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Pelea en el sur

Fuerte Apache: reciente tiroteo revivió la disputa por drogas

En el barrio apuntan contra un nuevo jugador del mercado, precisamente uno de los tres fugados ayer de la comisaría 15.


La venta de drogas en Fuerte Apache, el complejo de viviendas emplazado en barrio Tiro Suizo, lindero con la villa Flammarión, parecía estar controlada desde comienzos de año, al decir de vecinos y detectives, por una banda nueva pero conocida en la zona. Después del asesinato de un vendedor histórico y de la dispersión de sus rivales, un grupo en ascenso dominó el territorio a los tiros. Pero el segundo semestre llegó con un hombre –a quien voceros policiales vinculan la histórica banda de los Monos– que quiso empezar a vender en terreno ajeno. El negocio no le duró ni 24 horas. Apenas abrió el punto de venta, dos jóvenes en moto fueron a apretarlo a su casa y, los recibió a los tiros, describieron la principal hipótesis portavoces del caso. Uno de los motociclistas quedó al borde de la muerte. Quien bancó la parada es el mismo muchacho, siempre según versiones barriales y que confirmaron fuentes de la causa, que fue detenido a los pocos días por portación de arma, pero ayer, a menos de una semana del arresto, se fugó de la comisaría 15ª.

En la tarde del sábado 2 de julio Alexis E., de 21 años, entró al Heca trasladado por una ambulancia del Sies. Presentaba al menos cinco disparos, repartidos en la espalda, el cuello, un brazo, la pelvis y el omóplato. Su estado de salud era crítico y, según sus dichos a la Policía, había quedado en medio del fuego cruzado entre dos bandos del barrio Tiro Suizo, en la esquina de Lamadrid y España. En sintonía, los vecinos vincularon la balacera con “una guerra por el control de la venta de drogas”, que tiene como territorio en disputa los alrededores de Fuerte Apache, cuyas casas se ubican sobre Presidente Roca.

Los Cepillos

Habitantes de la zona enmarcan este nuevo capítulo en los hechos sangrientos ocurridos en los últimos meses. José Eduardo “Cepillo” Fernández fue asesinado la tarde del último 4 de diciembre. Era un albañil a quien ubicaban como vendedor a pequeña escala en la villa Flammarión por más de 30 años, muy cerca del barrio Fuerte Apache. Su negocio era familiar y lo compartía con sus hijos (conocidos como Los Cepillo) y sus diferentes esposas, aseguran en el barrio.

La competencia de Cepillo llegó hace pocos años de la mano de una nueva generación: apuntan en el barrio a Lucas, un muchacho de unos 30 años, que comenzó su negocio en la casa de sus padres, ubicada sobre Lamadrid, frente al dispensario. Rápido hizo su propia clientela pero un día “no arregló con la cana y le allanaron la casa, lo que llevó a que se pudriera todo con sus padres”, contó un vecino que tiene décadas en el barrio y confirmaron fuentes de una fuerza de seguridad. Mientras terminaban las obras de las viviendas de Fuerte Apache que reemplazaron a las casas derribadas una década antes, Lucas se fue con Adrián, un vecino que le cedió un pedazo de su patio para que pudiera vivir. “Y también vender”, aclara un habitante del barrio.

Pronto Lucas y Adrián se enfrentaron con los Cepillos, que acudieron a refuerzos de otros barrios. Algunos dicen que venían de Tablada, otros de República de la Sexta. Lo cierto es que eran un clan con representación de todas las generaciones con una característica: muchos de ellos excedidos de peso. Enseguida, el apodo se instaló y con él llegó la fama de pesados de Los Gorditos. A fines del año pasado un hombre de Lucas cayó preso por robo pero su patrón se negó a pagar para que lo liberaran, cuentan en el barrio, y la Policía no tardó en llegar a Fuerte Apache y desbaratar el punto de venta de Lucas. Al recuperar la libertad, el muchacho por el que su jefe no había pagado se acercó a Cepillo, y pronto todo terminó mal.

Los Gorditos

La tarde del último 4 de diciembre Cepillo volvió de hacer un trabajo de albañilería y se instaló frente al dispensario a tomar un vino. La calle estaba colmada de vecinos y muchos vieron llegar a Adrián con el arma en mano. Cepillo también estaba armado, pero el joven fue más rápido. Dos disparos en el pecho bastaron para terminar con uno de los vendedores de droga más viejos de la zona sur. Después del crimen, Adrián y Lucas desaparecieron del barrio. La noche siguiente, mientras velaban a Cepillo, en Fuerte Apache el fuego consumía las casas que habían sido el negocio de Lucas y allí se instalaban a vender Los Gorditos.

