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Faros de Conservación: Parques Nacionales tiene estrategia para frenar la destrucción del Humedal

Con vasta experiencia en dos áreas claves del Estado nacional, una dedicada a la conservación y otra a la producción, Daniel Somma, ingeniero agrónomo desgrana el porqué de las quemas en el Delta y define que la llave es la presencia del Estado. Y deja entrever sospechas políticas detrás del fósforo


Parques Nacionales, el enorme y vasto y complejo sistema destinado a proteger el patrimonio natural del país, con 38 parques, 7 reservas, un área marina y cinco monumentos naturales celebró 117 años este 6 de noviembre, atravesando un desafío inédito en su existencia: dar un aporte para sofocar definitivamente los fuegos en el Delta. “Cuando se analiza la recurrencia de focos particularmente en un sector, que es como una especie de medialuna, un anfiteatro frente a la ciudad de Rosario, no tiene que ver con acciones de manejo de pastizales ni con la preparación de una zona para cuestiones inmobiliarias o de producción ganadera: a mi juicio hay una intencionalidad política”, analiza, con graves presunciones, el presidente del directorio de la Administración de Parques Nacionales, Daniel Somma, quien acumula vasta experiencia en ambos terrenos, la producción y la conservación: ingeniero agrónomo, en los últimos 30 años, trabajó 20 en Parques Nacionales y 10 en el Instituto Nacional del Tecnología Agropecuaria.

Frente a la intensificación de las quemas, e incluso con precisiones de fechas de otras oleadas anteriores –en 2008, en un período signado por el conflicto por la resolución 125 de retenciones móviles a las exportaciones de granos, y en 2014, cuando ya cobraba vuelo la campaña para las presidenciales del año siguiente– Parques Nacionales elaboró una estrategia, la presentó, y en pocos meses comenzó plasmarse con intervenciones directas en el territorio: los Faros de Conservación. El proyecto, más que ambicioso, no sólo busca revertir las quemas: se plantea desandar décadas de ausencia del Estado, convertir una presencia intermitente en permanente, y llevar adelante, con diferentes agencias, un proyecto que desemboque en el manejo sustentable y una política de desarrollo para la población isleña. Cristalizar el Piecas, el plan generado tras la anterior gran devastación por fuego del Humedal y que sólo alcanzó poco más de la quinta parte de la actual: en 2008 se quemaron unas 70 mil hectáreas; mientras que este año, sólo entre el 1° de enero y el 30 de septiembre, se devastaron 328.995 hectáreas.

Es precisamente desde la APN que surgió la estrategia de los “Faros de Conservación”, con la intervención directa de la estructura que reporta al Ministerio de Ambiente de la Nación. El primero de ellos se presentó en agosto pasado con base en Puerto Gaboto y centro operativo en el Parque Nacional Islas de Santa Fe, que este domingo 15 de noviembre cumplió su primera década de existencia, y los tres que le siguieron se destinaron precisamente a la ecorregión bajo asedio por fuego: las islas del Charigüé, en la Reserva Tres Cerros, propiedad de la ciudad de Rosario, el segundo; Parque Nacional Predelta, en proximidades de la ciudad entrerriana de Diamante el tercero, y en la Isla del Sol, frente a la ciudad santafesina de Villa Constitución el número cuatro. ¿Qué se espera de este nuevo intento –y ya se cuentan muchos– para frenar el denunciado ecocidio en las islas?

“La idea surgió a partir de una instancia que proponía un colega, Eduardo Cerdá, que es el director nacional de Agroecología. Él propuso para el Delta y para distintos lugares del país un perspectiva de Faros de Agroecología, una serie de localizaciones donde se impulsara la producción agroecológica en la actividad rural. Y nosotros tomamos esta idea, en particular la tomó Ricardo Guerra, director nacional de Conservación, para aplicarla en las islas. Un conjunto de puntos focales desde los cuales poder irradiar políticas adecuadas de conservación de la naturaleza y manejo de recursos naturales, junto con la población local, en el Delta”, explica Somma.

El área a la que hace referencia, la Dirección Nacional de Agroecología, se creó en agosto pasado, y es la primera vez que el Estado nacional avanza por ese rumbo. Y Cerdá es colega de Somma, lo que explica la convergencia de miradas. “Detrás de esto hay una teoría, que es la de redes ecológicas –explica el titular de Parques Nacionales–. El concepto es que se puede tener un área protegida, un Parque Nacional muy grande, pero si resulta difícil articular ese diseño, puede resultar funcional (aunque no sea lo mismo), un conjunto de áreas más pequeñas que tengan alguna vía de conectividad entre ellas. Es parecido al concepto de redes de la informática, pero en este caso más que el flujo de datos son movimientos de especies, tanto vegetales como animales: estamos hablando de conectividad biológica”.

