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Esa gran pasión por ayudar a sanar

Por Rubén Alejandro Fraga.- El 12 de mayo de 1920 nacía Florence Nightingale, la abnegada mujer en cuyo homenaje se conmemora hoy el día de la enfermera.

“Lo importante no es lo que nos hace el destino, sino lo que nosotros hacemos de él”. La frase es de la enfermera, reformadora del sistema sanitario y filántropa británica de origen italiano Florence Nightingale, quien nació el 12 de mayo de 1820, y en cuyo homenaje se conmemora en la fecha el Día Internacional de la Enfermera.

Carismática e incansable, ella dedicó su vida al cuidado de los enfermos, inauguró el sistema de ambulancias sanitarias durante la guerra franco-rusa y colaboró en la fundación de la Cruz Roja Internacional. Además, los aportes de Florence Nightingale a la evolución de la enfermería como profesión fueron inestimables.

El viernes 12 de mayo de 1820, mientras los esposos Nightingale, miembros de una familia de la alta burguesía inglesa, se encontraban de viaje en la ciudad italiana de Florencia, vino al mundo una niña que fue bautizada con el nombre de su ciudad natal.

Ilustración: Facundo Vitiello.

Florence creció en Derbyshire, condado del centro de Inglaterra, y recibió una completa educación clásica de su padre, William Edward Nightingale, quien había sido educado en Cambridge.

Bajo la influencia de su padre, la joven se familiarizó con los clásicos, Euclides, Aristóteles, la Biblia y temas políticos.

La religión jugó un papel importante en la vida de Florence. Su visión imparcial de la religión, inusual en su época, se debía a la actitud liberal que encontró en su hogar. Aunque sus padres crecieron en la Iglesia Unitaria, su madre, Frances Smith, prefirió una denominación más convencional y crió a sus dos hijas, Parthenope (el nombre griego de la ciudad italiana de Nápoles, donde había nacido) y Florence en la fe anglicana.

El 7 de febrero de 1837, Florence Nightingale creyó escuchar el llamado de Dios, mientras caminaba por el jardín de Embley (una casa que su padre había comprado cerca de Romsey, en Hampshire), aunque en ese momento no supo muy bien cuál era ese llamado.

Florence desarrolló un interés en los temas sociales de su época pero su familia se oponía firmemente a la sugerencia de la chica de adquirir experiencia en un hospital. Hasta entonces, el único trabajo de enfermería que había hecho había sido cuidar de parientes y amigos enfermos. Pero a mediados del siglo XIX la enfermería no era considerada una profesión adecuada para una mujer educada en las puritanas costumbres de la época victoriana en la Inglaterra anglicana. A las enfermeras de la época les faltaba entrenamiento y tenían fama de ser mujeres burdas e ignorantes, dadas a la promiscuidad y a las borracheras.

Finalmente, en 1849 Florence se rebeló contra los prejuicios de su época y contra su destino de mujer que debía permanecer en el hogar y eligió ser enfermera, profesión que hasta ese momento además de estar desprestigiada se reservaba a los pobres.

Ese año viajó al extranjero para estudiar el sistema hospitalario europeo y en 1850 empezó los estudios de enfermería en el Instituto San Vicente de Paúl en Alejandría, Egipto. Más tarde, estudió en el Instituto para Diáconas Protestantes de Kaiserswerth, Alemania, y en 1853 fue nombrada directora del Hospital para Damas Inválidas de Londres.

En 1854, tras el estallido de la guerra franco-rusa en Crimea, Nightingale, conmovida por los informes sobre las deficientes condiciones sanitarias y la falta de medios en el gran hospital de barracones de Üsküdar (hoy parte de Estambul, Turquía), envió una carta al secretario de Guerra británico, ofreciendo voluntariamente sus servicios en Crimea.

Al mismo tiempo, y sin tener conocimiento de esta iniciativa, el secretario de Guerra, Sidney Herbert, propuso que asumiera la dirección de todas las tareas de enfermería en el frente. Nightingale viajó hacia Üsküdar acompañada de 38 enfermeras y bajo su supervisión se crearon departamentos de enfermería eficaces en Üsküdar y más tarde en Balaklava, Crimea.

Gracias a sus denodados e incansables esfuerzos, Nightingale y sus compañeras de trabajo reformaron y limpiaron el hospital, a pesar de la reacción de doctores y oficiales, e hicieron caer la tasa de mortalidad desde el 40 por ciento al 2 por ciento. Mientras realizaba su loable faena Florence Nightingale contrajo la brucelosis.

Su regreso triunfal a Inglaterra se produjo el 7 de agosto de 1857. Desde entonces, dedicó el resto de su vida a cuidar enfermos con pasión y a jerarquizar su profesión volviéndola respetable.

Fundó una escuela de enfermeras que lleva su nombre y durante la guerra de Secesión, en 1861, fue llamada por el gobierno de Estados Unidos para organizar sus hospitales de campaña.

Paralelamente, también fue una experta estadística y una pionera de la epidemiología. Ella inventó los gráficos de sectores o histogramas para exponer los resultados de sus reformas.

En 1858, Florence Nightingale fue la primera mujer miembro de la Statistical Society. En 1859 publicó Notas sobre hospitales y, al año siguiente, Notas sobre enfermería: qué es y qué no es, el primer libro de texto para enfermeras, que fue traducido a numerosos idiomas.

En 1860 creó la primera escuela de enfermería en el Hospital de Santo Tomás con 15 alumnos. En 1883 la reina Victoria le otorgó la Royal Red Cross y en 1907 fue la primera mujer condecorada con la Order of Merit.

Florence Nightingale definía la enfermedad como el camino que utiliza la naturaleza para desembarazarse de los efectos o condiciones que han interferido en la salud. Y definía la salud diciendo que es no solamente estar bien sino ser capaz de usar bien toda la energía que poseemos. La enfermería, entonces, es tanto ayudar al paciente que sufre una enfermedad a vivir como poner o mantener el organismo del niño sano o del adulto en un estado tal que no padezca enfermedad.

Luego de toda una vida dedicada al servicio de los enfermos, Florence Nightingale murió el sábado 13 de agosto de 1910, a los 90 años. Sus restos descansan en la iglesia de St. Margaret, en East Wellow, cerca del Embley Park. La legendaria enfermera nunca se casó, aunque no por falta de oportunidades: ella creía que Dios la había seleccionado para que fuera soltera.

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