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Dos piernas para tres mundos

Por Raúl Koffman.- “El mundo tal como es”, “El mundo de la imaginación” y “El mundo de los significados” son los que gobiernan al hombre y cuando se combinan, algo muy común, es difícil reconocerlos porque todo transcurre sobre carriles normales.


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Extraño ser el ser humano que vive en tres mundos simultáneamente. A diferencia de otras especies no tan complejas, los humanos viven siempre gobernados por tres mundos que generalmente se presentan mixturados.

El mundo tal como es

“Es lo que hay”, guste o no guste. Siempre se vuelve (porque nunca se puede escapar del todo) a la cruda y cruel realidad. “El amor no todo lo puede”, “nada es para siempre”, “fue bueno mientras duró” nos recuerdan dos dimensiones: lo parcial y lo transitorio, que son los principios que lo rigen. Aunque más parecido a un pantano, de él se dice que se está “con los pies en la tierra”. Graficándolo diríamos que el “ni lo sueñes” sería permanente e inmodificable. Un mundo en el que no siempre hay lugar para los pedidos y menos aún para los reclamos, simplemente, porque no habría nadie que los escuche. Literalmente, nadie.

Si este mundo fuese único y hegemónico sería sin colores o con momentos de colores brillantes, lleno de sensaciones grises, crudo y cruel y falto de vida como la concebimos hoy. Finalmente concluiríamos: “No somos nada”. Es que aceptar “lo que hay” (cuando es hegemónico) supone muchísima capacidad para resignar y no todos están armados y preparados de fábrica para tal proceso.

La animalidad del ser humano, con todo lo que eso supone, no es algo que se acepta con tanta facilidad. Es que finalmente somos miembros de una especie que vive en un frágil punto azul en el espacio infinito. Una especie con riesgos de extinción como cualquier otra, y en este caso extinción por destrucción del hábitat por estar enfermos de conciencia, de miedos y de poder.

Pretender que no sea así como es pertenece al mundo de los sueños y de la frondosa imaginación humana; o sea, a otro mundo muy distinto. Es que para vivir en él y soportarlo hay que soñarlo, endulzarlo y darle significados.

El mundo de la imaginación

Este segundo mundo, que parece proteger contra el primero, es el campo de las expectativas creadas por las necesidades, de las ilusiones y de los sueños. El cine, por ejemplo, se aprovecha de este poder. En primer lugar porque presenta un mundo de sueños ya creado en la pantalla. Y en segundo lugar, porque no es infrecuente encontrar que el mensaje principal de la trama de una película es “no renuncies a tus sueños”. Tan importante es.

Frondoso, diverso y variado además de pictórico, este mundo que nunca se deja de habitar de, él se dice (cuando se lo habita) que “no se tiene los pies en la tierra”. Por todo esto, quizás, se lo califica de “infantil”.

Si este mundo fuese único y hegemónico, viviríamos permanentemente soñando e imaginando sin saber que se lo está haciendo.

Y su increíble poder se hace sentir fuertemente, más aún cuando está ausente. Es que sin expectativas imaginadas no hay movimiento. Y como quien “no quiere nada”, nada quiere; su ausencia se convierte en una de las figuras de la muerte. El “se dio por vencida/o” o el “se entregó”, lo grafican claramente.

Al contrario de la parcialidad y transitoriedad del anterior, este mundo es totalizador. Totalizador y agradable (“El Amor”, “La Persona Salvadora”, “El Fin de los Problemas”). Eso sí, cuando se está bien de ánimo. Porque cuando no es así también es totalizador pero desesperante porque en los momentos de depresión y angustia se imaginan y se sienten dramas y catástrofes y se vive en ellas.

Hay quienes dicen que los sueños pueden hacerse realidad. Y hay quienes dicen que “los sueños, sueños son” y lo que se hará realidad nunca será la totalidad de lo soñado. Es que la posibilidad de hacer reales a las necesidades (y las expectativas que las expresan) son el motor de la conducta humana. La motivación, lo llaman algunos.

El tema es que todos los productos de la imaginación nunca están separados de un significado. Que alguien cuando imagina lo haga en relación con algo y no otra cosa (salud, afectos, dinero, poder, prestigio, trascendencia, miedos, por ejemplo), significa algo para la persona que lo imagina. La elección hecha dice mucho de aquello que es importante y que no lo es, para esa persona. Y dice también algo importante, para cualquier otro que pueda conocer las necesidades de los otros. Es que está probado que sabiendo cuáles son las necesidades más importantes de los otros resulta relativamente fácil hacerles creer cuál es el camino para hacerlas desaparecer y proponerse como salvador, guía o conductor. De manipulaciones individuales y colectivas la historia humana está llena.

El mundo de los significados

Además de la animalidad y de las escenas que mágicamente solucionan y cierran, el ser humano vive también en otro mundo que tampoco puede dejar de habitar: el mundo de los significados construidos y atribuidos a las personas, objetos y situaciones vividas. Ya más cercanos al Sapiens que al Credens, personas, objetos y situaciones adquieren valor y sentido. Con él se abandona la caja con paredes de goma en las que siempre se rebota de los dos mundos anteriores, la pura necesidad se convierte en expectativa y el movimiento se direcciona. El motor, entonces, motoriza hacia un fin con forma y sentido siempre culturalmente condicionado.

Los significados, dado que se construyen en el proceso de vivir, son temporales: horas, días, años o décadas. Las crisis de cambio de década son sólo un ejemplo. El famoso “se hace camino al andar”, se refiere a esto. Algunos significados se fijan y forman parte de la identidad y constituyen los llamados principios de vida. Si se convierten en absolutos y atemporales finalmente se parecen y funcionan como algunos productos del mundo de la imaginación.

Lo que sucede es que no hay significados sin valoraciones; y los principios de vida son significados acompañados de valoraciones muy fuertes. Sólo grandes crisis personales, colapsos en el modo de vida o fuertes cuestionamientos pueden cambiarlos.

Las emociones humanas son una fuente importante de estas valoraciones: sin emociones todo tendría el mismo valor, las ideas no tendrían fuerza. Prueba de ello es que cuando se rechaza una idea este rechazo no es solo racional. El rechazo se siente y, muchísimas veces, visceralmente.

Los sistemas de ideas (personales, grupales, regionales o sociales) son significados construidos, algunos de ellos, durante siglos o milenios. Sólo que, por su antigüedad, parecen no serlo, parecen naturales no históricos. La repetición al infinito y los supuestos nunca cuestionados, aseguran su naturalización. Los derechos individuales tienen menos antigüedad que el monoteísmo, por ejemplo.

Caminando los tres mundos

Los tres mundos nos gobiernan. Cuando se mixturan es difícil reconocerlos porque todo transcurre sobre carriles normales. Cuando sucede algo que inestabiliza o cuando algunos de ellos se tornan hegemónicos, su funcionamiento y su poder son más visibles. Las combinaciones son diversas, y cada uno sabe, si se conoce lo suficiente, cuáles son las suyas y cuáles de los tres mundos suele tener más fuerza en cada uno y en qué situaciones.

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