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El último viaje de Mariano Moreno

Por: Rubén Alejandro Fraga

Con las primeras luces del jueves 24 de enero de 1811 la goleta inglesa Fama soltó amarras desde el puerto de Buenos Aires con destino a Londres. A poco de partir, su pasajero más ilustre, el recién renunciado secretario de Gobierno y Guerra de la Primera Junta, Mariano Moreno, un joven que nunca había gozado de buena salud, se sintió enfermo y le comentó a sus acompañantes con gesto adusto: “Algo funesto se anuncia en mi viaje”. Su presentimiento no era infundado. Pocos días después, el lunes 4 de marzo, moría en alta mar en extrañas circunstancias. Su cuerpo fue arrojado al agua. Tenía sólo 32 años y había encarnado como nadie los ideales de la Revolución de Mayo.

Doscientos años después, aquella muerte sigue sin ser esclarecida y se supone que Moreno pudo haber sido envenenado.

Pero, como dijo Cornelio Saavedra (su gran rival en la Primera Junta) al enterarse de su muerte: Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego. Y por eso, en el bicentenario de su desaparición física, su pasión sigue ardiendo, ante la revolución inconclusa, encendida y brillante como su inteligencia.

Abogado, periodista y político, Mariano Moreno aborrecía la vanidad y la corrupción de los poderosos con la vehemencia de un volcán. Despreciaba a los aduladores y a los obsecuentes, como a sanguijuelas. Detestaba las desigualdades y la servidumbre en todas sus formas. Pero además, y esencialmente, amaba la libertad. Sabía que la libertad de prensa era la esencia de la democracia y fundó la Gazeta de Buenos Ayres. Sabía que la educación y la lectura eran las únicas vías hacia el futuro y fundó la Biblioteca Nacional.

Sabía que la Revolución de Mayo era una larga tarea y escribió el Plan Revolucionario de Operaciones, un audaz tratado táctico y estratégico para tiempos de guerra.

Sabía que los traidores, los cobardes y los asesinos abundaban en aquellos turbulentos días de Mayo, cuando nacía la Nación, y los enfrentó sin medir riesgos.

Su hermano Manuel, que lo acompañaba en el viaje, fue el primero en sugerir que había sido envenenado.

Mariano Moreno nació en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1778. Fue el mayor de los 14 hijos que tuvieron Manuel Moreno y Argumosa, inmigrante español y Ana María Valle.

Su padre, nacido en Santander, era funcionario de la Tesorería de las Cajas Rurales. Su madre era una de las pocas mujeres en Buenos Aires que sabía leer y escribir, y Mariano aprendió con ella sus primeras letras.

El de los Moreno era un típico hogar de funcionario de mediana jerarquía, con casa propia y varios esclavos, en los Altos de San Telmo, a prudente distancia del aristocrático barrio del Fuerte. Su aprendizaje posterior estuvo limitado por las escasas posibilidades económicas de su familia. Estudió latín, lógica y filosofía en el Real Colegio de San Carlos, aunque sólo se lo admitió como oyente, y fray Cayetano Rodríguez, uno de sus maestros, le abrió la biblioteca de su convento.

Pero su aspiración de seguir estudios en la Universidad de Chuquisaca se vio postergada hasta que su padre pudo reunir el dinero necesario. Finalmente, en noviembre de 1799, y gracias a una recomendación del clérigo Felipe Tomas de Iriarte, Moreno emprendió la travesía hacia Chuquisaca (Sucre, Bolivia). Dos meses y medio de viaje, incluyendo 15 días de enfermedad en Tucumán, fueron el prólogo de la nueva etapa de su vida. Con todo, en Chuquisaca Moreno completó sus estudios de teología y se graduó como abogado en 1804, tras lo cual regresó a Buenos Aires.

Un año después nació su primer hijo, Mariano, fruto del matrimonio que formó en 1801 con María Guadalupe Cuenca.

En 1806, durante las expediciones británicas que atacaron a las colonias españolas del Río de la Plata, conocidas como Invasiones Inglesas (1806-1807), se opuso y redactó un diario con los acontecimientos que sucedían.

En 1809 apoyó la revuelta de Martín de Alzaga y el partido español contra el virrey Santiago de Liniers, frustrada por el regimiento de Patricios comandado por Cornelio Saavedra.

En 1809, redactó el documento La Representación de los Hacendados, en el que abogaba por la libertad de comercio y logró gran notoriedad. En vísperas de la revolución, siguió unido a Alzaga y a grupos revolucionarios, pero no se involucró activamente en los sucesos de la Revolución de Mayo de 1810, donde fue depuesto el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y reemplazado por la Primera Junta.

Moreno no participó del cabildo de Buenos Aires en el momento en el que se anunciaban los nombres de los integrantes de la nueva junta de gobierno. Pero con su decidida intervención en las reuniones secretas llevadas a cabo para definir los pasos de la revolución ya había aclarado su postura en favor de la formación del nuevo gobierno patrio.

Al ser proclamada la Primera Junta, Moreno fue nombrado secretario y se reveló como un gran estratega. Él trató de extender y consolidar la Revolución a través del Plan de Operaciones, donde plasmó sus ideas. Fundó y dirigió la Gazeta de Buenos Ayres, el periódico oficial, desde el cual publicó sus ideas.

El primer número salió a la calle el jueves 7 de junio de 1810. Casi todas las semanas publicaba largas y detalladas notas de gobierno, que reunidas llenaban cientos de páginas. Publicó un decreto de libertad de prensa según el cual se podía publicar por la prensa cualquier cosa que no ofendiera la moral pública, ni atacara a la Revolución ni al gobierno. Moreno también fundó la Biblioteca Nacional y el establecimiento de una academia de instrucción militar y de matemática para los oficiales. Además, creó una fábrica de armas y se preocupó de los intereses de la industria y el comercio, reacondicionó los puertos de la Ensenada del Barragán y de Patagones.

Pero el prestigio logrado con sólo 32 años despertó recelos dentro y fuera del gobierno y tras un fuerte choque con Cornelio Saavedra, presidente de la Junta, firmó el decreto de Supresión de honores. Moreno se opuso a la disposición de incorporar diputados provinciales por entender que la Revolución estaba en peligro dado el escaso compromiso de éstos con el proyecto emancipador y acentúa más las tensiones. No tuvo éxito y renunció. Saavedra, para quitarlo del medio, lo destinó entonces a una imprecisa misión en Londres.

Pero la muerte (o el asesinato) lo sorprendió en alta mar, a bordo de la goleta inglesa Fama, la madrugada del 4 de marzo de 1811. Su cuerpo, cubierto en la bandera inglesa, fue arrojado al mar cerca de la costa de la localidad brasileña de Santa Catarina, tras rendirle honores con unas salvas de fusilería.

Algunas frases de Mariano Moreno:

“Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”.

“El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso”.

“Si los pueblos no se ilustran, si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía”.

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