“Le dieron como nueve tiros, sabíamos que iba a pasar. Ya no tenía muchos amigos”, dijo un vecino de barrio Emaús. Durante la última hora de anteayer, un joven de 20 años fue asesinado a tiros por dos muchachos que se movilizaban en una moto, en un crimen que, según aseguraron habitantes de la zona, fue un ajuste de cuentas vinculado a una banda narco. La víctima trabajaba para un búnker y tenía problemas con propios y ajenos. Sobre el hecho, el fiscal en turno no contaba anoche con datos demasiado concretos como para formular una hipótesis firme.
Según vecinos de Emaús, el que da las órdenes en el barrio es el Tuerto F., capo de los búnkers de la zona. Él es quien decide quién muere y quién vive; por cuánto tiempo y dónde. La historia de Franco Nicolás Burgos, el joven asesinado anteanoche, estuvo marcada a fuego por las decisiones del jefe narco. Con él, (por el Tuerto) trabajó, estuvo enemistado y también se reconcilió.
De acuerdo con allegados al caso, Franco Nicolás Burgos, conocido como Nico, hizo sus primeras incursiones laborales en el mundo del delito, siendo muy joven, como soldadito de El Medio, uno de los búnkers más grandes de la ciudad ubicado en un pasillo de Tarragona al 1100 bis. Era un empleado eficiente, pero un poco retobado.
Sin embargo, en 2012 tuvo un fuerte encontronazo con el Tuerto, luego de que éste incumpliera con las cuotas de la compra de una moto. Nico, enojado, decidió saldar su deuda robándoles a los clientes de El Medio, algo que le cayó muy mal al capo del barrio, quien lo mandó a matar. Pero, al parecer, la tarde del jueves 20 de de septiembre les jugó una mala pasada a los sicarios del Tuerto. No tuvieron mucho pulso y el grueso de las balas que le dispararon a Nico dieron en el cuerpo de uno de sus mejores amigos. Se trataba de Pedro Monito Altamirano, quien murió en el acto. Monito era un pibe muy querido y Nico, acompañado de un gran número de vecinos, se vengó del homicidio tirando abajo el búnker. Aquella tarde Nico gritaba a los 4 vientos que quería justicia por su amigo, que él había decidido demoler el búnker porque era la única manera de parar la situación que se vivía en el barrio.
Por estas acciones, Franco Nicolás Burgos estuvo cerca de un mes refugiado en otro barrio, porque “el Tuerto se la tenía jurada”. Sin embargo, luego de algunas negociaciones, el capo y Nico llegaron a un acuerdo. El deudor pagó las cuotas que faltaban por la motocicleta y Nico volvió a El Medio para hacerse cargo de todos los soldaditos de El Tuerto.
Hasta la noche del domingo, parecía que las cosas entre ellos estaban muy bien. Nico estaba siempre parado en su esquina, haciendo chistes con sus compañeros de trabajo o hablando por handy con los muchachos que hacían la seguridad del otro expendio del Tuerto, ubicado en un pasillo de Sánchez de Loria al 1000 bis. Pero, de acuerdo con allegados, las cosas no funcionaban acorde a lo que el jefe pretendía.
Anteayer, pasadas las 23, Nico estaba en la puerta del segundo búnker de Sánchez de Loria, un poco más chico que El Medio, cuando dos muchachos en moto pasaron y le dispararon un gran número de proyectiles. Incluso un testigo pormenorizó que, cuando la víctima estaba tirada en el piso mal herida, su verdugo lo remató. “Lo dejó caminar mucho, hacía rato que se la quería dar” señaló un vecino de la zona.
Nico fue trasladado al hospital Eva Perón, pero los médicos nada pudieron hacer con las múltiples heridas de bala que presentaba. Según el parte oficial, minutos antes de la medianoche de ayer Franco Nicolás Burgos, de 20 años, había muerto tras recibir al menos nueve impactos.
A diferencia de lo que pasó con Monito Altamirano, según la gente de barrio Emaús, la de Nico “es una muerte que nadie lloró”.
En ese marco, cuando El Ciudadano consultó a la Unidad de Homicidios Dolosos, el fiscal interviniente indicó que no había datos sobre el homicidio.
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