 

“Como la situación en el Delta era de retroceso y ausencia del Estado especialmente en los últimos cuatro años –continúa Somma– la comunidad isleña quedó a la buena de Dios, soportando presiones que tienen que ver con el cambio de uso de la tierra. Esto es utilizar las islas con modificación del régimen hídrico, endicar y pasar a hacer, por ejemplo, agricultura, llevando el modelo pampeano a la isla. Con ello estaríamos afectando muy fuertemente el Humedal –que en realidad es un macromosaico de humedales– e impidiendo que cumpla con los servicios ecosistémicos que son muy importantes”.

Somma hace una pausa en la explicación para realzar la importancia de los “servicios” que va a mencionar: “Uno, por ejemplo, es la amortiguación de crecidas. Si no hubiera islas, las crecidas sobre las ciudades de la ribera serían mucho más intensas, porque el conjunto de las islas funciona como una gran esponja y absorbe parte de los flujos de crecidas. Si hubiera un dique a algún lugar el agua va a ir a parar, y va a ir sobre las ciudades de la costa”.

Somma advierte que el riesgo es real y que Rosario lo corre. Pero no es lo único: “Otro servicio muy importante es que cuando queda retenida el agua en la isla, con la trama vegetal y el propio suelo se genera, por decantación y deposición, un filtrado de contaminantes. Es decir que se purifica el agua que puede estar arrastrando contaminantes, como la acumulación de agroquímicos usados en tierra firme”, subraya.

Y aclara que está comprobado: “El Cima, el Centro de Investigaciones en Medioambiente de La Plata, reflejó en un trabajo científico que a lo largo del Paraná hay procesos de contaminación graves, que no son propios del río sino que está funcionando como un colector de procesos que se dan en tierra firme y llegan por arrastre. Los ríos que desaguan en el Paraná arrastran metabolitos de agroquímicos. Esto es delicado: estamos poniéndole poca atención al tema de cómo los ríos de la región pampeana, que terminan conectando en el Paraná, están matando la fábrica de agua potable que es el río. Porque aparte de un vector de transporte, el Paraná es la principal fábrica de agua potable para el eje poblacional Santa Fe-La Plata, donde vive el 60 por ciento de la población argentina”.

 

Encendiendo el faro

Al cuadro, complejo de por sí, que traza el titular de Parques, se le suman las quemas, que no hacen más que agravarlo. Lo cierto es, como denuncian algunas de las ONG que se plantan frente a las quemas, que una sola persona con cuatro fósforos puede gestar un desastre. Y si la situación se atiende tarde, al Estado le cuesta millones de pesos, y al ecosistema pérdidas irreparables en el corto plazo y mediano plazo. Para eso aparecen los Faros de Conservación.

“Nos parecía que contar, aunque sea, con reservas más chicas antes que una gran reserva en todo el Delta, que tengan conectividad fluvial, vinculación y trabajo técnico de Parques en todo el macromosaico de humedales podía ser una política efectiva. Para eso ya contábamos en Diamante, Entre Ríos, con el Parque Nacional Predelta, el Parque Nacional Islas de Santa Fe que en realidad no estaba implementado (nunca se hizo una implementación efectiva con personal y recursos) y nos parecía importantísimo empezar a tener otra acción de Parques Nacionales en el Delta. Así también estamos fortaleciendo lo que era la antigua Reserva Otamendi, en el Parque Ciervo de los Pantanos, frente a Campana, por lo que implica el trabajo hacia la isla y el efecto educativo que tiene una reserva en el entorno de toda el área metropolitana de Buenos Aires. Así es como queremos potenciar Gaboto en relación a Rosario con el parque Islas de Santa Fe”.

Somma menciona que se hilvanó una propuesta de políticas públicas, que Parques Nacionales llevó al Piecas, el resucitado Plan Integral Estratégico para la Conservación y Aprovechamiento Sostenible en el Delta del Paraná, que se entretejió tras las grandes quemas de 2008. Y que para cada Faro la estrategia es sumar recursos de múltiples agencias de Nación, provincias y municipios “para establecer un canal de presencia estatal vinculada con la conservación de la naturaleza”.

Así, cada Faro de Conservación aparece como una bisagra de articulación de Parques Nacionales, el Inta, el Senasa, las universidades, el Conicet, y eso sólo nombrando a los actores que aportan desde la Nación.

Pero hay más agencias en camino, ya que la APN, cuenta Somma, se sumó en tiempo reciente al Consejo Interinstitucional de Ciencia y Tecnología (Cicyt), es decir que la institución, cuyo recorrido en la última década la llevó del Ministerio de Defensa a la cartera de Ambiente, ahora es también una institución del sistema científico-tecnológico nacional. “Es un organismo más como es Inta, el Inidep (de Pesca), el INA (del Agua), las universidades”, explica Somma, e indica que desde la investigación científica se puede atacar el problema de las quemas, pero a la vez trazar una estrategia de aprovechamiento sustentable del Delta. Y, de igual medida, de desarrollo local de las comunidades isleñas, en primera línea entre los afectados por los incendios.

