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De Barack Obama, Bill Clinton y Bush al Pacto de la Moncloa

Por: Carlos Duclos

El éxito de una nación se produce por causas, no por hechos casuales

La cultura política argentina, se sabe por eterna experiencia, no contempla el diálogo, todo lo contrario. Es impensable, por ejemplo, imaginar que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner invite al ex presidente Carlos Menem, a Fernando de la Rúa y a Eduardo Duhalde a una mesa de conversaciones con el laudable propósito de buscar soluciones a tantas complicaciones que provocan serias penurias en casi la totalidad de la sociedad argentina. ¿Puede acaso imaginarse aquí a un presidente argentino convocando a sus predecesores para salir en socorro de un desastre y que éstos acepten el convite o la proposición? Es difícil trazar esa escena en la mente, porque ello no forma parte de la costumbre política nacional, caracteriza por el enfrentamiento, la diatriba, la humillación del adversario y el deseo de que fracase.

Es imposible abrigar la confianza de que tal cosa suceda, por cuanto tanta es la idiotez de los políticos argentinos, que la interna en los propios partidos, caracterizada por la virulencia, está a la orden del día. La utopía de Perón fue creer que su descendencia política iba a dar cumplimiento a aquello de: “Primero la Patria, después el Movimiento y por último los hombres”. Todo es exactamente al revés aquí, en el peronismo y fuera del peronismo.

Esta cultura del desencuentro no es nueva, nació con la Patria, se consolidó con los cruentos enfrentamientos entre unitarios y federales y llega hasta nuestros días. Nomás repasar las noticias de las últimas horas, de los meses pasados o de los últimos años, se advertirá que, salvo, matices, nada ha cambiado. El pago de semejante absurdo, de tamaño despropósito (que en rigor de verdad es un crimen) lo paga la masa social en su conjunto. Masa social que, por otra parte, tiene su responsabilidad en el triste suceso, porque no se comprende cómo ha permitido que esta pléyade de insensatos prosiguiera conduciendo su vida.

El título de la reflexión de hoy refiere a que el éxito de una nación (y de hecho el éxito en general) está dado por causas y no por meros azares. En la vida de una nación, estas causas son la voluntad, el talento, el empeño, el esfuerzo, el trabajo, la coherencia, la ausencia de corrupción y, sobre todo, la unidad en la acción.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha convocado en las últimas horas a Bill Clinton y a George Bush para pergeñar estrategias con miras a ayudar a Haití en esta hora de desastre y tragedia que soporta. Y los ex presidentes, sin vueltas, lo han aceptado. “Viniendo juntos de esta manera, estos dos líderes envían un mensaje inequívoco al pueblo de Haití y al mundo. En estas horas difíciles, Estados Unidos se mantiene unido. Estamos unidos con el pueblo de Haití”, dijo Obama. Y si esta respuesta dan dos ex presidentes con miras a ayudar a otro país ¿qué no harían por defender el interés del propio?

La noticia que recorrió el mundo dice que Obama anunció “que habían lanzado el fondo Clinton-Bush-Haití y pidió a los estadounidenses que visiten el sitio en Internet www.clintonbushhaitifund.org y donen dinero, debido a que el país caribeño enfrenta un largo camino de recuperación”.

Estados Unidos de Norteamérica, de tal forma, muestra por estas horas a todo el mundo, a través de la web, que dos presidentes, uno demócrata y otro republicano, están juntos en una cruzada a favor del pueblo haitiano.

¿Qué ha mostrado Argentina por estos días? Que su dirigencia se encuentra empeñada en otra batalla campal por la decisión de estructurar, o no, el Fondo del Bicentenario y la remoción de Redrado del Banco Central. Todo en medio de un grotesco trágico y una barahúnda que espanta. Si hasta del mismo Partido Justicialista (partido gobernante) se levantan voces de disidencia y desencuentro. Basta con leer la noticia para comprobarlo. Y la noticia de ayer dice exactamente: “El diputado del justicialismo disidente, Felipe Solá, aseguró que “rechaza” un pacto con el oficialismo para desplazar a Martín Redrado del BCRA”.

Esta es la cultura política argentina, rechazar todo lo que venga del oponente con miras a no dejarlo gobernar, en la creencia de que así se alcanzará el poder más rápidamente y sin demasiadas complicaciones. El palo en la rueda, como suele expresarse vulgarmente, en este país está a la orden del día desde hace mucho tiempo. En ese marco, con tal cultura política, no puede haber sino fracasos, tristezas y frustraciones.

Para salir de la cuestión norteamericana, recuérdese que España esto lo comprendió cabalmente y por ello los dirigentes españoles se reunieron todos en torno de una mesa y sellaron el Pacto de la Moncloa. Es oportuno recordar algunos de los párrafos de este pacto, firmado por todas las representaciones políticas españolas en el mes de octubre del año 1977: “Todos los partidos políticos presentes en la reunión coinciden con el Gobierno en la necesidad de una serie de medidas monetarias, financieras y de empleo, predominantemente a corto plazo, que permitirían restablecer en un período de dos años los equilibrios fundamentales de la economía española, aminorando la inflación, reduciendo el paro (desempleo) y mejorando la situación de la balanza de pagos. En el sentido apuntado, los partidos políticos y el Gobierno expresan su consenso…” Pero la Moncloa fue mucho más allá del mero aspecto económico, sino que abarcó diversos temas en los que todo el arco político español (izquierda, centro, derecha) se puso de acuerdo. Desde aspectos como suelo, prensa, justicia, hasta comercialización y derecho de reunión, pasando por un amplio abanico de cuestiones en donde se consideraron diversos aspectos de la vida social, todo se rubricó finalmente en las cámaras. El Senado español, representado por diversas fuerzas, estimó finalmente “que los acuerdos de la Moncloa son base imprescindible para afrontar la crisis económica y consolidar la democracia”. Consideró “satisfactoria la firma de los mencionados acuerdos, por juzgarlos positivos” y asumió como Cámara colegisladora, “la responsabilidad que le corresponde en el desarrollo legislativo de los acuerdos, así como la función de control sobre su debido cumplimiento”. Finalmente, pidió “a todos los Grupos políticos y fuerzas sociales que colaboren solidariamente y presten su apoyo para la superación de la crisis y la consolidación de la democracia”.

No es casualidad que en un país con tantas riquezas y recursos naturales, como los hay aquí, peregrinen pobres y desprotegidos sin destino. No, es la causa del absurdo, del desencuentro, de la confrontación descarnada en la que siempre se comprometen ciertos señores de izquierdas, centros y derechas, lo que ha sumido a los argentinos en una eterna complicación.

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