El Hincha

En búsqueda de la identidad

Por Guillermo Ferretti.- El fútbol es un deporte de equipo. Por básico que parezca el concepto,  no constituirse como tal reduce considerablemente las chances de lograr el éxito. Y tal vez este haya sido uno de los defectos más notorios de Central en el último tiempo. Palma probará a los once

Omar Palma tiene muchas dudas sobre el futuro de Central

El fútbol es un deporte de equipo. Por básico que parezca el concepto, si se quiere de enciclopedia, no constituirse como tal reduce considerablemente las chances de lograr el éxito.

Y tal vez este haya sido uno de los defectos más notorios que evidenció Central en el último tiempo. Es que a lo largo del tortuoso camino recorrido en las 28 fechas que se llevan disputadas del torneo de la B Nacional, el Canalla no logró nunca una identidad de equipo.

Un DNI de juego. Sólo así pueden entenderse, entre tantas, las derrotas ante los humildes Deportivo Merlo y CAI, sólo por citar dos ejemplos recientes de lo ocurrido a lo largo del campeonato.

Y ya no quedan dudas de que, víctima de la fragilidad emocional que padeció en la mayoría de sus presentaciones, Central cosechó fracasos tan impensados como dolorosos.

Pero sucede que, más allá desde la riqueza, tanto en cantidad como en supuesta calidad, del plantel auriazul, ni Reinaldo Merlo ni Héctor Rivoira pudieron construir un equipo. Este grupo de futbolistas no tiene nada que envidiarle al que cuentan tanto Atlético Rafaela como Unión de Santa Fe, los dos clubes que están logrando hasta ahora el ansiado ascenso directo.

Todo lo contrario. Es más, el propio Rivoira declaró en la pretemporada que, refuerzos mediante, tenía dos jugadores por puesto para afrontar la segunda mitad del campeonato.

Sin embargo, el equipo nunca terminó de aparecer como tal. Y la sensación es que el fracaso está mucho más ligado a la falencia de liderazgo futbolístico antes que a cuestiones tácticas o de armado. Casi no quedaron sistemas por probarse.

Estudiantes de La Plata, el equipo más ganador del fútbol argentino en los últimos años, sumó títulos desde la capacidad de mando de Juan Verón, su estratega, bien rodeado por el laborioso Rodrigo Braña y el incansable Enzo Pérez. Y River, actual líder del torneo de primera división, se ha constituido como un equipo ordenado y batallador principalmente desde lo que transmite e irradia su capitán, el veterano Matías Almeyda.

A esta altura, es innegable que Central nunca fue el equipo de Kily González, ni del errático Luciano Figueroa, más allá de sus 10 goles anotados. Mucho menos de Jorge Broun, dueño en su puesto de aciertos notables y de errores infantiles. Y el detalle no puede haber escapado a Omar Palma. Guía futbolístico en los últimos dos títulos de Central, el campeonato del 86-87 y la heroica obtención de la Conmebol, el Negro sabe de qué se trata.

Y a diez fechas del final, con el objetivo madre prácticamente fuera de alcance, metió un golpe de timón. Es que Palma está obligado a imprimirle identidad a este grupo de voluntades que es hoy Central. Debe convertir rápidamente en ganador a un equipo que casi no recuerda lo que es conseguir dos victorias consecutivas. No queda otra opción.

La tarea no asoma sencilla. Pero la decisión del técnico está tomada. La coyuntura marca que ya no hay lugar para dar marcha atrás. No hay margen. ¿Podrá Palma lograr en tan poco tiempo lo que no pudieron otros dos entrenadores en 26 partidos y con pretemporada de por medio? ¿Será Jesús Méndez el encargado de comandar el grupo en este decisivo tramo del torneo? ¿O lo hará el uruguayo Jorge Bava, con su voz de mando, desde el arco? ¿Algún joven estará en condiciones de asumir esta responsabilidad?

Demasiadas preguntas con poco tiempo para resolverlas. Pero la respuesta irá de la mano de los próximos resultados. Lo que está claro es que el Negro buscará otros referentes, nuevos líderes. Así intentará transformar a Central en equipo; en definitiva,  algo básico para jugar al fútbol con pretensiones de lograr un objetivo importante. Nada más, y nada menos.

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