformación de dos ofertas diferentes para comandar el PJ: el salteño con perfil Macri friendly; el chaqueño como versión continuista del kirchnerismo. A Urtubey esa postura lo pone más cerca de Sergio Massa, el peronista que pactó con Mauricio Macri, mientras que Capitanich asoma como la expresión de La Cámpora y los sectores del peronismo K que reportan a Cristina de Kirchner.

Como una tercera vía entre esos “extremos”, Gioja amanece como alternativa unionista. Más allá del candidato “de unidad” a presidir el partido, la posición de evitar la interna y pactar una conducción colegiada es la que suma más adhesiones: el grueso de los gobernadores, entre ellos el formoseño Gildo Insfrán que comanda el Congreso partidario, y de los intendentes del conurbano militan, sin confrontar con Urtubey ni con Capitanich, el poema del unionismo. Daniel Scioli fue, en estas horas, el que lo dijo con todas las letras: “Dividido, el PJ es funcional al gobierno, así que les pido a todos que hagamos los esfuerzos necesarios para mantener el partido y los bloques unidos y no perder poder territorial”.

Julio Pereyra, jefe de la FAM, expuso esa tesis junto a Fernando Espinoza, presidente del PJ bonaerense, en una cumbre de la que participaron, también, el jujeño Eduardo Fellner –que está al frente del consejo nacional–, el diputado Juan José Mussi y caciques sindicales como Oscar Romero (Smata) y Omar Viviani (Taxis), entre otros.

La semana pasada en El Mangrullo, búnker gastronómico de Alejandro Granados, una mesa grande de alcaldes peronistas se reunió para escuchar a Juan Manzur, gobernador de Tucumán, que empezó su aventura política como funcionario en La Matanza.

Manzur plantea que él también quiere entrar en la discusión por la presidencia del PJ y agita su origen bonaerense para tratar de alinear detrás de su postulación al peronismo de Buenos Aires que, por ser el principal derrotado de 2015, evita previsible y razonablemente no presentar postulantes propios para comandar el partido.

El nombre de Gioja, peronista y ganador de su provincia, suma una coordenada política que lo haría aceptable para varios postulantes, quizá no para Guillermo Moreno. El sanjuanino no constituye un peligro futuro desde la óptica de los que entienden que la jefatura del PJ puede ser, siquiera simbólicamente, la cucarda para emerger como el principal presidencial de PJ para 2019. Gioja no constituye, aquí y ahora, ese peligro ni quizá lo implique a futuro.

Entre tanto, ni Urtubey –que se lanzó vía Pablo Kosiner– ni Capitanich –que puso a funcionar un equipo de campaña– dirán o dejarán de decir nada sobre la unidad y la opción Gioja. Deben, en medio, resolverse otros asuntos.

Un capítulo central es cuánto y cómo se incorporarán (si es que se acepta) a los peronistas que están afuera del FpV, de José Manuel De la Sota a Adolfo Rodríguez Saá o referentes como Felipe Solá y Facundo Moyano. La hoja de ruta sobre qué hacer con esos actores es una de las mayores incertidumbres para la reconfiguración del panperonismo. En general, los territoriales avalan el plan de ampliar el PJ y sumar a los que estaban afuera para reconstruir un esquema grande y fantasear con ser, unidos, competitivos para 2017 y 2019. El problema, ante eso, es la trinchera ultra K que no quiere avalar el ingreso de disidentes, mientras díscolos no quieren volver al PJ si tendrán a un camporista como vice del partido.

El otro factor es la posición frente a Macri. Urtubey ha sido el más amigable, mientras Capitanich el más duro; sin embargo es genérico el acuerdo de “ser opositores”, no pensar a Macri como un potencial socio –le atribuyen esa alternativa, sí, a Sergio Massa– pero, a la vez, hacer una oposición razonable, interpretación que la Casa Rosada complica cuando firma DNU y decide, de manera unilateral, modificar el reparto de la coparticipación, por caso.

La cuestión jurídica no es menor. Aunque el PJ resolvió, vía Congreso, varias cuestiones, esta vez todo indica que la Justicia reclamará que haya elecciones, proceso que puede ser caótico y escandaloso, y que además requerirá una cantidad de recursos importantes. El atajo sería una “lista de unidad”, con convocatoria a elecciones y permitiendo que participen todos, por caso el postulante serial Juan Ricardo Mussa. Sin esas previsiones, el riesgo de la intervención estaría muy cerca y sería muy alto, además, el costo de entrar en esa disputa. “Aunque es importante, la política no pasa hoy por el partido” sintetiza un operador que milita el acuerdo.

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