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Vida y Plenitud

Curar con la mirada, una salida

Mirar a todo el mundo en su perfecta compleción, o bien, sin defectos a ningún nivel, es la base de nuestra sanidad, paz y felicidad, ya que cuando lo logremos habremos curado nuestra propia mente, la cual sólo está dormida al amor.


Los ojos proyectan nuestro propio estado mental: miramos afuera lo que atesoramos dentro, y bajo esta comprensión podemos decir que no existe el afuera, sino que todo es tu mirada. Los ojos contemplan una visión unificada de las cosas, ya sea de conflicto o enfermedad cuando es determinada por el ego, o de paz y curación cuando refleja a la divinidad interior.

El ego trata de enseñarnos que es el cuerpo el que está enfermo, cuando en verdad es la mente la única que puede enfermar. ¿Cómo podría enfermar el cuerpo si no tiene autonomía?, el cuerpo es únicamente un recurso de aprendizaje al servicio de la mente. Y el espíritu que somos tampoco enferma porque no tiene contacto con este plano y ni siquiera comprende lo que la enfermedad es. Cuando la mente está saturada de pensamientos de temor o preocupación, el cuerpo experimenta lo que nosotros llamamos enfermedad. Y con esta comprensión arribamos a la idea de que lo único que se requiere son abundantes pensamientos de amor.

Mirar a todo el mundo en su perfecta compleción, o bien, sin defectos a ningún nivel, es la base de nuestra sanidad, paz y felicidad, ya que cuando lo logremos habremos curado nuestra propia mente, la cual sólo está dormida al amor. En otras palabras: nos curamos a nosotros mismos curando a otros de sus aparentes imperfecciones. La impaciencia o el anhelo de que las cosas salgan al capricho del ego es lo que hace que veamos defectos en la gente. Los defectos de alguien provienen de aquel que los está observando. En el intento de ver inocencia en otros nos curamos. Pero el ego no puede hacer esto, el ego al no ser inocente no tiene una parte en que puede regalarte esa mirada de amor, el ego nace y vive en el conflicto. ¿Cómo lograr entonces la visión inocente del amor?

Dentro de la propia mente existe una voz, que aunque habla mucho menos, sólo susurra amor, comprensión y abundancia. Esta voz se escucha al acallar la ensordecedora voz del conflicto, esto requiere de fuerza de voluntad pues es necesaria la habilidad mental de descreer todo lo que escuchamos sobre enfermedad, cuidados, agresiones, injusticias, peligros, indignidad propia y muerte, en otras palabras: miedo. Cuando aprendes a negar la voz de la incomodidad asoma un momento de paz que se percibe a nivel de la conciencia. De esta manera estás curando tu propia mente, estás viviendo un milagro: pensar diferente, pasando del miedo al amor. Y mientras te curas, curas con tu mirada todo aquello que observas. Verás que no hay gente imperfecta o defectuosa sino que a través de su conducta, incluso a veces altamente negativa, simplemente piden amor. ¿Y a quién le piden amor? Justamente se te está pidiendo a ti, para completar tu propia curación mental. Puedes entender que lo que estás viviendo precisamente ahora, te exige un amor que en verdad es sólo para ti. Cuando algún aspecto de otro te pone incómodo, es allí el momento de tu propia auto-curación. El ego jamás pensaría de esta manera, dejaría el defecto afuera, en el otro, y lo haría real sufriéndolo. Se quejaría de la persona y buscaría justificativos para evitar el sentimiento de culpa que lo atormenta.

La mente que libera, suelta o perdona su propia percepción errónea, se experimenta siempre unida a los demás por contemplarlos en una igualdad absoluta inherente. Esa mente bendita cuando mira, sana con la mirada, porque no ve enfermedad ni escasez en nadie, esa creencia ya la sanó en su mente.

Si me creo diferente de los demás, superior o inferior, si creo que cuando hablo enseño a otros, o corrijo a otros, si deseo lo que otro posee, si no soy feliz con la felicidad y prosperidad ajenas, si me creo un individuo en medio de tantos otros y si veo enfermedad en los demás, mi mente es únicamente testigo de aquello que temo. Y como la visión es unificada, dentro de la misma mirada jamás experimentaré una solución. La visión no tiene una salida a menos que se decida pensar diferente acerca de todo. Aquí está el secreto directo: “Deja de intentar cambiar las cosas, piensa diferente”.

Por ejemplo, cuando experimentamos que la gente no cambia a nuestro alrededor, los vemos débiles o incapaces, y nos volvemos intolerantes por ello, no estamos confiando ni agradeciendo su presencia. Al decir gracias a alguien y mirarlo a los ojos, le estamos dando la fuerza que necesita para su propia transformación.

Cuando alguien te incomoda, prueba agradecerle por algo y libera en el amor que te sustenta todo remanente interior. Tu mirada será el mejor doctor.

Mira a todo el mundo con alegría, porque cuando quieres para los demás lo mismo que quieres para ti, tus ojos hablarán de amor aunque no se escuche tu voz.

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