Por Patricia Dibert
Me siento sólo, lindo, joven, viejo, triste, loco, nuevo, viejo y usado. “El amor espera” fue el elegido para abrir la noche del sábado en el Hipódromo de Rosario. Charly García volvió para hacer acá el cierre de la gira “Tengo que volverte a ver”, que se inició en Perú, pasando por Chile, Montevideo, Buenos Aires, Quito, Guayaquil, y Bogotá.
La expectativa era grande. Jóvenes, niños, hombres y mujeres lo esperaban. Y con una puntualidad inglesa, el hombre del Piano Bar apareció de formal saco negro, zapatos, cuello y pañuelito de raso.
Comenzó a tocar el piano y la ovación se escuchó hasta en el lago del parque Independencia. Charly García estaba de vuelta, el músico que siempre caminó adelante, el cronista rock man. Los temas “El amor espera” y el “Rap del Exilio” fueron el arranque para saludar con un tímido “Buenas noches mis queridos”. Pocas palabras y mucha música: “No soy un extraño”, “Cerca de la revolución”, “Chipi Chipi”,”Fanky”, “Demoliendo hoteles”, “Promesas sobre el bidet”…. Buena parte de la banda de sonido de muchas vidas.
A esa altura de a noche, Charly estaba contento, sumamente correcto, sonreía de manera amable y tranquila. Los músicos sonaron ajustados y ubicados al timón, unas pocas veces Charly se puso al frente como un director de orquesta. En las bases está el trío chileno formado por Kiuge Hayashida, Toño Silva Peña y Carlos González., mientras la guitarra del Negro García López es marcada y potente, Fabián Von Quintiero comanda el grupo y hasta se hace cargo de las melodías en el teclado. Y “La Princesa”, según Charly, Hilda Lizarazu, que aportó sutilezas, sensualidad y energía, con su bella voz, ella parece siempre pendiente de García.
Charly está diferente. Camina del piano al micrófono en forma lenta, con los hombros levantados, casi de manera un poco torpe. Al cantar tiene menos claridad y potencia que antes, pero quizás no importe demasiado, porque Hilda y cinco mil almas cantan con él.
El show que ofreció Charly fue una sucesión de clásicos, continuidad solo alterada por los invitados que ésta vez no fueron sorpresa. Nito Metre, de barba y pelo blanco, “un amigo mío que cantaba mis canciones y le gustaban”, dijo Charly para presentarlo y tocar “Cuando yo me empiece a quedar solo”. Encendedores y cámaras de fotos en alto. Después vinieron “Rezo por vos”, “Yendo de la cama al living”, “Canción de 2 x 3” y Charly invitando a un amigo con mucha rosarinidad, entonces subió ovacionado Fito Páez para sentarse al piano interpretando a dúo una bella y contundente versión de “Desarma y sangra”. García cantó leyendo la letra, y conservando el humor que se le conoce, confesó: “me olvidé una canción mía”. A lo que el público respondió con aplausos, y los minutos que siguieron fueron intensos, ya que se vio a Charly emocionado y a Fito sosteniéndolo con mucho afecto, para terminar la canción a cuatro manos en el piano, para muchos, ése fue el momento de la foto del concierto.
Después siguieron “Nos siguen pegando abajo”, “Influencia” y “Llorando en el espejo”, “Cuántos de ustedes quieren a Serú Girán y yo voy a hacer una canción que me gusta mucho y que dice lo que me pasa”, dijo Charly antes de comenzar el tema incluido en Peperina.
Rápidamente cambió el clima con la composición que estrenó en agosto, “Deberías saber porqué”, para retomar los clásicos después con “Pasajera en trance”, “Raros peinados nuevos”, “Vicio”, “Buscando un símbolo de paz”, “No voy en tren”, “Hablando a tu corazón”, “Rock and roll y yo” y “No toquen”.
Ya en el cierre, Fito y Mestre se sumaron en “No se va llamar mi amor”, con el rosarino ocupando el piano y Charly sonriente en el micrófono central. “Fue una súper noche” dijo a manera de despedida, y volvieron con los bises “Confesiones de invierno”, “Inconsciente colectivo”, “Dinosaurios” y el tema de nombre más largo de todo el rock nacional, “Mr John o pequeña semblanza de una familia tipo americana”. Y ése fue el final.
Treinta y dos canciones en una noche que seguramente quedó grabada en el corazón del nuevo Charly García. El que está de vuelta y está de pié, saliendo del infierno de la mejor manera en que le es posible. Prolijo, puntual y tomando té durante el show. Con Lizarazu y el zorrito Von Quintiero haciendo el aguante musical, y los amigos cruzando
cuatrocientos kilómetros para estar con él. Debajo del escenario quedó la felicidad de escucharlo nuevamente. Ese era el sentimiento que algunas personas manifestaban a la salida del concierto. Como siempre, Charly es el que cierra y el que apaga la luz.