Ciudad

Autodeterminación vs imposición

Explosión de demanda de tratamientos estéticos y cirugías en Rosario

Rosario es parte de una explosión mundial, claro fenómeno pospandemia. Como siempre hay voces contra el canon de belleza hegemónica a lo que se contrapone otra idea feminista: nadie puede decidir sobre mi cuerpo. En el medio, recomendación de evitar a quienes no son profesionales en caso de hacerlo


Ilustración de Ana Stutz

«Amate. Tu cuerpo está bien. Aceptate», es uno de los mensajes que circula en las redes sociales. También, la publicidad permanente de centros de estética e imágenes de una belleza hacia donde orientar los cuerpos y el dinero. A priori, ninguno de estos discursos se impone sobre el otro. Quizá haya una tercera opción: hacé lo que quieras. 

En Rosario los centros de estética no paran de crecer. Desde que empezó la pandemia, también aumentó la demanda de cirugías estéticas. No es un fenómeno singular de la ciudad, es mundial. El Ciudadano habló con profesionales de la cirugía plástica, dermatología y psicoanálisis en un intento por describir y pensar este fenómeno contemporáneo. De las conversaciones se desprenden algunos temas urgentes que van desde el avance de estas prácticas por parte de médicos no especialistas y los problemas de salud que conlleva, las capacitaciones express que ofrecen las empresas multinacionales para distribuir más sus productos hasta la sobreexposición a imágenes, la persistencia de los ideales de belleza y la magnitud de los mandatos de la época. 

Números y obsesión por las imágenes

Según los datos de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora -Sacper- en Rosario por lo menos el 70 por ciento de las intervenciones son para mujeres y un 30 por ciento corresponden a hombres, aunque este número viene creciendo en los últimos años.

De acuerdo a su frecuencia, la mayor demanda se concentra en las cirugías de mamas (sobre todo, aumento); le siguen las cirugías de reconstrucción post bariátricas, es decir, post cirugías para bajar de peso, que vienen creciendo de forma notable; las lipoabdominoplastias, dermolipectomías y lipoaspiraciones que buscan obtener un abdomen plano, eliminar grasas de allí y otras partes del cuerpo; las rinoplastias, es decir, cirugías de nariz; las blefaroplastias que tienen como objetivo rejuvenecer párpados y, por último, los lifting faciales para eliminar arrugas o “imperfecciones” de la piel.

Además, de los datos ofrecidos por Sacper se observa que en los casos de cirugías de mamas, nariz y lipoaspiración el interés empieza a los 18 años y se extiende hasta los 50. En el caso de las cirugías de orejas (auriculoplastias) las edades van de los 12 a los 30 años. 

A la par, crece rápido y mucho la demanda de tratamientos que no requieren el ingreso a un quirófano: la aplicación de inyecciones, tecnología láser o ultrasonido. La mayoría de los pacientes comienzan por procedimientos no invasivos y si consideran que no resultan optan por las cirugías.

Para Margarita Scotta, psicoanalista e integrante del equipo multidisciplinario de tratamiento y cirugía de la obesidad en el Sanatorio Británico, “es una época que tiene una fascinación con la imagen”.

“Hay una fascinación con las imágenes, por lo tanto con una parte de nosotros que es la imagen de nuestro cuerpo. Nos fascina esa imagen, hasta obsesionarnos y generar regresiones narcisistas. Entonces, mirándome a mí mismo continuamente aparecen estas inquietudes: «a ver si me agrego esto acá» o «si me opero esta parte». No se trata de un juicio moral, pero sí tiene que ver con los narcisismos de cada época. Y con los imperativos históricos cómo debemos vernos”.

Gabriela Cella se dedica a la dermatología hace casi treinta años. Evaluó que la demanda aumentó con la pandemia. “Estar tan encerrados y tan conectados a través de celulares y pantallas hizo que la gente se viera más a sí misma. De repente se tenían que conectar y pensaban «¿Tan demacrada estoy?» Se veían las ojeras o lo que fuera y fue como un redescubrimiento. La gente se miraba más y creo que se sumó a toda la emoción difícil de transitar ese periodo tan angustiante”.

Al consultorio llegan personas de todas las edades. Hay preocupaciones por arrugas o formas anatómicas de nacimiento así como por modas acerca de cómo verse. Para todas, o casi, hay un posible tratamiento o cirugía. Aunque “a veces parece que buscan magia” y ocurre que los resultados no son exactamente lo que esperan o no se asumen los riesgos, por ejemplo, que implica entrar a un quirófano.

Tanto Cella como Nicolás Borgatello y Carlos Arce, cirujanos plásticos integrantes de Sacper en Rosario, consideran fundamental que antes de realizar cualquier intervención haya una entrevista y una evaluación, un diagnóstico a partir del cual la recomendación del profesional puede ser por sí como por no.

