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Declaró el dueño del bar y quedó detenido

Dijo que la mayoría del tiempo estuvo detrás de la barra y jugó al pool con Pimpi.

Orlando Toro Gutiérrez, uno de los propietarios del bar Ezeiza, donde fue ultimado Roberto Pimpi Camino, brindó ayer declaración indagatoria durante más de tres horas en el juzgado de Instrucción 9ª y quedó detenido con la misma imputación que le pesaba cuando todavía estaba prófugo: encubrimiento agravado y/o partícipe necesario del homicidio del ex líder de la barra brava rojinegra. En la misma jornada recuperó la libertad su pareja, Paola O., aunque continúa involucrada en la causa bajo la figura de encubrimiento agravado.

Todas las personas imputadas en la investigación estuvieron presentes en el bar la madrugada en la que el Pimpi recibió cinco mortales balazos. Hasta ayer sólo quedaron detenidos los dos propietarios del bar Ezeiza. Gutiérrez era la última persona que faltaba declarar y con sus dichos se cerró el ciclo de indagatorias ordenado por el juez Javier Beltramone.

Auque su versión no trascendió porque rige el secreto de sumario en la causa, fuentes allegadas a la investigación informaron que las preguntas dirigidas al Toro tendían a reconstruir qué fue lo que pasó durante las cinco horas que Pimpi pasó dentro del bar y quiénes eran las personas que lo acompañaban. En ese sentido, trascendió que el Toro pasó gran parte del tiempo detrás del mostrador de su bar, aunque en algún momento de la noche jugó un partido del pool con Camino.

El juez de la causa volvió a reiterar que por el momento no se descarta ninguna línea de investigación y aseguró que se están realizando múltiples medidas, entre ellas algunos allanamientos, en busca de él o los posibles autores materiales del homicidio.

El crimen

El ex jefe de la barra brava de Newell’s fue asesinado a las cinco de la mañana del 19 de marzo en la puerta del bar Ezeiza, ubicado en Servando Bayo al 1400, adonde había estado bebiendo champagne desde las doce de la noche con varios amigos; uno de ellos es el dueño de otro bar, el otro un policía.

En una de las oportunidades que salió a la puerta, no está claro si a fumar o porque alguien lo llamó, Camino recibió cinco plomos de una nueve milímetros y quedó tendido en la vereda.

Enseguida sus amigos lo asistieron y lo trasladaron en su propio vehículo, un BMW color gris, al hospital Carrasco, adonde llegó sin vida. De todas formas, los médicos intentaron revivirlo en vano con un desfibrilador. Las personas que los habían acompañado hasta el hospital, desaparecieron poco después de escuchar la noticia de su muerte.

Al mismo tiempo que su cuerpo era velado en el Fonavi que habitaba en la calle Alice, comenzó a instruirse la causa, que pocos días después comenzó a desplegar allanamientos en los que fueron detenidas casi todas las personas que se encontraban en el bar la noche del crimen.

Pero a medida que fueron prestando declaración, el juez ordenó su liberación ya que a la mayoría de ellas sólo se les imputó el encubrimiento. Sólo los dueños del bar quedaron detenidos, ya que sobre ellos pesa además del encubrimiento la figura de partícipe necesario para el crimen.

Las distintas puntas que se investigan están vinculadas a deudas o acreencias del Pimpi, pero todas ellas giran en torno al dinero. La idea que alguien entregó a Camino sobrevuela la pesquisa, aunque nadie tiene claro aún quién lo mandó a matar. De todos modos, la silueta del sicario que ejecutó el homicidio fue descrita sin demasiada precisión por dos muchachas, que vieron a un joven con gorrita disparar contra Pimpi.

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