Sociedad

Diversidad y discapacidad

“Esa maldita costilla: de cómo el uso de la E hace estallar anacronismos”


Por Romina Sarti*

En el encuentro pasado hablábamos sobre cómo, quienes padecen Trastornos del Espectro Autista (TEA), bebés, personas con hipersensibilidad auditiva, animales; se ven afectades particularmente en las fiestas por la tradición de festejar con explosiones y ruidos. Habíamos conversado con Valeria Hidalgo de TGD Padres Rosario TEA, sobre la campaña MASLUCESMENOSRUIDOS, para concientizar sobre el uso de la pirotecnia, porque muchas personas lo pasan mal, muchas familias la pasan mal, teniendo que estar aislados, encerrados e incluso sedando, porque en muchas ocasiones se lastiman, agreden a otros, se escapan, y es muy terrible la situación que viven muchas familias a causa del uso de la pirotecnia del otros, por eso pedimos pensar en el otro, que nuestro festejo no amargue al otro. Todos queremos festejar, todos queremos pasarla lindo, por eso pedimos #maslucesmenosruidos (Ver nota “¿Dónde pasas las fiestas?: en el baño, abrazade a mi hije”)

Sin embargo, aquello que resultó más estruendoso que el contenido de la nota, fue el efecto del titular. Quien suscribe, intenta comprender, acompañar, elevar y visibilizar situaciones que afectan a colectivos poco incluidos, apenas integrados y bastante denostados. Sin embargo, la cantidad de insultos recibidos producto del uso de la E, nos llevó a cuestionarnos naturalmente por qué nos quedamos en el título y no vamos más allá; por qué es más cómodo suponer a partir de un par de palabras, que comprender la situación de otre/s.

Evitando el maniqueísmo mediático que podría provocar esta alocución, intentaremos traspasar la obviedad que nos castiga cual ignorantes, eludiendo la tentación reduccionista que nos ofrece este mundo capitalista: homogeneizar, amoldar y negar aquello que sea considerado diverso; ya que, al darle voz, palabra, entidad, reconocemos su existencia, su naturaleza, su ser.

El lenguaje, como parte de la cultura, como las tradiciones, como las costumbres; varían con el tiempo. Es interesante a este respecto cómo la palabra “quilombo” actualmente es un vocablo evitable, ya que remite a una idea ofensiva y racista, en palabras de Meke Paradela, “el término quilombo en América Latina se usó históricamente para referirse a los espacios de resistencia de personas que huían de la esclavitud” (Ver nota ¿Por qué el uso de la palabra quilombo puede ser racista?). Con este pequeño ejemplo pretendemos poner en evidencia lo complejo de asumir que la lengua es expansiva, viva y diversa, y que pensar en limitarla es garantizarle un nicho en algún cementerio abarrotado de negacionismo cultural, cuya fantasmagórica fisonomía fachistoide (y con olor a represión), deja entrever las dificultades y reticencias que tenemos al cambio.

¿Cambiar una letra es romper con la costilla de Adán?, ¿es intentar evolucionar en la construcción de un mundo claramente diverso, pero dominado por la hegemonía del uno (hombre – blanco -occidental)?; ¿se reduce sólo a un desafío generacional?, ¿qué trasfondo/s hay en la construcción de la arqueología de las palabras?

Entonces, en estos agobiantes días finales de diciembre, queríamos al menos plantear un debate que nos siga interpelando para poder así seguir cuestionándonos aquello que tomamos como dado, como normal. Invitamos unos tererés virtuales a la Lic. Bernarda Guerezta, Comunicadora y Periodista, docente, escritora, militante feminista y conocedora de la temática, para que nos ayude a entender la irritabilidad que produce la E.

–¿Cómo surge el lenguaje inclusivo, por qué crees que molesta?

–Antes que nada, yo suelo hablar de lenguaje no sexista. En realidad, de uso de lenguaje, porque el lenguaje en sí es una construcción social y como en toda construcción, el uso que hagamos de la misma va a condicionar nuestro modo de entender y de estar en el mundo. Además, que ya me agotan quienes dicen que inclusivo es que sepan lenguaje de seña sí, sería hermoso saberlo, para eso hay que legislar tal como se viene legislando en relación a la eliminación de las formas de discriminación hacia la mujer e identidades disidentes (porque gente, las reglas, las normas, las leyes, lo que conocemos como sociedad, lo han venido armando los varones, blancos, heteros, y con todas las partes de su cuerpo completitas y sin fallas, “normales” como les gusta decir a ustedes. Estamos trabajando para cambiarlo),

El debate acerca del lenguaje sexista y no sexista asociado al uso del masculino genérico en el lenguaje comenzó en los 70´s, o sea que no es algo nuevo ni novedoso pero sí hoy, producto de las movilizaciones, de la toma de las calles, incluso de las redes sociales, ha cobrado otra dimensión.

Lo que se llama como lenguaje inclusivo es un conjunto de procedimientos verbales que no refieren a una concepción binaria del género y que se enlazan con el crecimiento de los movimientos de lucha por los derechos de las mujeres, los movimientos de lucha por los derechos de las comunidades LGTB+, particularmente de las comunidades trans.

En su momento fueron la x, el arroba, incluso el asterisco, quienes empezaron a molestar, aunque creo era una molestia chiquita, como la punta de un granito que todavía no traspasó la piel. Molestaban pero no incomodaban, no generaban un corrimiento porque en nuestra cabeza seguíamos viendo la O como genérico masculino único.

La complejidad que agrega la E tiene que ver, a mi entender, con que es una letra real, concreta, que puede decirse y leerse en voz alta (no tenemos que hacer saltos como cuando intentamos leer con X y decimos Todxs) y que deja en evidencia esto que tan bien dijo Marcela Lagarde: “la lengua expresa las tradiciones patriarcales de quienes la hablan”.

Por tanto, este usar un lenguaje sexista producto de esta sociedad androcéntrica, patriarcal, claramente refleja una realidad discriminatoria. Y su defensa parece que se ha convertido hoy en una cruzada que, a mi criterio, anula cualquier posibilidad de intercambio.

La E nos muestra que hay personas reales concretas de carne y hueso que asumen sus identidades por fuera de binarismos o de absolutos. Como la X que se puede elegir hoy en el campo sexo del DNI (Decreto 476/2021), la E en el lenguaje se usa como arma política, como instancia legítima para visibilizar, porque lo que no se nombra, no existe. Y existen quienes usan un pronombre elle, guste o no al resto.

Veo muchas veces que hay un uso de la E menos complejo y que tiene que ver con una economización del lenguaje y con un usar dicha letra para incluirnos a todas las personas más allá de sus identidades (suelo hacerlo), aunque creo que esto le resta la fuerza y el carácter disruptivo, provocador e interpelante. Pero celebro eso también.

La E hoy nos abre otra puerta de análisis, otras dimensiones que pensar y/o cuestionar. Más allá del diálogo que queda abierto, desde nuestro lugar les queremos recordar, este 31 y 1ro. #maslucesmenosruidos

*Licenciada en Ciencia Política (UNR), docente titular de Problemáticas de la Discapacidad en Tecnicatura de Acompañante Terapéutico y en Ciclo de Licenciatura de Acompañante Terapéutico de la Universidad del Gran Rosario (UGR). IG: romina.sarti

 

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