Ciudad

La otra guerra

“Estuve 15 días estaqueado”

Carlos Trangoni es uno de los veteranos que denunciaron haber padecido vejaciones. Nacido en Chaco, fue movilizado hacia las costas de Santa Cruz pero no entró en combate. En cambio, cuenta lo que padeció por parte de sus superiores.


“Reclamo un resarcimiento al Estado por haber sido estaqueado y vejado, mientras los que me torturaron cobran sus pensiones”, dice, molesto, Carlos Trangoni, quien hizo el servicio militar en su Chaco natal, en el Grupo de Artillería VII de Resistencia, en 1981. “Por ir a pedir comida a la vida civil me hicieron estar 15 días estaqueado, al sol, y sufrir permanentes amenazas por «subversivo»”, agrega el veterano, que fue movilizado durante la Guerra de Malvinas hacia la bahía San Julián, en el “continente”, a la espera de entrar en combate. Fue allí, en el medio de los acantilados de Santa Cruz, donde también fue testigo de torturas, por las que declaró, vía exhorto, en los Tribunales de Río Grande; y por su caso particular, en los de Resistencia. Su caso, como otros denunciados, quedaron sin respuesta en la Justicia argentina –la Corte Suprema cerró el expediente en febrero– y la propia presidenta Cristina Fernández se refirió al tema en su mensaje al Congreso el 1º de marzo, en la inauguración de las sesiones ordinarias: “Espero que vayan a la Corte Interamericana. Estoy segura de que van a ser atendidos”, les sugirió. Y este mes se concretaría la presentación en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

“Luego de hacer públicas mis denuncias fui citado en septiembre de 2007 a una junta médica que en realidad fue un interrogatorio, donde tuve que dar detalles de cómo nos vejaban y amenazaban nuestros superiores”, agrega el hombre que hace 27 años vive en Rosario, y muestra su certificado de discapacidad para trabajar. Trangoni no cobra pensión como veterano de guerra porque perteneció a las tropas que fueron movilizadas hacia las costas patagónicas a la espera de cruzar a las islas, pero no entraron en la zona de exclusión. “Como no combatimos, quedamos discriminados”, refiere con amargura.

“Llegamos con el Grupo de Artillería VII desde Chaco a bahía San Julían el 5 de mayo de 1982 y estábamos de reserva. Allí fui testigo de cómo estaqueron al soldado Sandoval y di testimonio de ello. Incluso había un muchacho toba, de apellido Cortez, que vive en Rosario, que cuando estuvimos allá, lo ponían a custodiar a un pingüino y si le pasaba algo al animal lo sometían a «bailes». Así era como los militares trataban a sus soldados”, se indigna Trangoni.

El 25 de septiembre de 2007 Trangoni hizo la denuncia por su propia tortura ante el Juzgado Federal de Resistencia, además brindó testimonio de lo sucedido con sus compañeros en una causa que se tramita en los Tribunales de Río Grande, Tierra del Fuego: “Mi causa llegó a la Corte Suprema, ya no se dónde más tengo que ir. Me dicen que no soy veterano de guerra porque no combatí, pero tengo hasta el diploma del Congreso de la Nación que me reconoce como tal”, agrega quien además dice tener las “secuelas” que le dejó el cúmulo de situaciones: “Tomo pastillas para los nervios y tengo problemas en la piel. Creo que tengo argumentos suficientes para poder cobrar la misma pensión que los ex combatientes”.

Además, espera que salga favorable el juicio que por torturas le inició en Resistencia a quienes debía reportar: el entonces coronel Bernardino Oscar Pucheta, jefe del grupo con el que Trangoni cumplía el servicio militar; el sargento Carlos Daniel Franco, el teniente coronel Roberto Obdulio Godoy, y el teniente D’Ambrosio (no recuerda su nombre), quien ordenó que fuera estaqueado con otro cinco soldados.

Actualmente, Trangoni teme que su causa “quede en la nada”. “Incluso quiero ir al Ministerio de Defensa, porque no sé si entre los papeles que se quemaron en el Edificio Libertador hace un par de semanas justo esté mi caso”, señala desconfiado.

Según refiere, en julio de 2009, el Estado Mayor General del Ejército ordenó un reconocimiento médico, pero desde entonces le niegan la existencia de ese certificado. Ese documento es imprescindible para  la causa por delitos de lesa humanidad que sufrió cuando era soldado, en 1981, en el grupo de Artillería 7 de Chaco.

Cuando pidió el resultado del examen, le negaron su existencia: “No recibí notificación alguna, fui personalmente al Ministerio de Defensa para pedir copia del reconocimiento que me habían efectuado y me dijeron que no había ningún tramite a mi nombre”, dice, molesto, mientras acredita copia de cada trámite. “Mi caso llegó a la Corte, pero está todo parado. Y en una fecha tan cara para mi generación, el pedido de justicia sigue intacto”, concluye.

El hermano de Carrió

“Estábamos con un grupo de soldados en la guardia y dejamos salir a un compañero para que busque comida en la vida civil. No nos daban suficiente comida, pasábamos todo el día bajo el rayo del sol y nos deshidratábamos rápidamente. El castigo fue estaquearnos al sol, venía el capellán Andrés Agüero y nos hacía rezar cinco Padrenuestros y cinco Ave María: «Van a ser mejores soldados», nos decía”, relata Trangoni. Entre su colimbas compañeros –recuerda– había uno mayor que ellos, que había pedido prórroga para recibirse: había estudiado medicina. “Era Rolando Carrió (hermano de Lilita) y él nos llevaba a la guardia y nos ponía suero para hidratarnos cuando ya no dábamos más”, recuerda el denunciante.

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