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“Cuando se pudo evacuar a todos nos cayó la ficha del desastre”

Por Santiago Baraldi.- El jefe de Bomberos Voluntarios repasa los primeros minutos de la tragedia hasta el final. La frustración: “No sacar a nadie vivo”. Luciano Salazar estuvo junto a sus 56 hombres y mujeres trabajando sobre los restos de los edificios de Salta al 2100.


“La primera imagen me impactó muchísimo, parecía lo que vemos en la tele, de las catástrofes que pasan en otros lados. Y la otra imagen es la de los aplausos de la gente al final, no sólo el agradecimiento, sino las amistades que se generaron trabajando esos cinco días, como si nos conociéramos de toda la vida. El trabajo en equipo; cómo, sin conocernos, con un mismo objetivo, parecía que nos conocíamos de toda la vida”. Así eligió contestar  el jefe del Cuerpo Activo de los Bomberos Voluntarios de Rosario, Luciano Salazar, el pedido de trazar algo así como un balance de lo actuado junto a sus 56 hombres y mujeres en la tragedia de calle Salta 2141.

Oriundo de la localidad bonaerense de Arribeños, Salazar llegó a Rosario a estudiar la carrera de paramédico, y hace siete que se sumó a la dotación de calle Rioja 2860, de la que está a cargo. Sobre la mesa de su oficina están desparramados dibujos y cartas que chicos de distintas escuelas y jardines de la ciudad fueron pegando en las paredes del lugar a manera de aliento: “Cuando salíamos y nos encontrábamos con esas muestras de cariño nos partía al medio, pero eran las pilas para poder seguir”, dice.

“Hubo un día, en medio de los escombros, que una compañera trajo una cajita; adentro había un montón de bollitos de papel. Ella fue pasando y cada bombero o rescatista sacaba uno. El mío todavía lo tengo, con letra de niño decía: «Salvalo, por favor». Lo guardé en el bolsillo y era una inyección para seguir y seguir sacando escombros. Fue un momento muy fuerte para todos. Siento que quedé en deuda con ese niño, pero que sepa que pusimos todo lo mejor. Queda esa sensación de que alguien con vida podríamos haber salvado, que hicimos lo imposible y que nos quedó esa frustración”, completa.

Bomberos Voluntarios cuenta con dos vehículos hidrantes –uno con una capacidad de 4.000 litros de agua y el otro con 3.600– y una ambulancia americana adaptada como unidad de rescate, que fue donada por el Hospital Provincial. Los vehículos cuentan con el equipamiento básico, como tubos de respiración autónoma, tijera hidráulica para cortar vehículos en accidentes, líneas de mangueras nuevas, herramientas livianas. No cuentan con escaleras: “La que tenemos es del año 54, una reliquia”, admite. “Y necesitamos equipamientos para la gente que trabaja en situaciones complejas, como el Brec”, completa y traduce: “Búsqueda y Rescate en Estructuras Colapsadas”.

Salazar hace un reconocimiento a la cantidad de llamados de apoyo que tuvieron en la semana de gente que quiere colaborar y preguntan de qué manera: “Los recursos con que contamos es un subsidio mensual de la Municipalidad de 10 mil pesos, de la provincia de 30 mil pesos y a nivel nacional, un subsidio anual de 50 mil pesos; después tenemos socios y empresas que aportan. Nosotros tenemos como política la idea que el aporte no necesariamente tiene que ser en dinero. Al que quiere ayudar le decimos por ejemplo: necesitamos 10 pares de botas y nuestros proveedores son Fulano y Mengano, la persona hace el depósito y a nosotros nos mandan las botas; o necesitamos dos motosierras, la personas puede ir a Arroyito Maquinarias y comprarlas; la persona ve a dónde va su aporte, luego se le entrega un recibo. Hace tiempo estamos en tratativas de un elevador con una canasta en la que se puede colocar una camilla: tiene un sistema para tirar agua preparado para bomberos, mucho más versátil que una escalera, valuada en 400 mil dólares, y usada”, aclara.

