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Francisco en México

El Papa fue a frontera caliente

El papa Francisco cuestionó que la cárcel pueda resolver los problemas de la seguridad, al visitar una prisión en Ciudad Juárez, última etapa de su visita a México que se aprestaba a cerrar anoche, al cierre de esta edición, con una misa multitudinaria al borde de la frontera con Estados Unidos.


El papa Francisco cuestionó que la cárcel pueda resolver los problemas de la seguridad, al visitar una prisión en Ciudad Juárez, última etapa de su visita a México que se aprestaba a cerrar anoche, al cierre de esta edición, con una misa multitudinaria al borde de la frontera con Estados Unidos.

“A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas, a que sigan cometiendo delitos más que promover los procesos de rehabilitación”, manifestó el pontífice en el Centro de Readaptación Social 3 de esta localidad fronteriza con Estados Unidos, considerada en el pasado como una de las más peligrosas del mundo.

“El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando”, acotó.

El pontífice dijo a los presos que “quien experimentó el infierno puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad no siga cobrándose víctimas”.

El encuentro tuvo especial significación en México porque, un día antes de la llegada del Papa, 49 presos murieron en un motín en un penal de Monterrey.

“Esta experiencia es una pausa en nuestras vidas”, dijo al Papa la interna Evelia Quintana, vestida con el uniforme gris de los presos. “Trabajamos para que nuestros hijos e hijas no repitan esta historia”, agregó esta madre de una adolescente.

Desde primera hora de la mañana, miles de personas con banderines y camisetas con la leyenda “yo amo al Papa” empezaron a llegar a la explanada junto al fronterizo río Bravo, donde Francisco ofició la misa.

Muchos tomaron previsiones e iban con sombreros, garrafones de agua, almohadas, mantas y comida para pasar el día ante las inclemencias del desierto, por donde cada año pasan centenares de migrantes en busca del sueño americano.

María Cruz Bautista, de 62 años, hizo el viaje desde Chicago para reunirse con su familia en Juárez y ver este día “histórico” para su ciudad natal, que dejó a los 14 años.

Dijo que esperaba ansiosa las palabras que Francisco se aprestaba a pronunciar como “un mensaje positivo, no nada más para la gente de ambos lados (de la frontera), sino para los gobernantes, para que tengan más piedad y más consideración con los migrantes”.

La mayoría de los migrantes que atraviesan el río Bravo son centroamericanos que huyen de la violencia y la pobreza de sus países y se juegan la vida al atravesar México, donde enfrentan extorsiones, secuestros e incluso asesinatos por parte del crimen organizado.

Después de lanzar mensajes duros contra el narcotráfico y la corrupción en su gira por México, estaba previsto que el Papa se enfoque en la dramática situación de los migrantes en la misa.

Se estima que más de 200.000 personas asistían a la misa en Ciudad Juárez, que fue retransmitida por pantalla gigante al otro lado de la frontera en un estadio de El Paso, Texas.

Respeto a los migrantes

Cerca de donde tenía lugar el oficio religioso está el sencillo comedor comunitario “El Pescador”, sitio de paso para muchos migrantes como Isaías Franco, un salvadoreño de 47 años.

“Nosotros no vamos a hacer daño a nadie, sólo salimos de nuestros países a buscar un futuro mejor. Sólo pedimos respeto”, expresó este hombre flaco y sin rasurar que llegó a vivir siete años en Oklahoma antes de ser deportado en 2011.

En los últimos meses, se ha registrado una ola de deportaciones en México, que se suma a las que realiza Estados Unidos, que las ha intensificado recientemente.

En Estados Unidos, posiciones en contra de la inmigración como las del aspirante presidencial republicano Donald Trump tienen cada vez más altavoces: el magnate lamentó el martes que Francisco sea una personalidad “muy política” que no entiende “el peligro de tener una frontera abierta como la que hoy tenemos con México”.

Los años violentos  

La migración es sólo uno de los problemas que experimenta Juárez por su condición fronteriza.

Enclavada en el desierto de Chihuahua, esta ciudad vivió los peores años de la guerra militar contra el narco entre 2008 y 2011, en medio de las batallas entre el cártel de Juárez y el de Sinaloa, de Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Decenas de chicas jóvenes desaparecieron esos años y sus familiares siguen buscándolas o exigiendo justicia por las que aparecieron en pedazos en el desierto, volviendo la memoria a la época negra de los feminicidios en los años 1990.

Se esperaba que estas madres y familiares de otras víctimas de la violencia, como los padres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, concurrieran a la misa transfronteriza del papa.

Francisco también tenía previsto reunirse con trabajadores de las fábricas manufactureras o maquilas, reveladoras de la pobreza que aún reina en la “nueva” Juárez.

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