Para Cella es importante que los médicos traten a sus pacientes como personas, como un todo, “no se puede solo observar un punto, una parte del cuerpo” y valora que “a veces la estética puede ser la puerta de entrada para algo mucho más importante que es la salud, a partir de las preguntas que uno hace y lo que uno observa”. 

Se necesita un ojo entrenado y una especialización para detectar e intentar solucionar problemas tan graves como melanomas -cáncer de piel- así como casos de dismorfia corporal en la que quienes lo padecen se obsesionan con un rasgo físico que consideran un defecto -y que a veces otros ni ven- entonces tratan de ocultarlo y modificarlo. 

Intrusismo e intereses económicos

Scotta sintetiza: “Hoy las imágenes proliferan, estamos invadidos por ellas, nos damos a ver continuamente y los avances técnicos de la medicina plástica y reparadora exacerban este ánimo colectivo”.

Si las intervenciones en el cuerpo antes eran solo para aquellas personas que podían pagarlas, hoy las nuevas condiciones del mercado permiten un mayor acceso. Los tres médicos alertan sobre una práctica que se extiende: el intrusismo. Se trata de médicos matriculados que no hicieron su especialización en cirugía plástica ni en dermatología -que son las ramas de la medicina más adecuadas para estos tratamientos- pero hacen alguna maestría o curso en Estética, plataforma considerada insuficiente para realizar estas prácticas de forma segura.

Despierta preocupación porque hoy los centros de estética -que ofrecen servicios para robustecer labios o disimular ojeras o tratar la celulitis o eliminar vello, entre muchos otros- se multiplican por toda la ciudad en forma autónoma -a veces dentro de lugares como gimnasios o peluquerías- con poca o nula regulación sobre la práctica.

Arce se dedica a la cirugía plástica hace más de veinte años y explicó que existe un lobby de las empresas multinacionales que incentivan que cada vez más personas hagan las aplicaciones de sus productos, como el ácido hialurónico en los labios, “lo suponen como algo fácil y hay médicos que se largan a hacerlo”.

“Dan capacitaciones gratuitas, invitan a congresos, arman cenas, workshops. Eso hace lobby en médicos que no necesariamente son especialistas en cirugía plástica o dermatólogos pero los capacitan y tratan de abrir el abanico de ventas de este tipo de productos, eso hace que más médicos hagan esos tratamientos y bajen mucho los precios”, explica.

Además, calcula que en Rosario hay “más de setenta cirujanos plásticos pero médicos que hacen estética sin ser cirujanos plásticos ni dermatólogos debe haber cerca de doscientos”. 

Esta situación “hace que un montón de pacientes deambulen por un montón de consultorios” en los que, detalla, la preocupación pasa por la diferencia económica que hay que abonar y no en verificar si son profesionales especialistas.

Muchos de ellos se publicitan a través de las redes sociales, en particular Instagram que es una plataforma en la que muchos encontraron una posibilidad de ampliar sus pacientes (o  clientes).

¿Los riegos? Problemas de salud como quemaduras, hiperpigmentación o necrosis, entre otros. “Hoy no se ven muchos médicos que coloquen productos no autorizados, antes se veía mucho, pero hoy las redes sociales hacen que un médico no entrenado pague una marca reconocida y la coloquen a los pacientes con precios baratos. Pero un producto de una marca reconocida mal colocado puede traer problemas serios. No hablo de la muerte del paciente, pero a veces, por ejemplo, inyectan en zonas donde no hay que inyectar o técnicamente no inyectan bien y producen necrosis”, desarrolló Arce y agregó que cuando esto pasa trae problemas muy graves “en el sentido de que es muy difícil corregirlos y terminan trayendo problemas que requieren cirugías reparadoras”.

A diferencia de una maestría o cursos en estética, una especialización en cirugía plástica lleva por lo menos cuatro años de formación y práctica, adquiriendo así un conocimiento muy profundo de la anatomía del rostro y de cómo se ven los músculos por debajo de la piel. Además, mientras hacen sus residencias practican con médicos superiores que supervisan todo el tiempo su trabajo.

Lo mismo pasa con la especialización en dermatología, Cella considera que son estos profesionales los que mejor conocen la piel y explica: “La piel es muy importante porque es el órgano más extenso del cuerpo y es el que te conecta con los otros. Tiene una conexión muy importante con lo funcional, es decir, tiene un doble feed back la piel y las emociones”. Y agrega: “Además la creciente consulta de cuidados de skincare tiene que ver con que su cuidado impacta mucho en el autoestima”.

Imperativos y control de la imagen

En redes sociales -y fuera de ellas también- se leen, escuchan o infieren ciertos mandatos acerca de cuánto deberían medir algunas partes del cuerpo o qué aspecto tendrían que tener. También hay otros mandatos que hablan del amor propio, el cuidado del autoestima y la aceptación de los cuerpos tal como se ven. Las redes están repletas de artistas, empresarias o influencers que replican esos mensajes.