La mañana del 6 de agosto, Salazar estaba cumpliendo con su tarea privada, trasladar en su vehículo a chicos discapacitados. El primer llamado que ingresa a Bomberos Voluntarios lo realizó personal de Urgencias 351111. “Nos dicen que había explotado una caldera en La Gallega, cuando me avisan a mí, prendí la radio y ya estaba saliendo al aire un móvil desde el lugar. Zapadores llegó por Salta y nosotros por el estacionamiento de La Gallega”, narra los primeros minutos. Y señala: “No se puede hablar si el operativo fue exitoso o no, porque si se analiza del minuto cero de la explosión, se evacuó y rescató a un montón de personas. Había mucha gente desesperada, muchos heridos. Lo que pasaba atrás no se veía tanto como lo que pasaba en el frente, por calle Salta. Entramos por el estacionamiento de La Gallega y no advertimos que había implosionado la torre del medio. El paredón del supermercado no nos permitía ver la magnitud que la onda expansiva había provocado; cuando se pudo evacuar a todas las personas y accedimos a esa cantidad de escombros, nos cayó la ficha del desastre”, describe.

El jefe de los Voluntarios destacó que de manera inmediata se armó el comando de incidentes, donde las cabezas responsables de cada área se reunieron y se diagramó el protocolo a seguir.

“Dada la magnitud, fue sorprendente la respuesta que hubo. Al comienzo hay caos generalizado –lógico, producto del shock– y la clave es organizarse rápido. Uno de los errores comunes es que llegan todos juntos por un mismo lugar y queda un embotellamiento en el que después se hace difícil salir. Hay que establecer si era prioritario que llegue agua o equipamiento”, explica el jefe de Bomberos.

“Y después la segunda etapa, el trabajo más largo que fue la remoción y búsqueda. Pasado el mediodía llegó el grupo de la Policía Federal y zapadores más experimentados, con gente que estuvo en Haití, por ejemplo, aportando experiencia y se hizo un trabajo conjunto sin precedentes en la ciudad”, relata Salazar.

Con todo la ciudad no volverá  a ser la misma tras la catástrofe y los Bomberos Voluntarios (ver aparte) tampoco. “Este hecho marca un antes y un después para nuestra institución y para cada uno de nosotros. Es un duelo para todos, a las 21 víctimas las sentimos nuestras, fueron nuestra familia esa semana, nos quedó esa amarga sensación de no haber podido llegar a rescatar a alguien con vida, por eso sentimos que estamos de duelo”, concluye Salazar.

Quién quiere ser bombero

Que la catástrofe significó un quiebre –fuera del dolor de las víctimas y sus familias– para la sociedad rosarina no quedaron dudas. Y uno de sus efectos lo sintieron los Voluntarios: esta semana recibieron decenas de llamados de personas que consultaron cómo hay que hacer para ser bombero. Para Salazar es “lo positivo que dejó esta desgracia”, y no puede dejar de advertir que no es simple: “Muchos se entusiasman, pero después se dan cuenta de que no es para cualquiera. Este año hubo 150 inscriptos y solo quedaron 17 haciendo la instrucción”, recuerda.

De igual modo, la respuesta a las consultas es que cada año, entre los meses de marzo y noviembre, se realiza el curso. “Se hacen dos reuniones previas, y cuando le contamos realmente lo que hacemos… Acá, cuando suena el teléfono no es para ir a una fiesta, llaman porque con algo feo nos vamos a encontrar y no todo el mundo está preparado para soportarlo”, disuade el jefe de Bomberos Voluntarios.

“Además, tenemos un régimen disciplinario estricto y vertical –subraya–. Por la sencilla razón que nosotros asistimos a emergencias, y en esos lugares no hay debates: si generamos caos, reina el caos; si las órdenes bajan claras y una sola, se resuelve más rápido. Hay gente que ha venido a los cursos y no le gusta que le digan lo que tiene que hacer, no le gusta que la manden. Pero esto debe ser así”.

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