Coronavirus

Crónicas de cuarentena

Estado de rebeldía en pandemia: voces que reclaman libertad, ignoran derechos

Durante la pandemia debimos aprender a cultivar la paciencia, y en ciertas ocasiones, la definitiva aceptación de lo negado. Claro que no resulta fácil, y para muchos se ha evidenciado como imposible. Reclamar derechos sin asumir responsabilidades no es el camino adecuado para terminar la pesadilla


Elisa Bearzotti / Especial para El Ciudadano

La aceptación, una de las virtudes más difíciles de aprender, requiere desplegar dotes budistas en nuestro interior. Sin embargo, la pandemia nos convirtió en maestros de ese difícil arte. Desde su inicio, debimos asumir en forma abrupta una suma de imposibilidades, ya que todo se volvió mucho más complicado: transitar, reunirnos, viajar, ir dónde y cómo se nos antoje, volver a casa a la hora que queramos, visitar a nuestros padres, hijos y hermanos desperdigados por el mundo, además de las dificultades para comprar, vender, trabajar, hacer trámites, ver al médico, ir al dentista… Es decir, durante todo este periodo debimos aprender a cultivar la paciencia, y en ciertas ocasiones, la definitiva aceptación de lo negado. Claro que no resulta fácil, y para muchos se ha evidenciado como imposible. Los primeros en mostrar su rebeldía fueron los jóvenes, quienes, desoyendo consejos y desafiando prohibiciones, se aventuraron a encuentros y fiestas clandestinas, incrementando con su conducta las cifras de contagio y contribuyendo a la difusión de la pandemia. Luego llegaron los adultos que, enarbolando un distorsionado concepto de “libertad”, se lanzaron a la calle con diversos reclamos para expresar su derecho a decidir. Las marchas y desfiles de distinta magnitud ocurrieron en varias partes del globo, aunque siempre en suelos “occidentales y cristianos” donde la sacrosanta “libertad individual” es objeto de devoción. Y, por último, la rara tipología que conforma el universo “antivacunas” terminó de contaminar las aguas destinadas a lograr la recuperación mundial de la pandemia.

En estos días, el devenido famoso virólogo Anthony Fauci, principal consultor médico del presidente Joe Biden, indicó que el país del norte está yendo en la “dirección equivocada” en su afán de contrarrestar los estragos de la nueva ola de coronavirus, que se extendió con la llegada de la variante delta, debido a la reticencia de muchos estadounidenses (aproximadamente la mitad de la población) a recibir la vacuna. “Estamos prácticamente suplicando a las personas no vacunadas que salgan y se vacunen”, explicó durante una entrevista para la cadena CNN. Incluso en Nueva York, donde el 59% de los habitantes recibió al menos una dosis de la vacuna anti-covid-19, y el 65% de los adultos está completamente vacunado, dos datos encendieron las alarmas: a principios de abril se registraban más de 100.000 dosis administradas por día, pero ahora la cifra diaria no supera las 18.000, y desde fines de junio se experimentó un aumento de más del 300% en el promedio diario de contagios. En ese contexto, 57 grupos que representan a millones de médicos, enfermeras, farmacéuticos y otros profesionales de la salud pidieron la vacunación obligatoria para los trabajadores del sector. “La salud y la seguridad de los trabajadores, las familias, los residentes y la nación dependen de ello”, afirmaron en la declaración. A diferencia de la mayoría de los países, Estados Unidos nunca se enfrentó a problemas de escasez de vacunas, por lo que el alto número de personas no inmunizadas responde al escepticismo de un gran porcentaje de la población y a la oposición activa de los movimientos antivacunas.

En vista de la situación, el presidente Joe Biden decidió “ajustar las clavijas” y tomó una serie de medidas tendientes a aumentar la velocidad de la vacunación dado que, según sus propias palabras se trata de “una cuestión de vida o muerte”. Entre las principales disposiciones se encuentra la de exigir a millones de empleados federales que se inoculen o acepten cumplir una serie de restricciones, como llevar barbijos al trabajo, mantener distanciamiento físico con otros empleados, y realizarse pruebas de detección una o dos veces por semana. Todo ello fue anunciado en una conferencia de prensa desde la Casa Blanca, donde el presidente norteamericano destacó que esto “no es una cuestión entre estados republicanos o demócratas, sino una cuestión de vida o muerte” y enfatizó: “Muchos hablan de libertad, pero la libertad también conlleva responsabilidades, así que hay que vacunarse”. Entre otras cosas, Biden anunció también que ordenará al Pentágono estudiar la posibilidad de añadir la vacunación obligatoria para los miembros de las fuerzas armadas, y pedir a los gobiernos estatales y locales que ofrezcan 100 dólares como incentivo para que los más resistentes se vacunen. En coincidencia con estos anuncios, las autoridades del Congreso indicaron al personal de seguridad que podrá arrestar a quienes se nieguen a usar tapabocas dentro del Capitolio. Estas medidas, que no llegan a la obligatoriedad absoluta, implican un cambio de rumbo para la administración actual, que hasta ahora insistía más en la responsabilidad individual y en los mensajes de fomento a la inoculación. Sin embargo, ante la ferocidad de la cepa delta, incluso en un país que se autoproclama como defensor a ultranza de las libertades individuales, las autoridades decidieron que, en esta ocasión, las personas deberán someterse al derecho colectivo.

En Francia, mientras tanto, los rebeldes hicieron sentir sus voces en las manifestaciones que se dieron en todo el país para protestar contra la ampliación del certificado sanitario. Según el canal BFMTV, más de 160.000 manifestantes salieron a las calles de las ciudades francesas para manifestarse en contra de la ampliación de la exigencia del pase sanitario que ya regía para entrar a cines, teatros, museos y reuniones de más de 50 personas, como también a determinados eventos deportivos y ferias, y que ahora se exige además para acceder a restaurantes y el transporte público, de acuerdo al proyecto de ley impulsado por el gobierno y debatido luego por el Senado. Los manifestantes, que aseguran que las protestas van dirigidas contra la obligatoriedad de tener que presentar un “certificado covid” y no tanto contra la vacunación, criticaron que dicha norma supone un “desprecio” hacia las “libertades democráticas”, desplegando consignas como “mi cuerpo, mis elecciones, mi libertad”; “vacunas y antivacunas unidos contra el pase” y “pase nazitario: no”.

Creo que estas expresiones indican que a la humanidad de hoy aún le falta comprender algo: no es posible salir de esta pandemia sin el compromiso colectivo. Claro que el mundo no siempre fue así, el individualismo y el amor por uno mismo son marcas de la época y, si no las cambiamos, probablemente nos conduzcan a la extinción. Levantar la cabeza y empezar a mirar al otro es la clave para superar la pesadilla actual… y quizás también para asegurarnos un lugar sobre la Tierra.

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