A la asociación entre redes sociales y mandatos de época, de belleza y de amor, Scotta responde: “Con esta inquietud en la que estás situada en el hoy, en la actualidad, me acordé del Banquete de Platón, del siglo IV antes de Cristo. Es el texto más antiguo que se conserva sobre el Eros, sobre el amor y la erótica. Justamente ahí lo dice Diotima, la única mujer que habla en el Banquete aunque no está presente porque no asistían mujeres. Cuando a Sócrates le toca dar el discurso dice: yo voy a hablar de lo que me enseñó una mujer sobre Eros. El discurso de Diotima ya planteaba que en el ser humano hay partes de su cuerpo que no tolera y son rechazadas. Cuatrocientos años antes de Cristo, lo escribió Platón”.

Siguiendo esta línea, parece que la preocupación por el cuerpo lleva siglos y Scotta reflexiona desde el psicoanálisis. “Tendríamos que hablar de la constitución psíquica del ser humano, hay algo de su cuerpo que nunca lo ve. No vemos el cuerpo que tenemos. Para eso se inventaron los espejos. Por eso, cuando nos vemos en el espejo tenemos una sensación rara. El cuerpo se arma con una identificación a una imagen del cuerpo que alguien, una mirada exterior, validó”.

Esta fascinación con las imágenes que observa Scotta “implica regresiones al narcisismo. Es un rasgo de esta época. La palabra narcisismo tiene una connotación negativa pero no me refiero en absoluto a eso, sino al campo libidinal en relación a la imagen de mí mismo”. 

Caben algunas preguntas que pueden ir en este sentido: ¿qué problemas trae esta regresión narcisista? ¿Cuál es el papel de los mandatos de belleza? ¿Cambiaron a través del tiempo?

“Creo que estos mandatos siempre son fuertes. Desde la cultura nos vuelven miradas como mandatos y perspectivas ideales”, responde. “Notamos que hoy los imperativos a tener cierta imagen están interiorizados, no vienen desde afuera sino que los fenómenos clínicos nos muestran que viene desde el interior de las personas”, sostiene y conecta con la obra del filósofo francés Michel Foucault cuando describió y anticipó el pasaje de sociedades disciplinarias a sociedades de control. “Hoy se confirma esta interpretación. Es impresionante y siniestro a la vez, vivimos en una sociedad de control, ansiamos controlar la imagen que tenemos: yo me voy a dar a ver cómo yo me percibo y quiero que me vean, controlo ese circuito, me intervengo el cuerpo, me opero”.

Cómo salir del narcisismo

En una de las tantas webs en español que recorrió El Ciudadano para relevar los tipos de operaciones y tratamientos estéticos que se ofrecen, encontró la descripción de la otoplastia o auriculoplastia, una cirugía específicamente para orejas. Así dice un fragmento: “Es usual realizarla durante la niñez para reducir el número de años en que el niño queda expuesto a la burla de sus compañeros. Se realiza una incisión detrás de la oreja, y luego se puede retirar una porción de cartílago o moldearlo para luego reubicar la oreja y suturar”.

Si de mercado se trata, no escapa nadie: niñas, niños, adolescentes, adultos, adultos mayores, todos son posibles clientes. Los tres médicos consultados confirman que hubo un notable aumento de tratamientos de estética pero consideran que hace décadas existen estas inquietudes, que quizás ahora el punto tenga que ver con la mayor posibilidad de acceder económicamente a los tratamientos.

Scotta concluye un posible desafío de la época: cómo salir de este narcisismo que nos tiene atrapados. “Es la gran pregunta, cómo salir de la adoración a la imagen de mí mismo. Es el gran drama humano, cómo salir del propio narcisismo e ir hacia el otro, cómo salir de la fascinación con la propia imagen para realmente abrirse y conectarse, relacionarse, con el otro. Cada época complica esto a su manera”.

Habla de las decepciones y cortocircuitos que se generan rápidamente entre personas porque de alguna manera “mientras el otro es semejante a uno y refleja una imagen en la cual uno se reconoce no hay mayores problemas, pero cuando aparece lo que no es semejante, lo que no me refleja, lo propio del otro es muy difícil de tolerar”. Así lo observa en el consultorio. Cuando esto ocurre, piensa, es ahí “donde hay más repliegue al narcisismo y vuelta a la búsqueda de satisfacción en la imagen de uno mismo”.

Cirugías, láseres, ondas rusas, inyecciones, implantes, “correcciones” o filtros de redes sociales… “La tecnología tiene esta vuelta complicada. Tenemos elementos artificiales en el organismo… ¿Qué pasa con el nivel simbólico del cuerpo? Con lo que el cuerpo representa sin las intervenciones reales del avance tecnológico a la que nos sometemos…” desliza Scotta con una idea que más que concluir da pie a la escritura de una nueva nota.

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