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Francisco fascina, encanta, entusiasma

Por Pilar Aldao / Enviada Especial.- Las calles de Río son otras. Así lo dicen quienes viajaron alguna vez por vacaciones y ven ahora la ciudad poblada de chicos y chicas de distintos rasgos y colores. Tras los pasos de Francisco


papa

Los días de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) están pasando muy velozmente. Se viven con intensidad, sobre todo los actos en los que participa el Papa Francisco. El clima es festivo, alegre y muy jovial. Las calles de Río son otras. Así lo dicen quienes viajaron alguna vez por vacaciones y ven ahora la ciudad poblada de chicos y chicas de distintos rasgos y colores. Una pequeña representación de las distintas razas de la humanidad se encuentra reunida en torno al Papa Francisco.

El jueves, cuando se dirigían a la playa de Copacabana, para la bienvenida oficial del Papa, se intercambiaban cantos entre grupos y se aplaudian unos a otros. En estos días no hay diferencias entre países ni rencillas. Hasta los brasileros alaban a Maradona, que todavía sigue siendo un referente del país para los cariocas.

A diferencia de un mundial de fútbol, en este evento no hay confrontaciones. Se vive la hermandad en el mejor sentido de la palabra. Los chicos son amistosos con todos. No hacen diferencias, comen juntos, se ayudan, y sobre todo charlan, intercambian recuerdos y a veces sólo con gestos muestran que comparten algo muy profundo: su propia fe.

Y el Papa es el punto de unión para todos. El representa los brazos que los envuelven y protegen. Y Francisco no se cansa de arengarlos, de empujarlos a que sean partícipes de esta sociedad. “¿Querés ser de los que se lavan las manos como Pilatos?” preguntó ayer a viva voz en el Vía Crucis que se hizo en la playa de Copacabana.

Y pidió que se termine con el flagelo de la droga y que no se tire más la comida ante la creciente pobreza. Sus palabras suenan fuertes porque van acompañadas de sus acciones. Ayer visitó a los presos y el jueves estuvo en una Favela. Además fue a visitar enfermos y en los actos centrales siempre hay una fila de lisiados que lo esperan. Por eso africanos, costarricenses, argentinos, brasileros, libaneses, coreanos, todos aplauden sus palabras. Es evidente que algo muy fuerte e inexplicable los aúna, y los hace una familia común con un padre, presente entre ellos.

Fascinación. Francisco fascina, encanta, entusiasma. Un grupo de africanos venidos desde Mozambique dicen que lo quieren, los de Nicaragua, Costa Rica y Brasil lo aplauden como si fuera “suyo”. “Es latinoamericano”, respondió una mujer cuando se le preguntó qué le gustaba de Francisco. “Nos habla en nuestra lengua y esto hace mucho que no pasaba”, expresó un joven español después de la bienvenida del jueves.

En tanto, los argentinos están hinchados de orgullo. La gente los aplaude sólo por ver una bandera celeste y blanca. La identifican con Francisco y manifiestan su entusiasmo.

El Papa les habla a los jóvenes sin pelos en la lengua. Sus discursos son exigente y alentadores. Y su sonrisa suaviza y acoge. Un joven argentino, Marcelo Galeano, de 23 años, oriundo de La Paz, Entre Ríos, almorzó ayer (viernes) con el Papa, junto con otros chicos de Colombia, Rusia, Sri Lanka, Nueva Zelanda y Portugal.

En ese encuentro el Papa les preguntó qué hacían por la Iglesia y en la Iglesia y los alentó vivamente a trabajar por el bien común y la dignidad de la persona. “No puede haber gente que se muera de hambre o que pase injusticias” manifestó el Pontífice. Los chicos rieron, rezaron y también lloraron con el Papa en un almuerzo fuera de todo protocolo, que pareció una comida familiar, según expresó Marcelo.

Para hoy se espera la vigilia (que no incluirá campamento). La expectativa es muy grande porque será el penúltimo encuentro con el pontífice. Los jóvenes no quieren pensar en que este encuentro se termine. No les importa la lluvia ni el inusual frío de Río de Janeiro. Están felices y muestran una fe viva, alegre, potente y animada por un padre, el Papa, que va por delante mostrando con su vida cómo ser un verdadero cristiano.

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