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El final de un largo Camino

El ex jefe de la barra brava de Newell’s fue asesinado de siete balazos en un hecho complejo. Los familiares aseguran que la Policía lo seguía y que estaba amenazado de muerte desde hace tiempo. El partido cambia de horario Tato Camino: "Esto fue un ajuste de cuentas"

Fin de Camino. Fue amo y señor de la hinchada rojinegra durante gran parte de la presidencia de Eduardo José López y su reinado cayó junto a él con la contundente derrota en las urnas, el 14 de diciembre de 2008 (exactamente 14 años después de haber llegado al club mediante el voto de socios). Construyó su fuerte en el Fonavi de Grandoli y Gutiérrez, uno de los barrios devenido en violento, adonde impera la muerte, la misma que ayer se llevó su vida y enlutó la zona sur. Roberto Pimpi Camino fue acribillado de siete disparos en la puerta de un bar de zona oeste en una emboscada con ribetes mafiosos que algunos de sus familiares atribuyen a un sector de la Policía y otros a una banda de narcotraficantes.

El ex jefe de la barra brava de Newell’s fue asesinado a las cinco de ayer en la puerta del bar Ezeiza, ubicado en Servando Bayo al 1400, adonde había estado bebiendo champagne desde las doce de la noche con varios amigos; uno de ellos el dueño de otro bar, el otro un policía.

“Estaba con Toro y Angelito Negro. Uno es el dueño del bar y el otro un policía que trabajó como secretario de un alto jefe. No tenían relación con la barra, eran amigos del Pimpi”, sostuvo una alta fuente de la pesquisa.

En una de las oportunidades que salió a la puerta, no está claro si a fumar o porque alguien lo llamó, Camino recibió siete plomos de una nueve milímetros y quedó tendido en la vereda. Enseguida sus amigos lo asistieron y lo trasladaron en su propio vehículo, un BMW color gris, al hospital Carrasco, adonde llegó sin vida. De todas formas, los médicos intentaron revivirlo en vano con un desfibrilador, luego de ser amenazados por quienes llevaron a Camino. Las personas que lo habían acompañado hasta el hospital desaparecieron poco después de escuchar la noticia de su muerte.

En la puerta del hospital Carrasco se vivieron escenas de violencia que protagonizaron la esposa y la hermana del Pimpi y que luego replicaron hacia los periodistas, ansiosos por tratar de entender qué pasaba y obtener declaraciones de los familiares.

La noticia fue tomando fuerza y el magistrado que investiga el complejo crimen demoró primero al dueño del bar en cuya puerta ocurrió el homicidio, mientras otras siete personas prestaban ayer declaración en jefatura, entre ellos el presidente de Newell’s, Guillermo Lorente.

¿Por qué lo mataron? ¿De dónde viene semejante vuelto? Tanto su abogado Carlos Varela, como sus familiares, aseguran que al Pimpi lo seguían policías vestidos de civil.

Algunos de sus allegados afirman que querían armarle una causa por drogas. Pero la forma en que lo mataron se vincula más a un crimen mafioso o por encargo, que a una venganza policial. El problema, y quizás allí esté involucrado un sector de la Policía, es quién lo entregó y por qué. La sombra de la duda también atraviesa a una banda de narcos, con la que el ex barrabrava mantuvo relaciones de amor y odio a lo largo de su extensa existencia como líder de la hinchada de Newell’s.

El largo adiós

En la tarde de ayer, el Fonavi de la calle Alice se vistió de luto. En la planta baja, y a pocos metros del santuario que alberga al Gauchito Gil, que hizo levantar el propio Pimpi,  sus restos comenzaron a ser velados. Los vecinos de la zona se apuraban a llegar primero al lugar, y en pocos minutos una verdadera multitud se congregó para despedirse del hombre fuerte del barrio. Pero después, con el paso de las horas, todo se fue calmando.

De todos modos, los familiares de Pimpi buscaban ayer que Chamí, el hijo del barrabrava que está preso sospechado de homicidio, fuera autorizado por la Justicia para despedir a su padre. Pero al cierre de esta edición el chico aún no había sido llevado al velorio por cuestiones de seguridad, aunque todo hacía suponer que concurrirá al entierro en medio de un fuerte operativo de seguridad.

