Ciudad

De piquetero a huertero

Por: Santiago Baraldi. Adrián Archento trabaja en el Parque Huerta Molino Blanco, donde está a cargo de la coordinación de 25 jefes de familias que siembran las cuatro hectáreas de tierra con verduras y viven de lo producido allí.

Adrián Archento hace diez años era piquetero. Durante cinco meses instaló una carpa frente a la Municipalidad, hasta que el entonces intendente Hermes Binner, con motivo de la visita del ex presidente italiano Carlo Ciampi, los corrió de la Plaza 25 de Mayo. Eran tiempos difíciles, cuando el país estaba en llamas. Hoy, recorre orgulloso las cuatro hectáreas del Parque Huerta Molino Blanco, —Ayacucho y Guillermo Tell—donde está a cargo de la coordinación de 25 jefes de familia que producen verduras orgánicas, luego comercializadas en las ferias urbanas. “Cuando comenzamos en el año 2001 en estos terrenos entraban los patrulleros corriendo a la delincuencia, la gente tiraba la basura, nuestros hijos jugaban entre los perros muertos y las jeringas, y la Municipalidad limpió todo, nos cedió los terrenos y la huerta le cambió la cara, los vecinos se integraron, fueron viendo que se puede y hoy consumen estas verduras. Demostramos que se puede y estoy feliz de cómo se están dando las cosas, donde se abren puertas para que el vecino participe”, explica Archento, padre de seis hijos y cinco nietos.

—¿Qué cambió para pasar de piquetero a huertero?

—Tengo muchos amigos piqueteros, no los juzgo porque sé que hay necesidades, pero también es lamentable como desde la política se hace asistencialismo. Estamos con otra situación económica y hay que buscar la forma para que tanto el piquete como las gomas quemadas no existan más. Hace diez años tenía cien personas detrás mío y yo gané plata con eso. Hoy lo cambié para dar un ejemplo a mis hijos y nietos, incluso ganando menos. En un momento estuvimos frente a la Municipalidad en una carpa casi cinco meses, era Binner el intendente y nos corrieron cuando vino el ex presidente italiano Ciampi para inaugurar una plaza. Hermes era el intendente y nos hizo desalojar y hoy trabajamos junto con Binner y la Municipalidad, con Susana Bartolomé de Economía Solidaria y con quien es mi jefe, Antonio Latucca (Director de Agricultura Urbana), trabajamos en conjunto y demostramos que se puede cambiar.

—¿Qué producen en la Huerta y dónde lo venden?

—Todas tipo de verduras, incluso plantas aromáticas. Por semana salen de este lugar entre 50 y 60 bolsones de verdura, entre siete y ocho variedades para que el consumidor tenga todas las semanas, para hacer ensaladas, para hervir o rallar. La idea es que el ciudadano acompañe un proyecto donde trabaja gente de bajos recursos y que puedan salir adelante. Vendemos en la Plaza San Martín, Plaza López, en las Cuatro Plazas, en Presidente Roca y el río y en el Distrito Sur, los lunes, miércoles y viernes. Aprendimos que la gente de la villa se pudo juntar con la del centro, llevamos nuestros productos a la feria y allí nos compran cada semana; nosotros somos los productores y ellos los consumidores, y así se creó un lazo.

—¿Tienen relación con el Mercado de Concentración?

—Este es un trabajo artesanal y vendemos al mismo precio que en las verdulerías. Un quintero al repollo te lo saca en 20 días y nosotros lo esperamos cuatro meses, hay diferencias, pero vendemos al mismo precio para ganar más clientes. Tenemos muchos pedidos, pero la producción es lenta, igual estamos contentos con lo que hacemos.

La gente del Mercado en un tiempo creía que veníamos para boicotearlos, pero cuando vieron que hay un trabajo social que hacemos aquí, entendieron que no somos competencia. Nos visitaba y controlaba el Instituto del Alimento, se llevaban verduras para probarlas, para ver si lo que hacíamos era real, trabajamos para el bien del ciudadano y por la salud de la gente. Es un compromiso a la vida porque aquí, por ejemplo, no trabajamos con ningún agroquímico, nada de venenos.

—¿Cuántas huertas como estas funcionan en la ciudad?

—En Rosario hay seis parque-huerta como este: uno en el Bosque de los Constituyentes, otro sobre la Ruta 34, otro en Tablada, el Hogar Español y se va hacer una en el Barrio Las Flores detrás del Hospital nuevo. En la nuestra trabajan 25 cabezas de familia, entre ellos levantan desde 500 pesos a 3 mil, el que más se ocupa saca más…

—¿Cuentan con asesoramiento?

—En el tema de la coordinación acompaña Agricultura Urbana, con apoyo en asesoramiento técnico, infraestructura, capacitación, semillas, insumos, tractor… todo gratis. Se está formando la Red de Huerteros con personería jurídica, a nadie se le cobra nada, solicitan el espacio de tierra y se le da en forma gratuita, incluso cuando llevamos los bolsones de verdura al centro, hay un camión que hace el traslado sin cargo.

—Además de los adultos, ¿se suman los chicos al trabajo junto a su familia?

—Hay que ver cómo el abuelo con su nieto trabajan la tierra. Además hacemos capacitación y talleres con chicos de las escuelas de la zona. Les damos las semillas, las plantan en vasitos, y cada uno de ellos viene, las riegan, siguen su crecimiento y van acompañando todo el proceso, después se llevan la planta al fondo de su casa hasta que llegue el momento de la cosecha, y cuando la ven en la mesa lista para comerla se sienten orgullosos. También con chicos que han tenido problemas con la ley penal cuando les dan una libertad condicional, vienen hacer unas horas de trabajo social y van aprendiendo y el contacto con la tierra les hace bien, porque ellos vienen con una ensalada que son las adicciones y los problemas con la Policía, y pasa el tiempo, y cuando estuvieron tres o cuatro años presos quieren cambiar y hay que darles una oportunidad.

—¿Hay algún criterio a la hora de sembrar?

—Cada uno planta lo que quiera, pero con variedades para que puedan armar sus bolsones. La gente acá sabe que menos un rancho, pueden plantar lo que quieran, es para que trabajen, se desahoguen, el contacto con la tierra es la mejor psicología, es contención y un sustento para llevar a la mesa. Todos lo toman como un trabajo, aquí no hay asistencialismo, esto es productivo, donde se suman los mayores y menores que no tienen acceso al trabajo. En mi barrio los chicos de 14 o 15 andan con chalecos antibalas y mejor armados que la Policía. Entonces por un lado te dicen que un menor no puede trabajar, ¿pero si puede portar armas? El tema es querer salir adelante.

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