Para Somma, una estrategia común entre todas las áreas nacionales con otras provinciales y locales es la respuesta al problema. “En el Delta tenemos una excelente vinculación con los responsables ambientales de las tres provincias, con la ministra Erika Gonnet, de Santa Fe; con el secretario de Ambiente de Entre Ríos, el ingeniero Martín Barbieri, que es colega, y con Juan Brardinelli del OPDS, el Organismo Provincial de Desarrollo Sustentable de Buenos Aires”, apunta.

Somma marca que el gobierno de Mauricio Macri mantuvo el Piecas en la teoría, pero lo desatendió por completo en la práctica. “La asunción del nuevo gobierno lo puso nuevamente en marcha. Empezamos a contar con una herramienta de ordenamiento territorial, y a partir de ahí vamos a tomar decisiones que nos permitan capacidad preventiva, detección temprana”, explica en relación a los focos. “Si tenemos cercanía con la región, no sólo podemos resolver estos problemas sino también trabajar con la comunidad isleña en una mejora de sus condiciones de vida y en una perspectiva de desarrollo”, se entusiasma.

El funcionario recuerda como ejemplo que agentes de Parques Nacionales tienen experiencia en trabajo conjunto con pescadores artesanales en sus circuitos productivos. “No solamente un ojo en la conservación, sino también en los otros pilares, como el desarrollo local. Hay unos 300 pescadores registrados en Puerto Gaboto: tienen que ser nuestros socios en el territorio, pero para eso tenemos que tener presencia”, explica.

El titular de Parques insiste en que la cuestión va en serio y que cuenta con con recursos: “Tenemos presupuesto para el Parque Islas de Santa Fe, para el Parque Predelta y el Parque Ciervo de los Pantanos para todo 2021. Estamos gestionando un proyecto del Banco Mundial para fortalecer estas áreas, lo que significará un proyecto de 42 millones de dólares de fortalecimiento con financiamiento internacional”.

Además de los tres parques, Somma tiene en cuenta a otras dos áreas, claves en la articulación en red que había mencionado: la Reserva Natural Isla Botija, en Zárate, provincia de Buenos Aires, y la Reserva de Biosfera Delta del Paraná, de la Municipalidad de San Fernando, también en territorio bonaerense, con la firma de un convenio para “cooperar de manera más intensa”. Y para la base del conocimiento e investigación en el territorio menciona el repaso de las universidades: además de la Universidad Nacional de Rosario cuenta a la Universidad Nacional de Luján, a la Universidad Nacional de Entre Ríos y la Universidad Autónoma de Entre Ríos, ambas con centralización en Paraná.

Una red vasta, para un problema extenso e histórico.

 

¿Y por qué se quema?

En su década de trabajo en el Inta, Somma revistó en la sede de Pergamino y, la mayor parte del tiempo, precisamente en el Inta Delta, en el Paraná de las Palmas. Y admite que sí, que las quemas fueron un mecanismo tradicional, y extendido. “Los isleños históricamente habían tenido una práctica de utilizar el fuego como una herramienta muy económica de manejo del pastizal. Se quemaba a la salida del invierno buscando un rebrote tierno. De manera que arrancaban la primavera con buena calidad de materia seca y sin la broza, que quedaba seca con las heladas del invierno. ¿Qué ocurre? Realizar estas prácticas en la década del 40, 50, 60, hasta los 70, con la densidad poblacional que había, no tenía mayor impacto sobre las ciudades, que eran más chicas. Y no había un eje de transporte como el de hoy, prácticamente con un continuum de autopista entre Santa Fe y La Plata”, explica.

Somma también refiere que también en muchas otras partes del mundo se utiliza el fuego como herramienta para el manejo de pastizales, pero aclara: “Se encuadra dentro de una mecánica que se denomina «quemas prescriptas». Se anuncia a la agencia que maneja los recursos naturales en la zona en qué fecha se va quemar, el plan de contingencia por si se llega a escapar la quema, cuáles son los cortafuegos que se diseñaron, y qué equipo de personas está dispuesto para implementar ese plan de contingencia, con capacidad de supresión del fuego. Y así y todo, si ese día que estaba autorizado llegan a cambiar las condiciones meteorológicas, por ejemplo el viento, la agencia puede detener todo. Es decir: hay toda una planificación para el uso del fuego”.

El Delta está lejos de esa dinámica. Tanto, que los reclamos de las ONG de diferentes ciudades es incluso de provincias es que no sólo se investigue la cadena de responsabilidades por los fuegos, sino también la cadena de presuntas complicidades que los hacen posibles.

De cualquier modo, mientras la Justicia federal avanza –o no– en las investigaciones y la propia cabeza del Poder Judicial, la Corte Suprema de Justicia, se involucra, el gobierno nacional traza su estrategia paralela y con un eje claro: “No podemos implementar hoy el fuego como herramienta como se hacía en la década del 60 y del 70. La generación de humo en el corredor vial, particularmente en el tramo Rosario-Buenos Aires donde en esa época del año después del invierno hay formación de niebla, que sumándola al humo es una mezcla fatal. Explosiva”, concluye Somma.

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