Espectáculos

Obras: donde el rock tuvo su ritual

El templo del rock fue Obras Sanitarias. Gloria Guerrero (la de Humor y Rolling Stone), publicó un libro sobre el mítico estadio. Músicos y archivos cuentan 30 años de rock y de historia compartida. Por Patricia Dibert.

 
 

Gloria Guerrero

Gloria Guerrero fue la primera mujer periodista de rock en Argentina. Entre sus innumerables participaciones con notas y entrevistas pueden destacarse las de las revistas Expreso Imaginario, Rock Superstar y Hurra. La mujer que supo usar un sombrero negro tuvo también su página de rock en Humor; después trabajó en la Rolling Stone; colaboró con ¿Cuál es? en la radial Rock & Pop; escribe actualmente en La Mano y también fue prensera de Los Redonditos de Ricota, Pappo y Fito Páez, entre otros. Recibió innumerables reconocimientos por su labor en el campo de la cultura joven y por su contribución al desarrollo del rock argentino. La Guerrero, como se la conoce, acaba de editar un libro sobre la historia del emblemático Estadio Obras Sanitarias –fundado en 1978–, donde se hicieron los más importantes conciertos de la música popular argentina de los últimos años. La Guerrero acaba de editar un libro sobre la historia del emblemático Estadio Obras Sanitarias, fundado en 1978, donde se hicieron los más importantes conciertos de la música argentina de los últimos años.

—Para alguien con tanto rock en el hombro, ¿qué significó escribir sobre Obras?.

—Bueno, la idea no fue mía, sino de un amigo, quien me dijo que escribiera sobre Obras y ahí arrancó el trabajo de investigación que duró dos años y medio para contar 32 años de historia. En 2008 comenzaron las entrevistas, notas y búsqueda de archivos, porque los primeros años no había Internet, y el material de la época estaba en papel, incluso los archivos que se muestran en el libro eran pergaminos o papeles que se rompían al tocarlos. En el medio de esa tarea paso un día por la puerta de Obras y veo que está cerrado, me puse blanca. Cuando empecé a trabajar en la investigación estaba funcionando con muchos shows y entonces llegué a la conclusión que el libro termina cerrando los 32 años de esa historia, porque ahora se va a convertir en otra cosa, en un estadio de dimensiones más grande, a lo norteamericano. Obras ya no volverá a ser lo que fue.

—En el prólogo el periodista Enrique Symms (el de la Cerdos y Peces),  dice que vos sos la persona indicada para escribir este libro porque sos el referente más importante por conocer la movida y la historia del rock argentino. ¿Cómo buscaste y seleccionaste el material?

—El cuerpo principal del libro tiene la historia cronológica del club. No sólo quise mostrar el Obras de los shows sino que me metí en los cimientos, para lo que me fui a los orígenes del club con los testimonios de aquellos señores vinculados al deporte, y en ese cuerpo principal de libro están las crónicas de la época, algunas pocas son mías y hay otras de colegas que cubrieron conciertos a los que yo no fui. Esas crónicas están sin tocar, tal como fueron publicadas. No deja de tener cierta gracia cuando llamábamos “teloneros” a los grupos soporte, o las prohibiciones para entrar a los conciertos, con, por ejemplo, grabadores. Las entrevistas con músicos fueron hechas ahora, salvo una con Charly García, que es una nota que me dio a mí en 1981, antes de tocar en Obras. Los testimonios de los músicos están intercalados con la data cronológica de Obras.

—En los testimonios de los músicos aparecen datos interesantes como el de Calamaro reconociendo que en el concierto de Raíces (banda en la que participaba), esa noche tocó un tecladista nuevo en su lugar y que era muy bueno.

—Sí, Andrés dice “¡era mejor que yo!”, y se lo acuerda 30 años después. Me pareció mejor intercalar esos testimonios en el libro porque creo que así se rompe la cronología de tanta data, me gustó meterlos en un marco de charla informal, para que ellos cuenten lo que significó para cada uno hacer su primer Obras, porque antes de estar en el escenario estaban abajo, qué es lo que ellos veían como público, y es impresionante cómo coinciden todos en la valoración del show de Iggy Pop, porque nos mató a todos cuando vino a tocar a Obras. Calamaro lo describe como “El ninja que nos voló la cabeza”. Los músicos cuentan lo que les pareció el estadio y aparecen las anécdotas. Baglietto habla de un festival de la revista Humor, que fue una de las primeras presentaciones de él en Obras, en el 81. No era común que se hicieran festivales en esa época, entonces todos estábamos comprometidos con la organización, y ese festival de la Humor se hizo porque venía Frank Sinatra en un emprendimiento de Palito Ortega, y como en esa época los bandos estaban muy marcados, Humor lo organizó con estrellas o promesas de la música popular argentina y latinoamericana, como una contraposición a lo otro, hasta creo que fue la primera vez que se subió Fito a Obras.

—En el libro incluís el recuento de shows año por año. En 1981 estuvieron Serú Girán y León Gieco, seguían Manal, Raúl Porchetto, Pastoral, Vox Dei, Spinetta, Milton Nascimento, Caetano Veloso, Charly García con Gilberto Gil, Egberto Gismonti y Naná Vasconcelos, ¿se podía sostener semejante producción?

