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El sueño de la bolsa y la pera ya es realidad

Inauguraron un nuevo gimnasio de boxeo y musculación en la cárcel rosarina.

Por: Agustín  Aranda

Tito Billota tiene un sueño: que su hija de 18 años se convierta en “Pesadilla” Billota y venza a la Tigresa Acuña para hacerse del título mundial de boxeo femenino. El sueño de Tito descansará cada una de las noches en la Unidad Penitenciaria 3, ubicada en la manzana de Riccheri al 1500, hasta que el ex boxeador amateur cumpla su condena. Hace varios meses, Tito comenzó, junto a otros reclusos, a darle forma al nuevo gimnasio de musculatura y boxeo de la Unidad Penitenciaria, llamado Liberarte. Anteayer por la mañana, Billota, que supo enfrentar la dura caricia de los guantes de cuero en su tiempo, compitiendo a nivel local en la categoría gallo, dio un paso más para convertir su sueño en realidad al inaugurarse el gimnasio que servirá para el esparcimiento de los alojados en el penal. La iniciativa está enmarcada en la política carcelaria de la gestión provincial que el propio secretario de Asuntos Penitenciarios, Leandro Corti, definió como “puertas abiertas”. Es decir, integrar actividades culturales, recreativas, educativas dentro de la cárcel con el fin de emplear el tiempo de las personas privadas de la libertad y disminuir la conflictividad dentro de los pabellones.

Una armoniosa canción folclórica que sonaba desde una consola matizaba el ingreso de periodistas y funcionarios, entre ellos el ministro de Seguridad de la provincia Álvaro Gaviola, al patio de la cárcel rosarina. Adentro, aquellas personas privadas de la libertad esperaban el acto de inauguración del remodelado gimnasio de musculación y boxeo “Liberarte”. 

Fernando, profesor de educación física del penal, comenzó agradeciendo la presencia no sólo de los funcionarios y la prensa sino también de la gran cantidad de “internos” que asistieron al acto. “Hace un año empezamos a movernos con tan sólo dos bicicletas y mucha voluntad de hacer algo por los compañeros que están aquí”, explicó Fernando mientras que por encima de la media sombra que cubría parte del patio, oficiales del penal continuaban su ronda escuchando de a ratos el acto.

En tanto, Tito, junto a otros diez reclusos más, permanecía sentado y atento. Quizás con más ganas que nadie de desatar la cinta de vivos celestes y blancos, y dar comienzo a las clases de boxeo para sus compañeros de pabellón.

“Con donaciones de materiales que hemos reciclado y ayuda del Eurogym Rosario armamos este nuevo gimnasio”, concluyó Fernando, que le entregó la palabra a Matías, también profesor de educación física del penal.

Una buena

Tras un breve agradecimiento del profesor, Leandro Corti, secretario de Asuntos Penitenciarios de la provincia, tomó el micrófono y precisó que “este tipo de acontecimiento dentro de un penal no transciende tanto como los eventos desgraciados”. Sin embargo, expresó “pero estas cosas también ocurren en la cárcel”.

Promediando el acto, era el momento de Tito, responsable de bautizar el gimnasio “Liberarte”. Con la cabeza en alto y el pecho inflado, el ex boxeador amateur explicó el espíritu del proyecto: “Sabemos que estamos muy estresados y esto nos va a ayudar a liberarnos”. Según el propio Billota, estaba tan emocionado por la apertura del gimnasio, que había postergado una visita familiar pactada para este lunes porque quería empezar los entrenamientos lo antes posible.

Luego de unas breves consideraciones acerca del valor espiritual del ejercicio físico, el cura y el pastor evangélico que trabajan en el penal bendijeron el nuevo espacio de esparcimiento para los reclusos. A su vez, funcionarios, periodistas e internos del penal se acercaban a la puerta del gimnasio.

El boxeo en la sangre

Aplausos y vitoreos resonaban en el patio de la Unidad 3 de Riccheri y Zeballos. Liberarte, el nuevo gimnasio de boxeo, había abierto sus puertas de manera oficial. Máquinas, pesas, cuerdas y la infaltable bolsa colgando del techo ocupaban el pequeño espacio de entrenamiento. Las paredes estaban cubiertas con frases del evangelio y una ilustración de dos boxeadores. “Lo pintó Marcos, uno de los pibes de acá”, contestó uno de los encargados del gimnasio.

En la parte de atrás, Tito golpeaba la bolsa mientras recordaba su época de boxeador. “Era categoría gallo y competía en el Rosarino Boxing Club de calle Pellegrini”, dijo y agregó: “El sueño de toda mi vida es entrenar a mi hija para que sea campeona de boxeo”.

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