Los familiares

Alberto Camino, hermano del Pimpi, sostuvo: “Hoy nos tocó a nosotros, le tocó a mi hermano. Hace muy poco le tocó al chico ése de 15 años, Cáceres, yo no te puedo contar nada porque no estaba”, aseveró sobre el crimen del adolescente que ocurrió a mediados de febrero, en una emboscada contra los hinchas rojinegros que venían de ver el partido con Huracán, a la entrada de Rosario, frente a barrio Las Flores.

“Mi hermano venía siendo perseguido por personas de la Justicia. Como él lo denunció en su momento. Tampoco le voy a echar la culpa a la Policía, ni a los que están en la cancha ahora, porque como sospechar puedo sospechar de cualquiera”, agregó.

“No hay ningún motivo, o puede haberlo, o a alguien le molestamos. Incluso yo ahora estoy yendo a la iglesia y les sigo molestando. Como el Chaperito (en referencia al ex barrabrava de Central) que mataron también como a un perro. Y así es como lo mataron a mi hermano, como a un perro”, aseveró.

“Ayer (por el jueves) lo vi cansado y agotado porque recibía amenazas y era seguido. No hablamos mucho, porque era una persona muy cerrada. Le decían que lo iban a matar. Yo escuché un montón de veces que me iban a matar. Pero hoy me siento libre, yo confío en Dios. Soy humano, no soy perfecto, el único perfecto fue Jesús. Ahora si yo tengo que reaccionar por esto, ¿qué tengo que hacer?, tengo que romper mi promesa con Dios”, se preguntaba Tato Camino que desde hace un tiempo profesa la religión evangélica.

En alerta

Por su parte, el abogado de Pimpi, Carlos Varela, dijo que hace unos días que Camino le había advertido que vehículos particulares lo seguían. “Ayer (por el jueves) me reuní con él y me manifestó que se había recrudecido esa situación. Habíamos resuelto presentar hoy (en referencia a ayer) un hábeas corpus y una denuncia para que se investigue eso que estaba pasando. Pimpi tenía la sospecha de que era personal de seguridad, la Policía. Pero la idea era plantearlo y que la Justicia investigara”, aseguró.

Varela relató que los familiares de Camino están muy afectados. “La información que he podido recabar indica que un grupo de personas lo atacó. Fue con más de cinco disparos. Fueron siete. Hay dos personas por lo menos demoradas. Una de ellas es el que gerenciaba el bar Ezeiza, y están tras los pasos de al menos otra persona”, indicó.

“La semana próxima vamos a constituirnos como querellantes para colaborar en la investigación, tengo mucha confianza en el doctor (Javier) Beltramone”, indicó el abogado.

“Yo pretendo que así como se investigó a Roberto Camino, que no se escatimó ni esfuerzo ni dinero para procurar atraparlo, espero que ahora se ponga el mismo esfuerzo para averiguar la verdad y capturar al responsable de este hecho”, dijo Varela.

Sicario sin hombría

En tanto, la esposa de Pimpi fue clara: “Quiero decirle a la persona que mató al padre de mi hijo que no es de hombre matar a una persona que no tenga nada en la cintura. A mi marido lo mataron por medio. Por unos medios. Nada más”, sostuvo ayer la esposa del Pimpi, antes de golpear a una mujer que la estaba molestando, acto que continuó con varios golpes entre las dos mujeres.

Mientras, Rosa, una de  las hermanas de Camino, no logró disimular su bronca: “Son todos unos hijos de puta porque mi hermano era un estorbo. Mi hermano se fue pero quedamos nosotros que también tenemos lengua”, dijo.

“El periodismo sabe a quién le estorbaba. A todo el mundo, a la Policía. No sé quién lo mató, porque yo no estaba, pero esto a la larga o a la corta se sabe. Y así es como se encargaron de defenestrarlo, dijeron que era un asesino y todo por un crimen que mi hermano pagó cuando tenía 18 años; siempre con lo mismo, que era un asesino, que había estado preso por asesino”, sostuvo la mujer.

“Mi hermano se lo dijo a (Luis Alberto) Yorlano, esto era una rueda, de arriba para abajo y de abajo para arriba. La Policía es la que está metida en todo esto”, aseguró.

“Era un hombre con códigos mi hermano y el que lo hizo matar, así va terminar, hijo de puta”, agregó Rosa sin eufemismos.

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