—Sí, y eran las memorias y balances originales del club, pero también tenían mechadas otras actividades como campeonatos de esgrima, reuniones políticas, cantagol, encuentros de la curia; Obras era impresionante, un día tocaba Iggy pop y el día siguiente estaba Pimpinela.

—No olvidemos que tocó The Police

—Claro, el de The Police fue uno de esos recitales donde todos dicen haber ido y éramos unos pocos en el estadio, como pasó también con el de Mano Negra. Creo que en el libro no sólo se habla de la historia del rock del país, sino también de la música latinoamericana, porque también estuvieron Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Alfredo Zitarrosa.

—Das cuenta del clima que se vivía en los conciertos durante la dictadura, cuando contás el caso de un chico que le dice a la madre que si no vuelve en la mañana, lo busque en la comisaría cercana a Obras.

—Es el caso de uno de los plomos de Serú Girán, que era menor de edad y le dejaba a la madre cada noche el recorrido de entrega de equipos por si no volvía. Pero ojo que no era sólo la policía y los militares con sus camiones estacionados en la puerta de Obras durante la dictadura, porque también sucedió en épocas de Menem con Walter Bulascio (joven detenido en 1991 en inmediaciones de Obras en un show de los Redonditos de Ricota y que falleció a causa de una golpiza). La dictadura fue grosísima, pero no lo limitemos ahí, porque después también hubo razzias en la puerta del Estadio, aunque por suerte hoy tenemos más garantías.

—Además de contar épocas oscuras, el libro también tiene el humor de las anécdotas de “bambalinas”, como el regalo de Pappo a B. B. King.

—Es una situación muy divertida porque El Carpo le llevó al camarín una horma de queso de regalo, por lo que después se ganó el apodo de “Chesse Man”. Fue un regalo muy particular que B. B. King agradeció contento.

—¿Guardabas tus notas de Humor, aquellas que no fueron digitalizadas?

—No se podían guardar 500 números, que fueron a parar a la vereda, sólo conservo algunas Rolling Stone, pero entre un grupo de veinte periodistas podemos decir que tenemos un archivo completo, cada uno tiene una parte.

—¿Qué otros rosarinos además de Baglietto aparecen en la historia de Obras?

—Están los Cielo Razzo que grabaron Audiografía en 2006, y ni hablar de Fito. Al final del libro hay un apéndice que costó mucho trabajo porque están todos los discos oficiales, sería imposible incluir los piratas, aquellos que fueron grabados en vivo en Obras. Grabaron discos Moris, Zitarrosa, Almafuerte, Megadeth, el disco “Ritual”, de Los Piojos, a partir del primero que se grabó, que fue de Almendra en 1979. Fueron muchos los registros en vivo y se me ocurrió poner la lista de temas de cada uno. Además el libro viene con un código virtual para bajar temas registrados en conciertos con joyitas como Virus en el 86, o Cerati con Mollo haciendo “Crimen”.

Serú-Jade. Estadio Obras 1980

—¿Quién fue el músico que tocó por primera vez en Obras?  

—El primer show fue de Spinetta, pero no fue programado, sino que fue una inauguración casi familiar. El primer concierto con venta de entradas fue el 1º de noviembre de 1978, con Serú Girán presentando su primer disco. Las críticas no fueron buenas, al punto que la revista El Expresso Imaginario los mató. Los críticos ironizaron diciendo que no había estado Serú en el escenario sino sus dobles, por eso en el disco siguiente, La grasa de las capitales, los cuatro músicos aparecen como sus dobles en la tapa de una revista, una cargada a aquella otra cargada. Digamos que en esa época se se retroalimentaba, como en la tapa de la revista Hurra donde Andrés Cascioli ilustró la rivalidad de García-Spinetta como un Boca-River (aunque los dos son de River), y los músicos le contestan haciendo un concierto en Obras Serú Girán-Spinetta Jade, y fue un show extraordinario. Digamos que todos nos retroalimentábamos, y hoy no es el mismo espíritu ni el mismo rock.

—¿Por qué?

—Porque la situación es diferente, en ese momento las bandas eran una excusa para reunirse, y todos éramos parte de una misma familia. Cuando Charly me dio la nota sobre Obras, vino a casa porque yo estaba quebrada por un accidente de la gira De Usuhaia a La Quiaca. Quiero decir que la relación era muy familiera. Acá se cerraron etapas mucho antes que el Estadio Obras Sanitarias. Habrá otros lugares, se reciclarán los ánimos, las necesidades, la música como espejo de las cosas que nos pasan a nosotros.

La prueba de Astor

Acerca de la capacidad, la acústica del estadio y una visita ilustre, Guerrero cuenta: “El estadio tenía capacidad para 4.400 butacas, y sin los asientos entraban alrededor de 6.000 personas, digamos que era una capacidad óptima, era un estadio de básquet, que era como una caja de zapato donde hacía un calor insoportable, pero la acústica era muy buena. Una vez, Astor Piazzolla llegó al país y fue desde el aeropuerto de Ezeiza a su casa en un taxi; durante el viaje quiso pasar por Obras para conocerlo porque le habían dicho que la acústica era excelente. Según cuentan, se sentó en el súper pullman y se puso a tocar el bandoneón en perfecta soledad para comprobar el buen sonido de Obras, donde días después actuó con su banda, ya seguro de contar con un sonido que se ajustaba a sus exigentes requerimientos”.

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