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Muchas historias entre sus dedos

Fredy, el rosarino que busca mantener vivo el oficio del arte popular argentino: el fileteado

Desde hace 35 años, Fernando Rena, se dedica a adornar camionetas, carritos de comida, instrumentos musicales y fachadas. El recuerdo del día que les entregó en mano sus trabajos a Fito Páez y a Luis Alberto Spinetta, y su amistad con Claudia Puyó


Fernando Rena, más conocido como Fredy, tuvo un papel y un lápiz en sus manos desde chico. También es compositor, cantante y guitarrista. Al arte del filete lo conoció cuando se tomaba el colectivo (Expreso Alberdi) para ir al colegio. Fue un viaje de ida. Se adueñó de los colores, la simbología, las sombras, los brillos y esos firuletes que se eternizaron en carros, camiones y colectivos. Así empezó en el oficio de este arte popular argentino, hace 35 años. “Fui aprendiendo la técnica en la marcha. El filete es un ícono del tango y tiene algo de misterio”, dice.

Fredy empezó a trabajar como letrista en un taller de Fisherton. Al tiempo decidió empezar solo el oficio de fileteador. Siempre tuvo en claro que se iba a dedicar a hacer lo que le gusta y comenzó a practicar.

En la década del ´90, Fredy se fue a vivir un tiempo a Capilla del Monte, Córdoba, para tratar de imponer el arte decorativo y popular que nació a principios del siglo XX en Buenos Aires.

“Me costó. En ese tiempo llegaron muchos rosarinos y porteños y empecé a trabajar en una feria. Cuando logré asentarlo en Córdoba, me volví a vivir a Rosario”, rememoró.

Volver a empezar

Cuando llegó a Rosario empezó de cero repartiendo sus tarjetas personales en muchos negocios. Y comenzaron a llamarlo para diferentes trabajos. “Cuando pintaba para algunos locales siempre se paraba alguien para charlar y recordar viejos tiempos”, contó.

Fredy relata que la base de ese trazo que vibra se basa en las sombras y en los brillos. Se necesita mucha práctica. También explica que los pinceles que usa son largos, de pelos de oreja de vaca y otros de pelo de la cola de ardilla. Son suaves, se fabrican especialmente para este oficio y se requiere de una gran destreza para su manejo.

También tiene pedidos para pintar instrumentos musicales como guitarras, bajos, violines y redoblantes de batería.

De frases y refranes

Una parte del trabajo de este arte decorativo -que también es una forma de comunicar- son las frases y los refranes, que a Fredy lo apasiona. Algunas de las que quedaron tapizadas en su memoria fueron: “Viejos, si hay otra vida volvería a elegirlos”; “Más vale pájaro en mano que padre a los 16”; “Cambio suegra por yarará”.

“La que siempre me piden es la frase de los viejos. Generalmente se pintan en camiones y también en quinchos, entre otros lugares”, contó.

“La palabra filete viene del francés filet, que, a su vez, viene del latín filum (hilo). El fileteado se hace con pintura sintética. Se usa mucho la simetría. Tiene sus trucos y es libre. La técnica es hacer el trazo lo más largo posible con el pulso con la tenacidad de un artesano”, explica.

Un día perfecto

Cuando Fredy vivía en Capilla del Monte y estaba trabajando en una feria se acercó Claudia Puyó –una de las cantantes más reconocidas del rock nacional– que estaba pasando unos días en las sierras cordobesas.

“Ese día le regalé un cartel fileteado con su nombre. Volvió a pasar por la feria y me pidió que le pinte un jean con el escudo de Boca Juniors. Me terminé haciendo amigo”, cuenta.

La amistad de Fredy y Puyó perduró en el tiempo. “Un día me invitó a un ensayo en el Teatro El Círculo. Me presentó a Fito Páez, a Luis Alberto Spinetta, Juan Carlos Baglietto, Fabiana Cantilo y Rubén Goldín. Tuve todo el teatro para mí escuchándolos cómo ensayaban. No lo podía creer”, recordó.

Al día siguiente “la Puyó” lo invitó al recital. A Fito le regalé un cuadro fileteado de Rosario Central. Al Spinetta, uno de River Plate. No me olvido del agradecimiento del “Flaco”. Me abrazaba fuerte y no me soltaba. Me preguntó cuánto era y le contesté; nada vos me regalaste música toda la vida. Era un tipo muy humilde, de otro planeta”, rememoró.

A Baglietto también le hizo uno a pedido con los colores del Canalla, pero más grande.  “Se lo llevé un día que viajé a la feria de La Boca, en Buenos Aires. Y me lo pagó”, señala.

Fredy aseguró que el arte del filete le dio muchas satisfacciones. Conoció tradiciones, lugares y gente. Y así como el 2 x 4 marca el ir y venir de los cuerpos, el fileteado adorna vidrieras, fachadas de negocios, instrumentos musicales, restaurantes, muros, interiores de colectivos y acoplados de camiones.

El cultor de este arte popular dice que la música le da de comer al alma y el fileteado a su cuerpo: seguirá eternizando el oficio que floreció hacia fines del siglo XIX y principios del XX, y que hoy da batalla contra la extinción.

Cuando el fileteado cruzó fronteras

Este arte popular nació en Buenos Aires, entre fines del siglo XIX y principios del XX, con la oleada inmigratoria y comenzó a usarse en los carros que transportaban mercadería,  principalmente en la zona del puerto y cerca de los mercados.

Fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

La postulación fue presentada en 2014 por el Ministerio de Cultura de Buenos Aires y la decisión surgió de la décima reunión del Comité Intergubernamental de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial que se desarrolla en Namibia.

En la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO, Argentina solo inscribió al Tango en el año 2009, en una presentación conjunta con Uruguay, que también fue impulsada por el Ministerio de Cultura de la Ciudad.

En el caso del “filete” es la primera propuesta Argentina que llega a ser declarada.

Contacto: Instagram: @fredyfileteado o al teléfono: 3413-351154

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