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Ciencia y Tecnología

El primer órgano sensorial artificial

El implante coclear es el único dispositivo construido con tecnología capaz de reemplazar completa y permanentemente la función de una parte del cuerpo humano. Entrevista al médico Luis Nicenboim, quien lleva realizadas más de 250 cirugías en Rosario.


El 25 de febrero se celebra el Día Internacional del Implante Coclear, ya que, ese día de 1957, dos médicos franceses, André Djourno y Charles Eyries, colocaron un dispositivo estimulador en el nervio auditivo de un paciente sordo, y consiguieron que el mismo percibiera sonidos. Se considera ese dispositivo experimental el precursor de los implantes cocleares actuales.

El implante coclear es un dispositivo electrónico que permite que una persona privada de la audición vuelva a percibir sonidos. O comience a hacerlo, si se trata de una sordera congénita.

Actualmente cientos de miles de pacientes hipoacúsicos en todo el mundo se han beneficiado con este adelanto, y en la Argentina ya suman más de 4.000 los portadores del mismo. El equipo de cirugía de oído del Instituto Gamma lleva realizadas más de 250 operaciones de colocación de implante coclear, y ya superó los 20 años de experiencia en el tema.

El jefe del servicio, el doctor Luis Nicenboim, los define de modo que se pueda comprender: “Los implantes cocleares están constituidos por una parte interna, que tiene un receptor-estimulador que se coloca sobre el cráneo por detrás de la oreja y tiene un cable con múltiples contactos o electrodos que se enrolla dentro del caracol o cóclea del oído interno, y una parte externa parecida a un audífono, que tiene uno o más micrófonos, un sistema procesador del sonido (pequeña y veloz computadora que recibe la información sonora, la analiza y divide en bandas frecuenciales) y una antena o bobina que envía la información procesada al dispositivo interno para que éste active los electrodos correspondientes, estimulando así las fibras del nervio auditivo”.

“Para los que nos dedicamos al tratamiento de la sordera –afirma Nicenboim– se ha vuelto algo cotidiano, pero en realidad se trata de una frontera de la tecnología, uno de los grandes logros científicos del siglo XX que trasciende al XXI”.

El que no está en el tema tal vez crea que es un audífono o algo parecido, pero no lo es. Es algo más que eso. Se trata del primer órgano sensorial artificial que funciona con resultados extraordinarios y en forma permanente; es un dispositivo de reemplazo para toda la vida que cumple con las funciones del oído que una persona puede carecer. No existe ningún otro órgano artificial.

“Es un oído artificial con el cual estamos obteniendo muy buenos resultados”, afirma Nicenboim. Y agrega: “Desde hace más de 20 años que no ha dejado de perfeccionarse siendo cada vez mejor. Existen pacientes que se benefician notablemente con él: hablan por teléfono, entienden las palabras, distinguen las sutilezas de los sonidos del lenguaje; aprenden idiomas”.

—Se ha podido ver en un video a una niña de cerca dos años jugando con su madre, la que “prende” el dispositivo de su implante coclear; con lo cual la niña comenzó a hacer caras y a moverse con la música que le hacían escuchar. Una niña que nunca había oído sonido alguno…

—…A eso le llamamos “encendido del implante”. Éste tiene una parte interna que colocamos mediante una operación y una parte externa que consta de un audífono y una antena que se coloca con un imán para que coincida con la parte interna receptora; por radiofrecuencia la externa manda información a la parte que está implantada; a la parte externa, una vez calibrada, se le realizada el “encendido” y allí la persona comienza a oír”.

—¿Por qué este órgano artificial hace que una persona que no podía oír, una vez colocado el implante pueda escuchar?

—Es una interesante pregunta; el oído tiene una característica particular, tiene una cóclea que es un transductor; una suerte de decodificador de frecuencia. Una cóclea que funciona correctamente recoge los sonidos agudos en su primera parte, mientras que, en la punta del “caracolito” los sonidos graves. Esto es así porque el sistema resuena a través de las vibraciones que producen los sonidos que escuchamos en todas las frecuencias en forma diferenciada; de allí salen las células nerviosas que envían las señales al cerebro. Para poder hacerlo necesito del órgano de Corti, que cuenta con células sensibles a las vibraciones y que transforman a las vibraciones en estímulos eléctricos que van por las fibras nerviosas. Cuando por cualquier motivo estas células fallan o se carece de ellas, como algunos casos de los chicos que nacen sordos, no se produce la transducción del estímulo vibratorio a estímulo electroquímico para que los nervios lo vehiculicen hacia el cerebro. Es decir, quedan los cables, pero sin nada que los active. El implante coclear vendría a ser un cablecito con muchos contactos eléctricos que se encienden alternadamente estimulando regiones de la cóclea a donde llegan los nervios de las distintas frecuencias graves, medios, agudos etcétera. Los implantes que más usamos tienen 22 canales; ese dispositivo funciona a razón de miles de veces por segundo. A medida que fueron evolucionando los implantes se fueron incrementado las velocidades de estimulación.

—¿Quiénes se benefician con el implante coclear?

—Hay dos grandes grupos:  quienes sufren sordera de nacimiento, cuyo resultado funcional va a ser tanto mejor cuanto más precozmente coloquemos los implantes. Los más grandes también reciben beneficios, pero cuanto más tarde les coloquemos los implantes el habla no va a ser tan dúctil y su capacidad de comprensión va a estar limitada también. El otro grupo lo integran los adultos que hayan perdido la audición por el motivo que fuere.

—¿Qué significa para usted poder brindarles a sus pacientes esta solución?

—Cuando empecé a hacer la especialidad los implantes cocleares no existían; se estaba en un proceso de experimentación incipiente. Se trataba de un proyecto interesante pero pocos creían que podría llegar a ser esto que hoy disponemos. Para mí fue una experiencia maravillosa que me tocó vivir en todos estos años, cuyos resultados nos ha posibilitado ayudar a tanta gente. Sobre todo a niños con toda una vida por vivir, la que, a partir de los implantes, se torna de mejor calidad. El haber vivido y seguir participando de esta maravillosa aventura, y el poder ayudar a muchos pacientes anteriormente condenados al silencio a conseguir una calidad auditiva cada vez mejor, es un privilegio que los que comenzamos nuestro aprendizaje profesional antes o en los albores de esta tecnología ni siquiera soñábamos. Y seguramente el futuro nos deparará nuevos y sorprendentes avances que contribuirán a mejorar la calidad de vida y la discapacidad auditiva de cada vez más pacientes.

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