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“Fe ciega”: la actuación como materia prima de un teatro que se resiste a desparecer

Francisco Fissolo dirige a Juan Rodríguez, Juan Nemirovsky y Martín Fumiato en una propuesta que pone en tensión el resultado de un largo trabajo de investigación acerca de los límites que supone el proceso de actuar


Con la actuación en primer plano, con la actuación en sí misma como recurso dramático, con la actuación como disparador unívoco de sentido, con la actuación como ese gran universo, en cierta medida inexplicable, que encierran las escénicas. De este modo concibe su teatro el actor y director Francisco Fissolo, esta vez, enfrentado al desafío de la opulencia de recursos de tres actores formidables para concretar, tras un largo proceso de trabajo que llevó más de un año de ensayos, Fe ciega, propuesta que presenta por estos días en La Orilla Infinita.

Con el trabajo de los talentosos Juan Rodríguez (también colaborador en el proceso dramatúrgico), Juan Nemirovsky y Martín Fumiato, actores de una entrega y una solvencia infrecuentes, que al mismo tiempo que ponen la vara muy alta se desafían a sí mismos en su afán de sostener una presencia escénica con la que se fagocitan unos  a otros, Fe ciega es un material cuya poética se corre de cualquier lógica que pueda entenderse como “clásica”, donde relato y actuación comparten protagonismo, para abrir el juego, con resultados dispares, a un compendio de escenas que poco tienen de narrativo o de fábula, dado que el relato, fragmentado y disperso, queda oculto detrás de la actuación.

Por el contrario, Tico Fissolo, también actor y conocedor de las lógicas de la improvisación a partir de ciertas ideas o disparadores, con el desarrollo posterior de esas mismas escenas en algún proceso de escritura que las complementen, trabaja a partir de mover las fichas de eso que los actores producen en escena: una epopeya del cuerpo y la palabra con la que plantean una hipótesis acerca de la resistencia, acaso el diálogo más interesante del material en términos ideológicos, en un momento donde las producciones culturales independientes están siendo atacadas y en franco peligro, porque si hay algo de lo que sabe el teatro independiente es de resistir.   

La prueba y el error de ciertas hipótesis de relato, que en ciernes partieron de una anécdota familiar, la historia de una vieja concesionaria en la que tres sujetos tratan de superar el abandono de su “vendedor estrella” y por lo mismo recurren a experimentos, juegos y conexiones estrambóticas para superar el mal trago, son el único registro de personajes y vínculos que, al mismo tiempo, se van desdibujando, diluyendo en su estructura y mezclando con otros y otras situaciones que, todo hace pensar que intencionalmente, rompen con el canon que marca el pulso de lo teatral: historia, personajes, un devenir y un desenlace.   

Hay en Fe ciega una idea o forma del fracaso, con un padre, un hijo, un tío, y los vínculos entre sí y con otros que no aparecen pero están. La contradicción se revela como paráfrasis de lo que se desprende de esos vínculos que al mismo tiempo que disparan sentido lo desactivan desde un humor por momentos ácido y en otros banal que en todos los casos distiende eso que se acerca a una forma de locura, aportando ese humor los mejores pasajes de la obra.

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Después, lo que quedó de todo ese proceso, es la construcción vincular donde las formas ocultan el fondo, y donde el juego teatral se apodera de todo lo demás, más allá de aquello que apareció en la escritura que, como sentido y según el mismo director, fue “una excusa para terminar teniendo algo para decir”.

En ese campo con aires de experimento y situaciones domésticas apoyado por unos pocos objetos escenográficos que distan mucho del realismo hay, sin embrago, algo arltiano que también les juega a favor, a partir de algunas secuencias donde conviven lo grotesco con ciertas formas utópicas, y donde, con la misma impronta, aparecen aspectos de la realidad: la paranoia, el miedo a un afuera latente, el miedo a lo desconocido, a eso que está por venir, toman posesión de un relato incipiente que, sin embargo, elige correrse de esos lugares porque si hay algo que está claro en Fe ciega es que la intención no está en contar nada, o en todo caso, la “fe ciega” a la que alude el título hace foco en la actuación como la matriz de lo escénico, muy por encima de todo lo demás. Incluso actuar, ya se sabe, es buscar y defender una verdad aunque esa verdad no aparezca, como en este caso, en forma de relato.

Para agendar

Fe ciega se presenta en la sala La Orilla Infinita, en el corazón del barrio República de la Sexta, de Colón 2148, los viernes desde las 21. Las entradas anticipadas se encuentran disponibles a la venta en https://laorillainfinita.com.ar/productos/fe-ciega/

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