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El despertar de un sueño

Por Rodrigo Joaquín del Pino


vid-y-plen-dentro¿Te has dado cuenta ya de que el mundo que ves no tiene sentido a menos que liberes de tu mente el sufrimiento por tu pasado? ¿Usas todavía el mundo como la anestesia de tu dolor?

Todos los problemas con los que se aflige la mente humana van siendo disueltos al trabajar diariamente nuestra percepción del ego, ya que todo surge de su fantasmal influencia.

Aunque el mundo, tal como lo vemos, nos señala estrictamente las incrustaciones de pensamiento que no soltamos, el ego, para sostenerse y mantener la proyección que lo nutre, nos sigue diciendo: “El mundo que ves afuera no tiene nada que ver con vos ni con nada tuyo”. Estamos despertando de nuestro autoengaño. El mundo que vemos está siendo proyectado por nosotros mismos, es puramente subjetivo. Internamente tenemos la gran base para esa proyección: el temor. De ese lugar tenebroso que percibimos internamente surge la identificación con el cuerpo físico y la idea de muerte.

Como un espejo limpio, el amor nos refleja la inocencia del mundo y nos guía a hacernos responsables de mirar y aceptar nuestro pasado. Del temor emana la percepción de un mundo peligroso, y así, como sistema de defensa, nos identificamos con cada objeto temporal como el cuerpo, la casa y demás artilugios que usamos para protegernos o embellecernos. Sabemos que no podemos ver algo si no tenemos un código en nuestra mente para descifrar lo visto. No podemos leer sin los patrones aprendidos. No podemos experimentar nada que no nos pertenezca primero como pensamiento. No podemos experimentar la muerte sin pensamientos de separación en nuestro interior.

La idea de la muerte es común aunque sólo existe en el sistema de pensamiento del ego, el cual contempla sólo cuerpos. La muerte no es una cuestión biológica: el hecho físico de abandonar un cuerpo que ya no responde es una emanación de la identificación de la mente con los objetos temporales, una percepción distorsionada de la realidad. Sin embargo, el temor a morir adopta muchas formas, es la idea que subyace en todos los sentimientos de ira, celos, escasez, angustia, dolor y todo lo que no experimentamos como perfecta felicidad. Y la vida tiene que ver con la alegría de sentir nuestra bellísima identidad inmortal en unión amorosa con Todo.

Sin duda, la mente puede observar su proyección; aquí estriba su liberación total. Es cada día más popular la aseveración de que no somos seres humanos con una experiencia espiritual sino seres espirituales con una experiencia humana. La conciencia no está restringida a la visión corporal de los ojos, sino que puede ver lo que sabe internamente a través de lo que mira. En verdad estamos en un lugar no definido por el tiempo y el espacio, y nuestra mirada contiene millones de experiencias ya diluidas en el perdón y el agradecimiento.

Cuando nosotros decimos ver, sería incorrecto agregar luego un sustantivo de imposibilidad inherente. No puedo decir veo o siento el odio pues el odio es la manera que tenemos de no ver o sentir el amor. No puedo juzgar a alguien como feo o desagradable pues dar ese juicio es la manera que tengo de no verlo o aceptarlo en su belleza inherente. Ver algo o alguien de manera errónea es no ver. Se ve o no se ve, no hay escalas intermedias. Por tal motivo, la ignorancia no es sólo la falta de conocimiento sino el cultivo del conocimiento erróneo.

Por más que el miedo nos muestre un mundo peligroso como real, podemos concluir simplemente que el mundo verdadero no está siendo vislumbrado por nuestros ojos todavía. Este enfoque de trabajo interno, que contempla nuestra proyección personal subconsciente, es honesto, responsable y efectivo a la hora de ayudar a producir el cambio. Será muy apreciado por filántropos y aquellos empeñados en el bienestar de todos. Concluimos que, cuando vemos la aparente realidad o sombra, en verdad no vemos en absoluto.

Cuando descansamos en la noche, nuestro cuerpo reposa sobre la cama, y se enciende un universo ilusorio multidimensional llamado sueño, donde una variedad de dramas se suceden unos tras otros. Mientras soñamos dormidos, todo lo que vivimos “es real”, y ningún dormido lo dudaría. Precisamente, al despertar, comprendemos que sólo se trató de una ilusión. Cuando la mente enfrenta la mayor crisis dentro del sueño tiende a despertar. La visión de la muerte, la vejez y la enfermedad se extingue cuando ya no funciona como excusa para que el temor pueda vivir. La mente no nace ni muere nunca, la mente despierta y se ilumina, o sigue dormida, proyectando un mundo dual de felicidad-aflicción, pérdida y ganancia, que es sólo el símbolo de la separación con su Realidad Inmortal.

Es la salida de la dimensión espaciotemporal de la mente. Cada error que vemos en los demás habla de lo mismo, que no estamos aceptando en nosotros. No existe el perdón hacia alguien, se trata de nosotros todo el tiempo.

Los pensamientos que nos asaltan durante el día emergen de las memorias que no pudimos soltar y dejar ir en su momento. Provienen del mundo ilusorio de una culpa autoimpuesta. Estos pensamientos suben a la luz de nuestra mente consciente para que los abracemos, piden el refugio de la paz que un instante de quietud le puede brindar.

No somos una humanidad que trata de resolver el problema de la muerte, la vejez y la enfermedad, somos seres eternos próximos a despertar de un sueño humano. No hay nada que resolver, sólo despertar. Para los seres que todavía dormimos, el mundo será siempre la excusa para seguir sufriendo. Hay muchos pensamientos que debemos soltar antes de despertar del sueño loco que llamamos realidad. Cada acontecimiento corporal doloroso que experimentamos, como abandonos, separaciones, muertes y enfermedades, traen consigo la semilla del despertar, y nos susurran: “No eres un cuerpo ni eres de este lugar”. El cielo de la mente nos espera, ya que en lo profundo conocemos bien de dónde venimos y cuál es nuestro hogar eterno. En los Vedas se dice: “Sólo un Ser tan poderoso como tú despliega un mundo de apariencias para probar su libertad perfecta e inconmensurable”.

Como ejercicio, une ahora todo a través de tu aceptación incondicional. Dile a cada incomodidad o símbolo de temor que aparezca en tu mente: “Te acepto, quédate si quieres”, y te entregas a un sentir libre de juicios mentales. Con susurros, en el silencio de tus días y tus noches, y cuando te asalten los ladrones de tu paz. No toma mucho tiempo, y lo que queda es el amor, lo que queda eres tú, lo que queda es la Realidad que eres. Puedes cambiar mente por gente y tomar otra connotación de la idea.

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