Ciudad

El oeste, un territorio donde se respira cultura Hip Hop

Por: Agustín Aranda. En la última década el fenómeno que une baile, rap y graffiti echó raíces en la ciudad y suma adeptos.

Más que forma de contención social, Michael considera al fenómeno del Hip Hop en el oeste rosarino como una forma de tomar la calle para los más chicos. “En el centro es gimnasia artística. En el oeste es Hip Hop”, bromea uno de los artistas con mayor recorrido del género en lo que se podría llamar el Bronx rosarino, en alusión al barrio marginal de Nueva York, donde nació el movimiento cultural. Sin embargo, su labor como profesor convoca año a año a decenas de jóvenes en talleres de breakdance, baile que forma parte del arte callejero. A la par, Claudio enseña a los chicos a rapear con letras propias y pintar graffitis. Los maestros dialogaron con El Ciudadano para contar cómo se vive uno de las movidas locales con mayor persistencia en los últimos años.

El movimiento del Hip Hop comenzó en la década del 80 en la costa este de Estados Unidos y para los 90 se concretó en el marginal barrio del Bronx, en Nueva York. Como toda manifestación del capitalismo globalizado, su arribo a nuestro país fue en cuentagotas aunque no pasó mucho tiempo hasta que tomó forma local. Las raíces de protesta –del rap, género musical contestatario de los barrios negros– y apropiación espacial de la acrobacia Breakdance se hicieron carne en Latinoamérica. Una de las primeras muestras fue el torneo de Breakdance chileno “Sudaka” en 2000, donde Michael culminó su enamoramiento con el género. También a principio de la década pasada, tomaron forma los primeros talleres de Hip Hop comandados por Michael en la vecinal Unión y Progreso. El proyecto destinado a reunir a los pibes de las plazas duró dos años y fue un éxito, según el artista. Ni lentos ni perezosos, desde el Centro Municipal de Distrito Oeste “Felipe Moré” llamaron a Michael para amplificar la iniciativa.

“El Hip Hop es profundamente social y habla de la marginalidad. El beat box (base rítmica vocal sobre la que otra persona rapea) nació por falta de dinero para instrumentos. ¿Por qué se empezó a rapear? Inicialmente, para ser contestatario”, explica Michael mientras Canu, joven de 21 años y algunos tatuajes a cuesta, desafía la gravedad en la planta alta del Club Recuerdo Evita, ubicado en La Paz 5700. Muchos pibes siguen al “profe” desde sus prácticas en el Centro Cultural El Obrador, en la Vía Honda.

El profesor creció en zona oeste, estudió en la Técnica 4 y su interés por el Hip Hop comenzó con las películas “Breakcdance” y “B-Street”. “En esa época los canales de información eran cero. En 1997 viajamos con un grupo de Hip Hop de Fisherton de la vieja escuela con los que aprendí los pasos «de arriba»”, indica con gesto de brazos y hombros. Le siguieron numerosos viajes por el incipiente circuito, donde aprendió nuevas figuras y lo más importante: “Vos podés copiar un video. ¿Y después? Tenés que poner lago tuyo, si no se termina ahí”.

A clase

El rango de edad de los alumnos comienza en 7 u 8 años, cuya flexibilidad les permite piruetas envidiadas por los compañeros de clase veinteañeros. En general, la asistencia a las clases semanales varía. “Hay algunos que no me los cruzo por un tiempito y después vuelven con nuevas piruetas que aprendieron en la calle”, aclara Michael y deja entrever la relación inexpugnable entre la vivencia callejera y la nueva academia.

El modelo de trabajo es similar a una clase de baile: entrada en calor con elongación, performace y práctica de piruetas para finalizar con más elongación. Como no se puede correr sin primero aprender a caminar, Michael explica que no podés hacer un molino sin un giro de espalda. De lo fácil y lento, a lo complicado y rápido. Para los movimientos de piso y tranco superior no hace falta asistencia como en las piruetas, donde uno practica y dos acompañan. ¿Elementos de seguridad? Ni colchonetas. “Un día fui a la Federación de Gimnasia en Buenos Aires, tiré un salto y al caer me sorprendí porque quedé haciendo sapito (rebotar repetidas veces sobre una superficie). No estaba acostumbrado a las condiciones de laburo. Yo aprendí a caer en el arenero del Parque Oeste”, ríe Michael.

Como cualquier disciplina hay básicos que no se pueden evitar. Divididos en movimiento de la parte superior –ligado a la vieja escuela del “Popping” con pasos característicos como “El robot” o “La ola”– y los ligados al Uprocking, conjunto de piruetas como el Hand Glide, por ejemplo. Y luego, explica Michael, el artista le pone la pimienta.

Voces del oeste

Claudio, alma mater del rap en el oeste, comanda las acciones de dos talleres ligados a la arraigada cultura Hip Hop rosarina: un taller de rap y otro de graffiti. En su cuarto año consecutivo, las prácticas convocan a pibes del barrio al Centro Municipal de Distrito Oeste “Felipe Moré” para darles un altavoz a las vivencias, en su mayoría atadas a las carencias socioeconómicas. Similar a la dinámica del baile, Claudio reúne por semana a 15 chicos –desde 11 años de edad en adelante– para enseñar el armado básico de letras y cómo acoplarlas al ritmo del disco. Los sonidos del aula son puramente rosarinos. Canciones de Natural Rap, que luego se llamaría “La Resistencia”, “Lo Cash”, “Bola 8”, “AMC” y “Mala Semilla” –todas bandas locales de las últimas dos décadas– sirven de ejemplo para la búsqueda de estilo y voz. “Si bien el rap tiene varias vertientes –una contestataria, otra egocéntrica y una de competencia–, apuntamos a la social porque tocamos en movidas culturales plurales, donde hay folclore y rock. Hay vocabulario específico que no sería entendido en la situación de salir a compartir lo que hacemos”, explica Claudio, que al igual que Michael vive y respira el oeste todos los días. Para los menores de 11 años, el interés no llega al rap sino que se vuelca al graffiti.

Tal fue la buena recepción de los talleres que Claudio es parte de “Rosario Players”, un grupo de rap integrado por alumnos con los que se encuentran en proceso de grabación.

La fiesta

Una de las conquistas culturales del Hip Hop rosarino es el festival Freestyle Masacre, que este año llegará a su quinta edición. La convocatoria atrae a artistas y fans de Buenos Aires, Mar del Plata, Córdoba y el Gran Rosario. Según indicaron desde la organización, la competencia de “payada urbana” –improvisación vocal sobre pistas a cargo de Djs– con espacio de baile y graffitis que se realiza habitualmente en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC) podría tener en 2012 la buena nueva de incorporar una muestra Streetball, juego de básquet aunque con mayor espectacularidad.

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