Sociedad

Entrevista

“Cuando se vive en el exilio uno tiene que superar el miedo”

Gioconda Belli, escritora nicaragüense autora de “La mujer habitada” invierte el camino que más transitó en sus poesías y novelas, donde suele construir personajes femeninos, fuertes y revolucionarios


Un noble francés que finge su propia muerte, acusado de asesinar a su esposa en el siglo XIX, configura el universo de la nueva novela histórica de Gioconda Belli, “Las fiebres de la memoria”, donde la escritora nicaragüense encarna por primera vez a un protagonista masculino que debe renunciar a los privilegios de clase para reinventarse muy lejos de su hogar.

En su nuevo libro (Seix Barral), la autora de “La mujer habitada” invierte el camino que más transitó en sus poesías y novelas, donde suele construir personajes femeninos, fuertes y revolucionarios.

Ya no son aquí las que gobiernan en “El país de las mujeres”, sino que aborda la perspectiva de un varón: Charles Choiseul de Praslin, noble de la corte de Luis Felipe I de Orleans, que además fue tatarabuelo de Belli.

“Uno de los problemas a los que nos enfrentamos las escritoras es que nos critican porque, supuestamente, escribimos literatura femenina o ‘light’ porque hay un menosprecio social al mundo privado de la mujer. Sobre esta novela, varias editoriales me han dicho que «no es giocondana» y tienen miedo de qué va a ocurrir”, se ríe Belli en entrevista con Télam de visita en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

El personaje de “Las fiebres de la memoria” tiene mucho de parecido con su autora. Por ejemplo, ambos conocen el exilio: Gioconda Belli como militante revolucionaria contra la dictadura de Anastasio Somoza; Praslin como fugitivo de un crimen de género que lo lleva hasta Matagalpa, Nicaragua; los dos son víctimas del miedo cuando se está escapando y son forzados a construir una identidad distinta, lejos del lugar de origen.

—T: ¿Cómo fue la experiencia de escribir desde una voz masculina?

—Gioconda Belli: No pensé que iba a escribir desde la perspectiva del hombre, fue algo que me vino cuando estaba buscando el tono, empecé a oír su voz, lo intenté y no me fue tan difícil porque siempre digo que las mujeres somos expertas en los hombres: los hemos estudiado, sufrido, amado. Al principio me preocupó, me daba algo de miedo, me preguntaba qué van a pensar de mí que siempre hablo de las mujeres. ¿Pero si iba hablar de ellas, desde otro lugar y menos tolerante? Las mujeres también cargamos con el machismo y cuando escribía la novela estaba experimentando la presencia de una figura muy negativa para Nicaragua, la esposa de Daniel Ortega, que tiene un rol muy manipulador y falto de compasión.

—T: El personaje de Charles de Praslin no parece responder al estereotipo de masculinidad de esa época ¿Fue realmente así?

—G.B.: En la investigación que hice ésa era una de las características interesantes: se trataba de un hombre doméstico. Le gustaba el jardín, la casa, contrataba al personal de la casa y las institutrices y tenía una relación muy cercana con sus hijos, a diferencia de la madre.

—T: Hizo un gran trabajo de investigación ¿qué le interesa de la novela histórica?

—G.B.: A mí me encantan las novelas donde se aprenden cosas: esta novela fue una investigación muy detallada de todo un período histórico, prácticamente todas las cosas que se mencionan en términos históricos son ciertas. Cuando escribo novela, la investigación es uno de los aspectos más fascinantes. Y luego de todo ese trabajo, incorporar la imaginación.

—T: La novela aborda también el desarraigo desde la perspectiva de clase: el noble francés que tras un escándalo y para sobrevivir deja atrás sus privilegios.

—G.B.: Conozco la experiencia de clase, muy diferente porque yo no era duquesa ni noble, pero cuando decido entrar a la revolución también, como el personaje, tengo que pasar por un proceso de desclasarme, de renunciar voluntariamente a los privilegios de una clase y empatizar con la clase oprimida para la revolución. Y como Praslin también viví con nombres supuestos, también tuve que vivir fingiendo ser otra persona.

—T: El protagonista tiene miedo de ser descubierto. ¿Cuánto hay de su experiencia en esa sensación?

—G.B.: El exilio es una experiencia de superar el miedo todos los días porque estás en una situación nueva. Cuando me fui al exilio tenía 25 años, dos hijas a las que tuve que dejar con mis padres y pasé siete meses sin ellas. Fue una tortura. Llegué a un país desconocido pero me salvó mi vinculación política y el Frente Sandinista de Liberación Nacional fue como mi nueva familia. Pero sí pasé mucha soledad, angustia, no tenía cómo ganarme la vida.

—T: Es muy crítica del gobierno de Ortega, ¿El miedo, como a sus 25, sigue operando, lo siente?

—G.B.: Sí, un poco, siento miedo pero hay que vencerlo. No me quiero ir de Nicaragua, espero no tenerme que ir, pero es peligroso. Es un gobierno arbitrario que hace cosas que jamás te imaginarías.

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