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Fundación de Rosario, error en un matutino

Por: Ernesto Del Gesso

En la edición del viernes 14 del corriente mes, el diario de mayor circulación en el país agregó un suplemento dedicado a la recordación del Bicentenario, con prólogo de Luis Alberto Romero, en el que se hace referencia a la convocatoria a historiadores de probada solvencia profesional. Respetando esta responsabilidad en la edición, como rosarino cabe una observación que es la siguiente: las páginas correspondientes a 1814 presentan una breve efeméride mensual de ese año y en la correspondiente a septiembre, con título “Los orígenes de Rosario”, desarrolla el siguiente texto: “Un decreto del director supremo establece un área de media legua cuadrada a orillas del río Paraná para la fundación de un pueblo, que será el origen de la actual ciudad de Rosario”.

El director era don Gervasio Antonio Posadas, persona que desempeñó el primer Poder Ejecutivo unipersonal surgido de la Asamblea del año XIII en reemplazo del segundo triunvirato. El área señalada no es más que el terreno de un plan de división de parcelas para producción agrícola, declarado en el artículo 5º que reza: “…el cuadrado señalado está destinado exclusivamente para labranza”, mientras que en el 1º procura que la población “quede en el centro de este lado del río” sin especificar que la misma ya existía, quizás porque el proyecto nace desde Rosario.

En efecto, en el mismo primer artículo del decreto se mencionan “los recomendables desvelos” con que el cura párroco Tomás Gomensoro solicitaba la incentivación de la productividad agrícola, y el “plan de arreglo para fomentar la agricultura” presentado por el “Alcalde de hermandad del Rosario”  don Pedro Moreno.

El pueblo ya existía, el caserío y sus habitantes se venían agrupando en forma espontánea y privada alrededor de la Capilla del Rosario desde mediados del siglo anterior, cosa que no desconocía el gobierno, porque en el seno del mismo, en el Consejo de Estado, uno de los consejeros era nada menos que el doctor Vicente Anastasio Echevarría, rosarino con vinculaciones familiares y de amistades en el lugar sobre quien hemos escrito en artículos anteriores.

Al margen del tema específico de la llamada fundación, el proyecto no sólo no se aplicó por la inestabilidad política interna y externa, sino porque realmente iba a ser inviable. Según el artículo 6º “los propietarios que no quieran labrar las suertes y que se hallan dentro del terreno de labor, serán obligados a venderlos o arrendarlos a precios corrientes y bajo condiciones ventajosas a los colonos”. Esto no era más que una minirrevolución agraria que afectaba a la propiedad privada.

Volviendo a nuestro tema, Juan Álvarez señala que era probable que se pensase instalar un posible cabildo en el futuro, ya que se reservaban terrenos para  casas consistoriales, cárcel y enterratorio, pero éste último ya existía fuera de la iglesia y lejos del caserío desde 1810, según se ha señalado en notas anteriores.

Después de aquel proyecto, cuyo texto puede consultarse en el tomo IV de la “Gazeta Ministerial”, el pueblo continuó expandiéndose en la misma forma radial desde el templo. Fue incendiado en 1819 por el porteño Juan Ramón Balcarce; declarado villa fiel e ilustre en 1823; y en 1852 ciudad, donde comienza un desarrollo que llega a explosión demográfica producida por la masa inmigratoria.

Durante todo este proceso nadie se preocupó por fundarla oficialmente, pero sí hubo una gran preocupación por acreditar méritos a varios posibles fundadores, ejercicio histórico válido, pero que no ha cambiado la realidad histórica de una ciudad nacida de la esperanza de paz cercana a la capilla y del trabajo de sus habitantes.

Debe aclararse que las acreditaciones de fundación surgen después que oficialmente tuvimos un fundador que resultó no ser tal ni existir. Era este personaje ideal Francisco de Godoy, surgido de la imaginativa pluma de Pedro Tuella. Al seudo fundador la ciudad lo honró con una avenida y festejó el bicentenario de su acto fundacional. Este tema ha sido tratado en estas páginas en las ediciones del 10 y 17 de febrero último, la primera referida al festejo de 1925 y la siguiente a Tuella, como reivindicación más allá de su fallida historia.

Después que los historiadores modernos, principalmente Juan Álvarez, comprobaron la errónea composición, son varios los autores que encontraban motivos merecedores del carácter de fundación o fundador a determinados hechos o personas. Este mismo decreto de Posadas lo encontramos en Carlos Jewell, que como objetivo del fomento a la agricultura, creyó que el director fundó oficialmente a Rosario. Así lo manifiesta en su muy interesante obra bilingüe “Mensajerías Argentinas”, libro que haciendo caso omiso de ese desliz histórico se recomienda leer.

En el mismo destaca la importancia de Rosario como centro de toda la red de comunicaciones en diligencias. También encontramos la especie en el historiador doctor M. C. Pereyra, quien destaca desconocer una fundación deliberada y reconoce la existencia de un pueblo, cuyo crecimiento y desarrollo se debe a múltiples factores, pero agrega que, de señalarse un fundador, debería ser el director Posadas, por el mérito de dar ubicación definitiva a la población. Extraño fundamento, por cuanto desde principios del siglo XVIII la capilla que en aquel entonces daba nombre a la aldea siempre estuvo en el mismo lugar que es donde actualmente está erigida nuestra Iglesia Catedral.

Esta posición fue rebatida por el doctor J.C. Borque, que comparte la idea anterior de formación fortuita, pero por emigrados de Santa Fe (concepto válido para los primeros tiempos) agregando que el gobernador del Río de la Plata, don Mauricio Zabala, podía pasar como fundador de oficio. Esta postura ha sido pensada por otros en virtud de haber sido este gobernador quien gestionó al Cabildo Eclesiástico la creación del Curato de los Arroyos, cuya sede fue la Capilla del Rosario y tuvo su primer párroco en la persona de don Ambrosio de Alzugaray en 1731.

Hay autores que sostienen  la posibilidad de poder ser considerado como fundador don Santiago Montegro, por cuanto fue donante de los terrenos de la plaza y la capilla que estaban dentro de su propiedad. Además loteó, hecho que fue factor para la radicación de más vecinos cercanos al núcleo plaza-iglesia, pero sin que haya habido manifestación de fundación.

Por otra parte, el proceso fue discontinuo y sin ninguna intervención oficial. Para mayores ejemplos sobre ideas de fundación, puede consultarse a José Oliva Nogueira en “Orígenes de la ciudad de Rosario”, una reliquia en la Biblioteca Argentina al igual que la colección de la Gazeta citada. Tan vapuleada ha sido la supuesta fundación de la ciudad que en una página de internet puede encontrarse un título que indica: Rosario se fundó en Arroyo Seco, utilizado con el fin de llamar la atención a oyentes de una FM que explotan los mismos editores de la página web, según lo confiesan en el lugar. Lamentablemente son estudiantes de Historia.

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