Edición Impresa

Lecturas

El capitalismo y la negación de las libertades individuales

Tras un estudio sobre los efectos nocivos del modelo dominante, el filósofo encomia las ventajas de una vuelta al socialismo.


En el último cuarto del siglo pasado se impuso el discurso neoliberal, es decir, lo que propugnaban Margareth Thatcher, Ronald Reagan, Augusto Pinochet y Carlos Menem; y siguen pregonando en la actualidad Domingo Cavallo, Federico Sturzenegger, Mauricio Macri, entre otros. La consigna era clara y se hizo bastante popular incluso en la Argentina de los 90, y se basada en una falsa dicotomía: la libertad en contra de la igualdad. Estas figuras del gran capital afirmaban –y lo siguen haciendo– que el capitalismo garantizaba la libertad y que por esa cuestión era imposible llevar adelante políticas sociales que apuntasen a la igualdad, que condujeran a la humanidad al socialismo. Frente a esto, ningún socialista en sus vertientes reformistas (más conocidos como socialdemócratas) o revolucionarias (comunistas, trotskistas) supo responder certeramente porque cualquier argumento en su favor fue rebatido por las huestes neoliberales.

Gerald Cohen ensayó una respuesta que debe ser tenida en cuenta, al menos para desnudar la naturaleza de los defensores de la economía de mercado. Este filósofo estudioso de Karl Marx sostuvo que el capitalismo no sólo les quita la libertad a las personas porque explota a los trabajadores en su lugar de trabajo, esto es, les saca el jugo sin que se den cuenta, sino que además la naturaleza de la propiedad privada sencillamente elimina las libertades de los seres humanos. En su libro Por una vuelta al socialismo: o cómo el capitalismo nos hace menos libres, el profesor de la Universidad de McGill (Canadá), rechaza los argumentos de la derecha, así como también algunos elementos que por izquierda terminan sirviendo al establishment capitalista.

¿Campeona de la libertad?

Cuando Thatcher llegó al poder en el Reino Unido en 1979 lo hizo sobre un discurso que en el presente mucha gente repite. Una parte del relato de la Dama de Hierro expresaba que era injusto que unos ciudadanos debieran sostener con su esfuerzo a otros, que no eran otra cosa que vagos. La otra parte afirmaba que se debía garantizar la libertad de los propietarios de hacer con su dinero lo que querían porque eso terminaría beneficiando a todos, esto es, había que reducir los impuestos a los empresarios capitalistas y restringir al mínimo la intervención del Estado en la economía. Todos fuimos testigos de que no se cumplió su predicción de bienestar general. En Inglaterra aumentó la desocupación y la pobreza pero algunos acontecimientos ayudaron a la gobernante inglesa: la Guerra de Malvinas y la Caída del Muro de Berlín. Esas noticias opacaron otras como la feroz represión a los trabajadores ingleses y la inseguridad en sus vidas. Por cierto, eso va contra la libertad. Sin embargo el discurso triunfó y llegó a nuestra propia región. El presidente de origen riojano utilizó idéntica oratoria para convencer a más de uno sobre la importancia de privatizar para que todo funcionase mejor. El ejemplo más claro fue Aerolíneas Argentinas que de ser una empresa exitosa pasó a ser varias veces fundida por los empresarios privados que, lógicamente, buscaron su propio interés. Eso restó libertad a quienes quisieron viajar a destinos que los privados no estaban interesados en cubrir. También acotó la libertad de los trabajadores de las empresas privatizadas. Pero el público tenía poco interés en eso porque lo que molestaba era que no trabajaban lo suficiente.

El libro Por una vuelta al socialismo se inicia desmontando este argumento de que la economía de mercado garantiza las imprescindibles libertades del individuo. Cohen afirma que esa creencia lleva a “soslayar” la naturaleza del capitalismo: un sistema que premia a los egoístas que buscan su propio interés poco puede garantizar la libertad de todos. Al mismo tiempo, contradice la tesis libertaria de Robert Nozick, quien había propuesto que si una persona ganaba mucho dinero por una cualidad –digamos, deportiva–, era injusto que pague impuestos. Cohen cuestionó que con ese precepto le entregaba a la derecha más anti igualitaria elementos para su retórica, para cuestionar los conceptos marxistas de autopropiedad (lo que el individuo gana con el fruto de su trabajo) y explotación (que alguien se lo quite). La pregunta que muchos se hacen es si el Estado de bienestar explota los beneficios de unos (ricos) para dárselos a otros (pobres). En lugar de dar las respuestas clásicas de que es mejor perder un poco de libertad para que todos tengan acceso a derechos como alimentos, salud o educación, Cohen ataca a Nozick afirmando que su concepto de libertad es endeble porque la prohibición que cae sobre los no propietarios de un bien de usar ese mismo bien viola también su libertad. ¿Por qué no pensar entonces que la libertad asume alguna distribución de los derechos de propiedad; y por qué no pensar que los bienes de la tierra son de todos?, en lugar de la idea de John Locke sobre que los bienes estaban y los hombres se fueron apropiando de ellos.

