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El último vuelo de Saint Exupéry

Por: Rubén Alejandro Fraga

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Hoy se cumplen 66 años de la desaparición del piloto y escritor francés Antoine de Saint Exupéry, autor del libro más leído en el mundo después de La Biblia: El principito.

En efecto, el lunes 31 de julio de 1944, durante una misión de reconocimiento destinada a preparar el desembarco aliado en Provenza, en el sur de Francia, el avión que pilotaba Saint Exupéry desapareció de los radares y nunca más se supo de él, lo que cubrió para siempre al escritor y piloto de un halo de misterio y romanticismo.

La misión se llevó a cabo en el marco de la ofensiva final contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial y Saint Exupéry, a bordo del avión de reconocimiento Lightning P38, había partido pocas horas antes de Borgo, en la isla italiana de Córcega.

Nunca más se supo del piloto ni de su avión hasta 1998, cuando un pescador encontró una pulsera a orillas del mar. La joya, que el agua había acercado a la costa de Marsella, tenía grabado el nombre del escritor, pero su autenticidad quedó en tela de juicio.

Hasta que, cinco años después, fueron descubiertos en aguas de Marsella restos del avión, cerca del lugar donde había sido hallada la pulsera.

Pese al hallazgo, las razones por las que el avión de Saint Exupéry se estrelló se revelaron recién en marzo de 2008, cuando un ex piloto alemán que luego fue periodista, llamado Horst Rippert, confesó al diario francés La Provence que fue él quien derribó el avión Lightning P38 en 1944. El militar retirado, de 88 años, declaró: “Pueden dejar de buscar. Fui yo quien abatió a Saint Exupéry”. El anciano se lamentó: “No supe que se trataba del escritor sino hasta mucho tiempo después. De haberlo sabido no lo hubiese abatido jamás. En nuestra juventud todos leíamos sus libros y los adorábamos”.

Un pequeño príncipe

Hijo de Jean Baptiste de Saint Exupéry y Marie de Fonscolombe, Count Antoine Jean Baptiste Marie Roger de Saint Exupéry nació el 29 de junio de 1900 en Lyon, Francia. Huérfano desde que tenía dos años pasó, junto a sus cuatro hermanos, buena parte de su infancia en el castillo de sus abuelos maternos, una familia noble de Lyon.

Antoine fue educado en escuelas jesuitas y más tarde estudió en la Universidad de Friburgo, Suiza. Intentó ingresar en la Escuela Naval pero fracasó en su intento, y se enroló en L’Armée de L’Air (Fuerza Aérea francesa) para cumplir su servicio militar. Como no logró ser admitido en el curso de pilotos, obtuvo por su cuenta el título de aviador privado que, posteriormente, consolidó con el de piloto militar.

Sin embargo, presionado por la que entonces era su prometida, Antoine dejó la aviación dedicándose a otros oficios menos peligrosos, entre ellos periodista, y descubrió una nueva pasión: la escritura. Pero Saint Exupéry nunca se sintió feliz en tierra. En 1926, incapaz de mantenerse lejos de los aviones, se hizo piloto comercial, volando nuevas rutas comerciales en Europa, África y Sudamérica. Durante esa época escribió el relato “El Aviador”. En 1928, escribió su primera novela, Correo del Sur.

En 1931, conoció en Buenos Aires a Consuelo Suncin Sandoval de Gómez, una escritora y artista salvadoreña que había enviudado dos veces, a quien le propuso enseñarle la ciudad desde el aire. En pleno vuelo, le dijo que si no se casaba con él estrellaría el avión. Ella aceptó y se inició un tormentoso matrimonio, marcado por las infidelidades de ambos. En ese año publicó su segunda novela: Vuelo Nocturno.

En 1939, Antoine sufrió un accidente aéreo intentando batir un récord en el trayecto Tierra del Fuego-Nueva York. Convaleciente, escribió su tercer libro, Tierra de hombres, en el que se entrecruzan sus recuerdos del norte de África y de Sudamérica como aviador.

Tras la invasión nazi de Francia y la rendición del Ejército galo, se exilió en Nueva York. Durante su exilio, en 1942, escribió Piloto de guerra, donde hace hincapié en la filosofía humanista que marcó su vida, y en 1943 El principito (Le petit prince), una fábula infantil para adultos por su significado alegórico, que ilustró él mismo.

Muchos señalan que Saint Exupéry se inspiró para ese libro en un aterrizaje forzoso que protagonizó junto con su navegador Andre Prevot la tarde del 30 de diciembre de 1935 en la parte de Libia del desierto del Sahara mientras volaba de París a Saigón. Pero otros subrayan la influencia que tuvo en él a la hora de escribir El principito su estadía en Concordia, Entre Ríos, donde quedó fascinado por el castillo de los Fuchs (hoy, ruinas de San Carlos).

Además, existen coincidencias entre las aventuras de El principito y las de su autor, quien estuvo tres años en la Argentina, donde participó en los inicios de la aviación comercial y se encargó del correo postal entre Buenos Aires y Comodoro Rivadavia.

El principito, que fue traducido a 180 lenguas y dialectos, se considera un libro infantil por la forma en la que está escrito y por la historia en un principio simple, pero en realidad el libro es una metáfora y trata temas tan profundos como el sentido de la vida, la amistad y el amor.

La historia alegórica de un piloto caído de un avión, que conoce a un joven príncipe del asteroide B 612, entusiasmó a niños y adultos. El príncipe, mientras explica su viaje interplanetario, describe a la mayoría de los adultos que conoció como avaros, egoístas y sin imaginación.

Entre sus frases más citadas, figura aquella que el zorro (personaje clave del relato) le dice al principito, al revelarle su secreto: “Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos”.

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