Así Los Gorditos se quedaron con la zona, desplazando incluso a los Cepillos y a las que habían sido sus esposas, relató un vecino, quien amplió que los nuevos dueños del territorio incluso ocuparon algunas viviendas. “Viven y venden en el mismo lugar. Es un negocio familiar, están los nenes, las peleas familiares y las ventas, todo junto”, contaron en el barrio. Afuera, la logística se completa con los soldaditos, apostados todas las noches en las esquinas de tres manzanas, y la venia de uniformados.

Segundo semestre

El negocio de Los Gorditos parecía andar sobre ruedas hasta que comenzó el segundo semestre y un nuevo rival decidió empezar a vender en la zona de España y Lamadrid. Lo identificaron fuentes del barrio y de la Policía como Juan Carlos “Juanca” G., un vecino de 40 años que fue vinculado con Los Monos. Es que en abril del año pasado, Juan Carlos fue el blanco de una fuerte balacera junto con un joven de 18 años apodado Javito, con historial en las crónicas policiales.

La noche del 24 de abril de 2015 Juan Carlos manejaba un remís Ford Focus por Oroño. En el asiento de acompañante viajaba Javito. A la altura de Lamadrid, un Volkswagen Bora negro se les puso a la par y abrió fuego.

Javito fue herido en el pecho, mientras que a Juan Carlos lo alcanzaron once tiros en las piernas, la ingle y el brazo izquierdo.

Para los investigadores, la balacera fue una clara venganza contra el más joven de los ocupantes del auto, quien estaba sospechado (y luego quedó imputado) por el crimen de Luís Ángel Bassi, el padre del Pollo. Javito era Javier Monzón y este 6 de enero fue acribillado frente a su novia en Madre Cabrini al 2700, en el sudoeste de la ciudad. Días antes del primer ataque, otro chico vinculado con el crimen de Bassi y apodado Diablito, fue alcanzado por las balas.

Dos motociclistas le dispararon cuando caminaba por barrio Industrial: una bala le rozó la médula y quedó parapléjico. Diablito había sido desvinculado 12 días antes del crimen de Bassi, algo que, al parecer, no fue un acto de justicia para sus rivales.

Poco más de un año después le atribuyen a Juan Carlos haber montado su negocio a metros del complejo Fuerte Apache. Lejos de la imagen de remisero, empezó a vender y, menos de 24 horas después, llegaron los aprietes que los vecinos vincularon con los únicos comerciantes en la zona. De acuerdo con esta versión, la tarde del sábado 2 de julio pasado dos motociclistas armados que respondían a Los Gorditos: llegaron hasta su vereda y empezaron los tiros.

Los atacados fueron más rápidos y lograron que la moto perdiera el control. El tiroteo entre los dos bandos ocurría a plena luz del día, con la calle colmada de testigos que, aseguraron, no soportan más la violencia a toda hora: “Había chicos jugando y se dispararon un arsenal, sin importar nada”. Alexis cayó al piso herido, mientras su compañero lograba huir, y recibió varios disparos más que lo dejaron al borde de la muerte, internado en el Heca. Esa misma noche y ante el rumor de las represalias, Juan Carlos y su familia abandonaron la cuadra y el negocio de la droga volvió a las mismas manos, aseguran vecinos. La investigación de la balacera cayó en manos de la fiscal Marisol Fabbro, quien trabajaba en la búsqueda de testigos, dijo un portavoz judicial.

Al calabozo y a la calle

Juan Carlos parecía haber desaparecido hasta el miércoles de la semana pasada, cuando personal de la Brigada Motorizada lo detuvo junto con un menor de 17 años. Voceros policiales informaron que  andaban en un Peugeot 306 cuando los uniformados quisieron identificarlo y se escaparon. Tras una persecución, a las pocas cuadras, los dos fueron arrestados y en su poder la Policía encontró un pistolón. El sábado pasado, Juan Carlos fue sometido a una audiencia en Tribunales por portación de arma de fuego y violación de prisión domiciliaria. Le dictaron prisión preventiva y pidió con insistencia quedar alojado en la seccional 15ª. Tres días después, la ciudad amanecía con la noticia de nueva fuga en la comisaría de Sarmiento y Ameghino. Un hombre robusto, de cara y nariz ancha, se había escapado durante la madrugada junto con otros dos reclusos.

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