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El vice de Scioli: pistas para definir al segundo ideal

Hay una variada oferta de candidatos, de diversos sectores, para secundar a Scioli en la gobernación bonaerense.

De arranque, cruje una diferencia: los voceros cristinistas anticipan que, como parte de un megadispositivo para inundar de ultra-K las boletas oficiales de octubre, el candidato a vice de Daniel Scioli será seleccionado, en persona, por Cristina de Kirchner.

En simultáneo, desde La Plata, contraponen el relato de que el número dos bonaerense lo elegirá el gobernador aunque, menos extremos que sus primos K, asumen que lo ideal sería que la figura que complete la fórmula resulte confiable para los dos campamentos.

La clave es, claro, política. El vice de Scioli –como el de Cristina– tiene una relevancia que excede los protocolos. El bonaerense es visto, por los ultra-K, como un instrumento para limitar o mantener a raya al gobernador. Un comisario como lo fue Alberto Balestrini.

Pero obsesiona, desde otro enfoque, al PJ y al cacicazgo bonaerense. La vice es una plataforma para desplegar armados territoriales, construir una futura candidatura a gobernador o, incluso, como ocurrió con el matancero, desembarcar en la jefatura partidaria.

Cierta previsibilidad en esos aspectos forma parte, con muchos otros, del menú de requisitos que a partir de lo que plantean, por separado, el kirchnerismo y el sciolismo, deberían cumplir los aspirantes para trepar al sidecar de Scioli en octubre próximo.

La ristra de los candidatos a vice es larga. Baldomero Cacho Álvarez fue el primero en lanzarse puntualmente para esa butaca. Apareció Gabriel Mariotto, postulado por un clan ultra-K. También los corrientistas Francisco Barba Gutiérrez, Jorge Taiana y Fernando Chino Navarro.

El malón se amplía con el presidente de la Cámara baja bonaerense, Horacio González; el secretario de Ambiente, Juan José Mussi, y varios intendentes: el platense Pablo Bruera, el varelense Julio Pereyra, Darío Giustozzi de Almirante Brown y Mario Ishii de José C. Paz.

Hugo Moyano, sobre cuyos movimientos de proponer un vice de Cristina se lee bajo el agua que apunta al vice de Scioli, suma soldados sindicales: el canillita Omar Plaini y Jorge Mancini, capataz del gremio de la Ceamse.

La oferta –la visible, al menos– se completa con funcionarios. Un dato: hace tiempo, el sciolismo planteaba que el vice sería un funcionario bonaerense; ahora extiende las fronteras para deslizar que el número dos surgirá de “los gabinetes”. Es decir: el provincial y el nacional.

Del staff cristinista se agregan –a los mencionados Mariotto y Mussi– el ministro del Interior, Florencio Randazzo; su par de Agricultura, Julián Domínguez, y el secretario de Medios, Juan Manuel Aval Medina. Ese bloque se completa con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.

Con despacho en La Plata aparecen otros: los ministros Cristina Álvarez Rodríguez, Mario Oporto, Martín Ferré y Alejandro Arlía, a Cacho Álvarez. Existe, en algunas lecturas, otro posible: el jefe de Gabinete, Alberto Pérez.

Pistas

Una clave, inicial, es que como ocurre con la presidenta, a priori, ningún potencial vice le agrega a Scioli más votos de los que tiene. Un solo matiz: un referente de perfil “progre” podría, llegado el caso, reducir la fuga de votantes hacia la colectora de Martín Sabbatella.

De las exigencias que desliza el cristinismo, Scioli y el PJ orgánico, se puede componer un biotipo que aporta como pistas para determinar, en un ejercicio teórico, cuáles de todos esos nominados podrán entrar en el spring final para aspirar a la vice.

Veamos:

El candidato deberá demostrar contar con un currículum de lealtades para, entre otras cuestiones, espantar el fantasma de cobización. “Un vice que no se corra públicamente de la línea oficial en momentos de crisis” es la traducción de esa pauta.

Ser, irrevocablemente, confiable para el ultrakirchnerismo.

Tener un perfil “moderado” que le permita la alquimia de tener buen diálogo con Moyano pero, a la vez, mantener cierta empatía con el piqueterismo K. Como anexo a la moderación se agrega otra precondición: que sea católico, componente orientado al conservadurismo bonaerense.

Que domine, al menos por dos años, la voracidad de utilizar su cargo para construir su plan para ser el sucesor “natural” de Scioli en 2015.

En la misma línea, el “ideal” sería que no tenga poder territorial para que no se convierta en una amenaza para los intendentes y los caciques.

Por extensión, que no se abalance a la búsqueda de la jefatura del PJ bonaerense que se rediscutirá en 2012.

Que colabore, desde la Legislatura, a establecer consensos y respaldar al gobierno. Que, a la vez, no quiera co-gobernar en el sentido de tener referentes propios en el gabinete.

En el aspecto más marquetinero, Scioli y Cristina coinciden en que debería ser un referente “joven”, que encarne eso que los consultores definen como “lo nuevo” y, además, aparezca como un dirigente moderno. Algunos operadores piden más: que esté “casado” y hasta plantean que, “preferentemente, tenga hijos”.

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