Ciudad

El taller más loco de todos

Por: Paola Cándido. El Agudo Ávila alberga el espacio multicultural Gomecito, de donde surgió Aguditos en Sintonía, una fábrica de micros radiales y cortos televisivos que desdibuja los límites entre “adentro” y “afuera”.

Gomecito es el nombre de un espacio multicultural. Es uno de los tantos en Rosario, pero a la par es muy diferente: Gomecito está en San Lorenzo casi esquina Suipacha, en el Hospital Agudo Ávila. El lugar se llama así en memoria de Carlos Gómez, un paciente que estuvo internado allí prácticamente desde su cuna hasta su muerte. Allí funciona Aguditos en Sintonía, uno de los talleres que conforman el DAT (Dispositivo de Asistencia en Talleres) del Centro Regional de Salud Mental Agudo Ávila. El nombre no llega a abarcar lo que ocurre adentro: un sinfín de actividades culturales para los pacientes del centro. Se creó en 2006, produciendo micros de humor radial y también audiovisuales. Aguditos es su nombre, y con él pretenden mezclar la chispa y la agudeza de los participantes, con el nombre de la institución. En su ingreso, una pared pintada de muchos colores es la primera muestra de arte, y sintetiza como pocas lo que ocurre intramuros: “Locos por la vida”, reza, marcando lo que al mismo tiempo puede parecer una condena, o una explosión de alegría.

Ignacio Blaconá trabaja en el área audiovisual del proyecto. “Cortogenia es un festival de cortometrajes por internet y este año nos ofreció un seminario de capacitación para centros culturales, para instituciones, vinieron un par días para darnos capacitación teórica para armar el guión, capacitación para el rodaje, la filmación propiamente dicha y capacitación para la edición. Nosotros mandamos una carta para que puedan venir a Rosario”, destaca.

“Nos trajeron cortometrajes, es un festival a nivel nacional y nos mostraron algo de la producción de ellos y nosotros les mostramos nuestra producción para compartir experiencias y sentir que hay gente que hace lo mismo, de la que uno puede aprender algo y transmitir algo. Y es fructífero para todos. Aguditos, da la posibilidad de meterse en otros mundos, en otros ámbitos, en otras historias”, afirmó.

Alejandro tiene 34 años y lo llaman el Poeta Loco. Y cuenta a El Ciudadano cómo fue su experiencia, desde su lugar de paciente. “Empezamos con algunos conceptos de Julián (un tallerista que se ocupa de la puesta en escena). Nacho y Lisandro López (también talleristas) que estaban en aquella época, tenían experiencia en radio y comenzamos como radioteatro y jugábamos mucho con la improvisación. Algunos traían ideas y las mezclábamos, o ideas que ya estaban armadas de alguna película, de una historia, de Batman, del Hombre Araña, de una novela romántica”.

“Después de tres años de radioteatro –continúa Alejandro– quedaron grabados casi 120 micros. Fue una época muy buena, porque los difundíamos en Radio Universidad, en el programa Más Tarde que Nunca”.

Y ya que llegaron ahí, fueron por más: “Un día apareció Nacho con la cámara y nos comentó que había un cambio: íbamos a filmar. A mí me costó mucho: antes era hacerse el loco grabando, pero ahora había que implementar más cosas”.

Alejandro destaca que para la salud mental estos dispositivos son imprescindibles. “El paciente ya no está tirado, sobremedicado, mirando el techo y esperando la muerte”.

“Yo estaba empastillado en el 2006, y me llamaban las chicas que están a cargo de los talleres para preguntarme si quería participar. Iba medio dormido, cabeceando, pero iba. A todos nos hace bien”, destaca Alejandro.

El joven nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires, donde según se preocupa por hacer notar también nació Juan Román Riquelme.

“Acá me llaman poeta híper lúcido pero me hago llamar loco para que caiga cómico y la gente me diga poeta. Y resultó: todos me dicen poeta, poeta. Surgió porque yo era baterista de una banda cuando tenía 16 años y escribía las letras, era un pibe que tenía una banda de punk rock. Me gusta mucho escuchar radio y aprendí de eso. Y en un programa de la Rock & Pop el conductor decía que si alguien tenía algo escrito que lo mandara. Y todos en ese programa tenían un apodo, y justo en la televisión estaban dando un programa, De Poetas y de Locos, con actores argentinos, en el año 1997. Así que de ahí surgió lo de Poeta Loco”, relata con un poco de orgullo y mucha memoria.

Así las cosas, la experiencia parece haberle ofrecido a Alejandro no sólo nuevas oportunidades, sino nuevas razones para seguir. “Estuve varias veces internado cuando dejaba la medicación. Ahora lo que estoy haciendo con los poemas es venderlos en la puerta de mi casa, San Martín y Saavedra, al lado de un mercado. En la avenida pasa mucha gente y los vendo a 5 pesos, son fotocopias. También tengo DVDs de Aguditos, DVDs de blues”, se sincera.

Amadeo, otro de los pacientes del Agudo Ávila, aporta lo suyo. “Cuando empezamos a hacer Aguditos, empezamos a hacer ruido de pasos con los teclados, fue todo como un juego al comienzo. Yo en ese momento, en lo radial, estaba con mi idea que era rapero, y aparezco en algunos micros rapeando, con el Poeta haciéndome el aguante, rapeando. Y mi personaje de Quico surgió porque cuando era chico miraba mucho el Chavo, que hasta el día de hoy, si lo pasan, lo veo”, dice.

“Le conté a un muchacho que sabía hacer el personaje y me dijo que por qué en vez de pedir moneditas no me compraba el disfraz. Y me paré en la peatonal Córdoba con el disfraz de marinerito y la pelota, estaba quieto, no me movía. No sabía cómo era largarse como los otros artistas, y así empecé. Pero hago de Quico, del Pity Álvarez, de Chiche Gelblung, y Si lo Sabe Cante: está todo en youtube”, asegura.

“A Quico lo hago como artista callejero, si lo quieren ver, Pellegrini y España, a partir de las 16, soy espónsor oficial de la estación de servicio que está en esa esquina, tengo el camarín ahí, en el baño”, invita, a modo de anuncio y con una sonrisa.

A modo de conclusión, Daniel, otro de los pacientes, puso en valor todo lo que hacen, sin dejar el tono crítico. “Realmente es importante que la sociedad sepa que estamos acá adentro, a pesar de los problemas. Hay gente que nos mira a nosotros como si fuéramos criminales, o como si fuéramos un tacho de basura. Hay una realidad: existen personas acá adentro y queremos que nos traten mejor cada día, que nos traten como seres humanos. Somos personas que por ahí estamos bien, por ahí estamos mal, nos chocamos con la pared y entendemos a los golpes a veces. No es fácil”.

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