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“Eso es cosa de mujeres”

Por: Elisa Berazotti

Hoy, en todo el mundo, se recuerda el “Día de la Mujer”, y si bien la causa de la elección de esta fecha es algo borrosa, sí se sabe que remite a una serie de acontecimientos ocurridos a principios del siglo XX que tienen que ver con la búsqueda del reconocimiento de derechos, poniéndose cada vez más en evidencia los mecanismos de dominación y sojuzgamiento de la mujer por parte de la sociedad.

Los movimientos anarquistas y comunistas ya venían bregando por los reclamos surgidos a partir de la creciente incorporación de las mujeres al ámbito laboral y en 1910 la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, a propuesta de la socialista alemana Luise Zietz proclamó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora como una jornada de lucha por los derechos de las mujeres.

Pocos meses después, como consecuencia de la decisión adoptada en Copenhague el año anterior, por primera vez se celebró el acontecimiento el 19 de marzo de 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, realizándose manifestaciones a las que asistieron más de un millón de personas. En esa oportunidad se presentó un petitorio exigiendo para las mujeres el derecho al voto, al trabajo, a la formación profesional, a ocupar cargos públicos y a la no discriminación laboral.

Apenas una semana después,  el 25 de marzo de 1912, el incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York, en el cual murieron 146 mujeres y 71 resultaron heridas debido a que los dueños tenían bloqueadas todas las salidas, se transformó en una burla a los reclamos realizados. La dureza del hecho mostró una cruda realidad: mientras un grupo de mujeres bregaba por la incorporación de mayores derechos sociales y políticos, otras aún luchaban por su mera subsistencia en condiciones de cuasi esclavitud.

Unos años después, el 8 de marzo de 1917, un grupo de mujeres salió a protestar por la falta de alimentos en la Rusia zarista y fue la mecha que encendió la llama de la revolución que sobrevino.

En definitiva, datos más, datos menos, parece que en marzo fue y fue rebelde la forma, porque no hay otro modo de sacudirse el yugo cuando el tiempo apremia y no hay respuestas. Las grandes guerras del siglo terminaron de “desarmar” el sistema patriarcal y el mundo se reacomodó de acuerdo a criterios menos “sólidos”.

Desde entonces la participación de las mujeres en los ámbitos públicos dejó de ser cosa ocasional de unas pocas ilustradas para transformarse en algo cotidiano y generalizado. Los reclamos de género encendieron mentes y corazones y entonces llegaron la diplomacia y las campañas publicitarias, los foros, los grupos de ayuda y autoayuda, los centros “en defensa de” y las políticas gubernamentales.

Pero ocurrió algo más: esas reivindicaciones aparecieron de la mano del parto en casa, el horóscopo chino de Ludovica y los encuentros de amigas, la literatura y el té (que no sólo no se oponen sino que resultan requisito indispensable para subsistir), la escuela de los chicos, el curso de posgrado, el cáncer de mama y de útero, el método elegido para “cuidarse”, el cotilleo, los carbohidratos, la anorexia de las chicas, el postre de chocolate y los viajes solas.

De pronto ya no nos dio vergüenza que dijeran: “Eso es cosa de mujeres”, porque mujeres somos y nos ponemos sensibles, y gritonas, y “locas”. Y nos gustamos así. Mejor locas que pobrecitas, mejor poder elegir presidente, no depender de hijos ni maridos, y poder vivir de nuestro trabajo.

Mi amiga Angélica dice: “No te pongas tan contenta que todavía falta mucho”, pero yo soy irreductiblemente optimista. Cada 8 de marzo celebro el camino recorrido y me propongo no bajar los brazos ante los titulares que hablan de “trata”, feminicidios, abusos y violencia de género.

En lugar de eso brindo por los hijos varones que estamos educando, por los hombres que están cerca en calidad de compañeros, por los padres que supieron dejarnos transitar un sendero de libertad a pesar de los miedos.

Cada año brindo por un nuevo 8 de marzo y sigo caminando junto a tantas que, hoy como ayer, no quieren conformarse y cada día apuestan a más.

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