La libertad de volar

Muchas veces se pone como ejemplo que la falta de libertades en Cuba se refleja en que los ciudadanos no pueden salir de la isla, ni viajar en avión. Sin embargo, es un hecho que millones de personas de África, América latina, Europa o Estados Unidos tampoco pueden hacerlo por la sencilla razón de que no tienen dinero para comprar el pasaje. Incluso, si alguien quiere subirse a un avión habrá otros que se lo impedirán más allá de las cuestiones de seguridad. En cualquier medio de transporte pasa eso. Sin embargo, sobre esas millones de personas no se dice que no tienen libertad. Para la derecha defensora de los valores del capitalismo, el dinero es un medio; sin embargo para Cohen el dinero claramente restringe la libertad. Por eso, el filósofo canadiense busca ajustar los conceptos de Marx y explicar mejor la situación. Por ejemplo la tesis de Marx de que los trabajadores no son libres porque están obligados a vender su fuerza de trabajo.

El interrogante sería: ¿cómo se da eso en el presente? El sistema capitalista garantiza la libertad para no vender su fuerza de trabajo, salvo que las alternativas sean estar desocupado o cobrar un seguro de desempleo. ¿Se puede afirmar seriamente que alguien consciente elegiría esto último? Si fuera así, ¿cuántas libertades de viajar, consumir, etc., perdería?

Por qué el socialismo

Habiendo nacido en un hogar judío y comunista, para Cohen la idea de democracia y socialismo son caras de la misma moneda y más allá de la decepción que significó la caída del Muro de Berlín, el filósofo nunca desestimó la búsqueda del socialismo. Este libro es una muestra de ese interés porque reflexiona sobre dos temas: el socialismo y la libertad. Ambos están unidos en una idea central que recorre el libro: el socialismo es superior al capitalismo a la hora de proteger la libertad. No sólo asegura una mejor distribución de la libertad individual, sino que garantiza la libertad colectiva de la clase trabajadora, según apuntan en la introducción Roberto Gargarella y Jahel Queralt. Habiendo demostrado que el capitalismo y la propiedad privad, restringen la libertad, Cohen propone volver a pensar el socialismo como vía posible. Entre los argumentos que esgrime en esa proposición, Cohen apunta a que los conceptos de igualdad y comunidad son más connaturales que los principios del mercado, cuyo sentido último, más allá de la exclusión y la miseria a la que reduce a las mayorías, terminan resultando inimaginables en su capacidad de destrucción sistemática del tejido social.

Un legado para desafiar un sistema injusto

Gerald Cohen es uno de los filósofos que más se ha preocupado por interpretar y utilizar los conceptos de Marx y así lo demostró en su libro La teoría de la historia de Karl Marx. Una defensa (1978) donde aborda el materialismo histórico como defensa del marxismo. Soslayando la perspectiva de la lucha de clases y tras enfrentarse al enfoque estructuralista de Louis Althuser, Cohen se interesó en la cuestión de la igualdad pero, principalmente, en la cuestión de la libertad. Su análisis conduce a pensar que el capitalismo nos hace esclavos del consumo, muchas veces sin sentido y con altos niveles de peligrosidad. Lo que se consume muchas veces se amontona en los hogares y termina llenando los depósitos de basura; en el mejor de los casos se reciclará y en el peor traerá serias consecuencias al medio ambiente. Para este filósofo, el capitalismo también provoca que las personas se sientan insatisfechas con su trabajo. Cohen llegó al desarrollo de sus conceptos a partir de su formación familiar, a lo que se agregaría su paso por las universidades. En Inglaterra conoció a sus profesores Gilbert Ryle e Isaiah Berlin, a quien opuso claros argumentos sobre la libertad en el sistema capitalista en su paso (y mucho después también) por la Universidad de Oxford y por el University College de Londres, donde fue profesor. Desde esa base académica, Cohen dejó un importante legado para desafiar a un sistema injusto que pone en peligro al planeta y condena a la pobreza extrema a la sexta parte de la humanidad.

Comentarios

10