Edición Impresa

El plan oficial contra la inflación

Por: José Luis Espert

Para una Argentina que muchas veces luce desmemoriada, es importante recordar que en 2003, sólo un año después de una devaluación homérica del peso de más del 60% y de una inflación que había superado el 40%, el aumento de precios fue casi de país del primer mundo: el 3,7%. Asumiendo como disparatada la hipótesis de la inflación estructural (abrir la economía a la competencia importada impide los mercados concentrados que fijan precios «abusivos», ¿cómo fue posible aquel milagro de bajísima inflación con crecimiento de la cantidad de dinero medido por la base monetaria del 60%, términos del intercambio que ya habían subido más de 20% respecto de los pisos de principios de 2002 y con salarios nominales creciendo un 17% anual?

Por tres razones. Una, la cantidad de dinero creciendo al 60% era la contrapartida del proceso de remonetización de la economía luego del «undershooting» de la demanda de pesos durante la primera mitad de 2002. Segunda, el Banco Central dejó que el dólar nominal cayera más del 10% respecto del promedio de 2002. Tercera y fundamental, la situación fiscal de la Nación más las provincias y después del pago de los intereses de la deuda pública (lo más cercano a una medición de la situación fiscal relevante para explicar parte de la situación macroeconómica) pasó de déficits cercanos al 5% del PBI en 2001-2002 a ser superavitaria en más del 1% del PBI, que se transformarían en casi el 4% del PBI al año siguiente.

Desde 2004 hasta hoy, la inflación casi siempre estuvo en franca aceleración, con excepción de 2009 (14,7%) cuando tuvimos una recesión de casi un 3% (sólo las afiebradas mentes del indek registraron una suba del PBI del 0,9%). En efecto, en 2004 fue del 6,1%. En 2005 del 12,3%; en 2006 del 10,7%; en 2007 del 22%; en 2008 del 23% y 2010 ya pinta para un 25%.

Es cierto que los términos del intercambio nunca pararon de subir en el período (salvo un 8% por la crisis subprime). Hoy están un 15% por encima de mediados de 2007 y son el 35% superiores a los del fin del gobierno del ex presidente Fernando de la Rúa.

Pero, ¿qué cosas cambiaron desde 2003/2004 a esta parte que ya hemos vuelto a ser campeones o casi campeones mundiales en inflación?

Primero, la situación fiscal pasó de casi un 4% de superávit en 2004 a casi el 5% de déficit en 2010; un 9% de deterioro en poco más de 5 años con sólo uno de recesión (2009), recaudación impositiva nunca vista antes y con retenciones salvajes para apropiarse de la ganancia de términos del intercambio, también récord histórico. Segundo, a pesar de que luego del conflicto con el campo ya se veía que la demanda real de dinero había dejado de crecer, el Banco Central siguió expandiendo moneda a más del 10%, pudiéndolo hacer por mucho menos no sólo para compensar con política monetaria dura el enorme deterioro fiscal que los Kirchner habían provocado sino porque en autarquía, como estamos nosotros (a diferencia cuando hay libre movilidad de capitales), la política monetaria tiene gran efectividad para controlar la inflación y afectar el nivel de actividad económica. Hoy, la cantidad de dinero apunta a un crecimiento delirante de más del 20% anual. Finalmente, los salarios se están ajustando cerca del 22%/25% anual.

A estas tres locomotoras inflacionarias, ni el «titán» de Guillermo Moreno las puede parar. Sin embargo, el gobierno dice que la inflación es porque hay que aumentar más la demanda por inversión en el corto plazo para eliminar cuellos de botella en la oferta de bienes y que los salarios no generan inflación sino que sólo promueven una mejor distribución del ingreso. Por eso los cráneos planificadores que dependen de la Casa Rosada están trabajando sobre decenas de planes de apoyo y fomento para los mismos sectores que han gozado de un boom de demanda todos estos años (¿con qué recursos?) y no piensan inducir a ninguna moderación en las demandas de los sindicatos por mayores salarios.

Otros problemas

Por lo tanto, no hay dudas de que la inflación se colocará por arriba del 20% y puede acelerarse más todavía si el gobierno no hace nada como dicen los libros de texto para pararla. Es más, aunque no hagan nada serio por bajar la inflación para evitar los ajustes ortodoxos (control monetario y de gasto público) que matan al crecimiento en el corto plazo, igual esta tasa de inflación más tarde o más temprano va a afectar negativamente el crecimiento de la economía (no en 2010, año en el que estamos rebotando un poco después de la caída de 2009) y puede generar otros problemas que ya comienzan a vislumbrarse: atraso cambiario y de las tarifas de los servicios públicos.

Jamás un plan heterodoxo logró domar al potro de la inflación, sólo logró agravarla seriamente. Sería lamentable que los Kirchner también caigan en el mismo error de tantos gobiernos «progres» del pasado.

Comentarios