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Reflexiones

Echegaray, gentileza del PRO al PJ “Macri friendly”

Ricardo Echegaray consiguió ayer el password para desembarcar en la Auditoria General de la Nación, la AGN, que en la era K controló el radical Leandro Despouy y se convirtió en una trinchera, intensa y prolífica, para denunciar y objetar las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner.


Ricardo Echegaray consiguió ayer el password para desembarcar en la Auditoria General de la Nación, la AGN, que en la era K controló el radical Leandro Despouy y se convirtió en una trinchera, intensa y prolífica, para denunciar y objetar las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner.

Echegaray, patrocinado por Cristina para esa butaca mientras el PJ territorial pretendía ese despacho para al exgobernador jujeño Eduardo Fellner, celebró ayer que Gabriela Michetti, vice de Mauricio Macri y firma premium del Senado, destrabara su designación que requirió también el lapicerazo de Emilio Monzó, jefe de Diputados.

El expediente Echegaray es, hasta acá, el primer guiño dialoguista que Macri le hace al peronismo que quiere conversar con él. Ese peronismo Macri friendly le había dado las llaves del Senado a Michetti y a Federico Pinedo, y desde entonces recibió guantazos en la mejilla, el más sonado e hiriente, el decreto que nombró, a sola firma y exprés, a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz como cortesanos.

Rosatti, peronista al fin, caminó los despachos y charló al menos con quince senadores.

Tarea de ablande, preámbulo de un proceso que en el Senado suponen inevitable: que Macri tampoco pida que los jueces juren en febrero sino hasta que se haga el trámite de selección e impugnaciones, el decreto 222 de Kirchner, que tuvieron que atravesar los actuales cortesanos.

“Usted comprenderá que esos jueces, si juran en estas condiciones, no tendrá la misma autoridad que yo o que los demás integrantes de la Corte”, le dijo Ricardo Lorenzetti a Macri cuando lo vio en Casa Rosada, días después de que el presidente juegue la carta de la Corte.

Rosenkrantz todavía no empezó a recorrer ese caminito y en el Congreso le miran los papeles: ciertas definiciones, algunas posturas públicas y, sobre todo, vínculos comerciales que ahora trata de ocultar.

Echegaray, como Rosatti, también recorrió los despachos que debía recorrer. Firmó actas y compromisos y, dicen en Congreso, se alineará con los períodos de gracia de los nuevos gobiernos, eso que alguna vez José María “Tati” Vernet sintetizó, con poesía brutal, en la verdad número 22 del peronismo: no conviene ser oficialista los últimos tiempos de un gobierno que se va, ni tampoco ser opositor los primeros de un nuevo gobierno.

La bondad hacia Echegaray tiene, además, una razón técnica: la AGN le corresponde a la oposición y no hay, salvo un artilugio temporal, de que quede en manos de un oficialista.

Distinto ocurre con la Magistratura, donde el macrismo, vía Monzó maniobró para sacar a Marcos Cleri (FpV) y sentar a Pablo Tonelli (PRO). En la AGN, frenar a Echegaray no permitía nombrar a una figura propia; en la Magistratura, sacar a Cleri para ubicar a Tonelli significa para Macri quedar a apenas un voto de manejar el organismo que pone y saca jueces.

El PJ expresa, hasta acá, mundos antagónicos y paralelos en Senado y Diputados. Miguel Ángel Pichetto, de buena sintonía con Michetti, expresa el ala amigable, mientras Héctor Recalde se opone como en una catarsis permanente. Cristina habla con ambos: choca más con el rionegrino que un día publicará un <fraseario> con, entre otros, aquel dictamen que el tiempo ratificó: “No puede ser presidente, un político que todas las noches quiere volver a dormir a su casa”. Lo dijo por Daniel Scioli. En la Cámara Alta, jungla de Pichetto, Michetti guadañó a más de 2 mil empleados que habían pasado a planta o ascendido por medio de resoluciones firmadas por Amado Boudou y revisadas por “Juanchi” Zabaleta, moronense que juró como alcalde de Hurlingham. Un vice jamás pone su gancho en asuntos administrativos sin acuerdo previo con los jefes de los bloques que, a su vez, mandan los pedidos de sus senadores. La razzia de Michetti alcanzó a propuestos por Ernesto Sanz, Gerardo Morales y Luis Juez, entre otros, una especie de gesto de autoridad para que los pedigüeños vuelvan a pasar a visitar al nuevo ocupante del despacho mayor. El mensajito tiene, como destino oculto, a los gremios legislativos, un actor con protagonismo inédito en los últimos años.

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