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Cuando la basura chatarra se vuelve una obra de arte

El artista español Daniel Canogar recupera desechos electrónicos y los transforma en nuevos objetos.

El artista español Daniel Canogar realiza instalaciones en base a basura electrónica e intenta rescatar el latido de vida que alguna vez tuvieron esos materiales obsoletos, logrando obras magnéticas, lumínicas y fascinantes a la vista del espectador, reunidas en la muestra “Latidos” que se expone en el Espacio Fundación Telefónica, en Capital Federal.

Cables de teléfonos, pantallas de viejos televisores, cintas de video, DVDs y bobinas de celuloides de 35 milímetros son algunos de los materiales desaparecidos o en extinción que el artista rescata de basureros y centros de reciclaje con el fin de “crear la memoria de la información que se ha proyectado en esos objetos”, explica este madrileño, de visita en el país, durante una recorrida para la prensa.

Estas instalaciones buscan reanimar lo inanimado y exploran la corta vida de las tecnologías que desechamos con el fin de reavivar la memoria colectiva que contienen para construir un retrato de una sociedad y una época.

“Siempre me ha parecido que estos materiales tecnológicos que han muerto tienen vida propia”, señala Canogar, de 48 años, quien combina tono poético e informativo, mientras desarrolla el argumento de sus trabajos, instalaciones que sobresalen en la penumbra de la sala, logrando un fuerte atractivo visual.

“Scanner”, la instalación que abre el recorrido de la muestra, presenta un inmenso cableado eléctrico, telefónico, de computadoras y de múltiples colores, enredados, que cuelgan del techo de la sala sobre los que se proyectan finas líneas de luz “que aparentan una transmisión energética de la información, los datos y las voces que alguna vez viajaron por este cableado”.

Se trata de “recuperar el eco, la memoria de este material, utilizado aquí en la ciudad de Buenos Aires y que ha sido desechado”, cuenta el artista cuya obra se expuso en galerías y centros de arte de Madrid, Lisboa, Ginebra, Berlín, Milán, Nueva York, Barcelona, Caracas, Ohio, Austria, Dusseldorf, Estambul y Pittsburgh.

Además, la obra “hace alusión al cerebro, a lo neuronal, a las transmisiones informáticas que tenemos dentro de nuestras cabezas, y cómo ese cableado se ha extendido también por internet, esa red, especie de cerebro global que se expande por todo el planeta”, resume.

Una obra parecida pero en escala menor es la instalación “Pneumas”, pequeños “nuditos” de cables que ya no sirven colocados en distintas cajas negras dentro de la pared, sobre los que se proyecta una animación de luz creando el efecto de transmisión de datos, cuyo título alude a un término griego que significa el aliento de vida.

“Tengo empatía con las tecnologías, me sobre identifico con ellas, a veces demasiado, y he querido darles esa especie de aliento de vida. Además, esta suerte de altarcillos tiene algo pseudo-religioso. En muchos sentidos la tecnología se ha convertido en una especie de nueva religión para el ser humano, esa devoción por las máquinas”, reflexiona Canogar.

Aparatos viejos

Viejas pantallas de televisión (exactamente las máscaras que van detrás del vidrio) forman la obra “Frecuencia”, una especie de patchwork enorme que cuelga en el aire y en donde se reflejan distintas proyecciones en blanco y negro en las que nuevamente intenta “crear la memoria de toda información que se ha procesado sobre estas pantallas”.

“Con la digitalización del sistema televisivo se están tirando en todo el planeta montañas y montañas de antiguas televisores que ya no pueden sintonizar, han perdido sus señales, ya no están conectadas, en sentido metafórico”, se explaya el autor que también busca que la obra “despierte una memoria física en el espectador”.

“Esta obra me recuerda a tantas noches acomodado en mi salón, viendo la televisión, quedándome dormido, despertándome cuando ya la programación había acabado e incluso de pequeño, con mis hermanos, teníamos una televisión medio rota que solamente funcionaba cuando alguien la tocaba, entonces teníamos que turnarnos parados al lado del aparato para que cada uno pueda ver”, dice.

Una de las piezas más atractivas del recorrido, “Spin” reúne 100 DVD colocados sobre una pared, inclinados en distintas direcciones, sobre los cuales se proyectan fragmentos de las películas que contienen, que a su vez –el DVD funciona como espejo– se reflejan de modo desordenado en la pared opuesta, creando un efecto de mar luminoso, movedizo y sonoro.

“Pensamos que el DVD era la tecnología que iba a permanecer pero también está destinada a desaparecer, por la transmisión de archivos y películas por internet así que en muy poco tiempo esta obra será pura arqueología”, asegura el artista español.

El VHS

Cinta de VHS que ha sido sacada de su cassette y extendida por la sala para formar un enrejado de líneas entrecruzadas conforma la obra “Tracks”, sobre la que se proyecta una animación abstracta con tal precisión que parece estar intentando descifrar la información contenida en la cinta.

“Es muy importante este detalle, el roce del proyector de luz, que es electrónico, con la cinta magnética que es analógica, ese roce de lo analógico con lo digital soy yo, esa es mi generación”, recalca el artista.

“Somos parte de una generación que empezó trabajando con tecnología analógica y a mitad de camino vino la onda electrónica y tuvimos que reinventarnos”, dice.

Sobre metros y metros de tiras de antiguo celuloide cinematográfico de 35 milímetros colocadas sobre rodillos que dan la sensación de girar, se proyectan escenas de diversas películas en una instalación (“Flicker”) que intenta simular el movimiento de celuloide, de algo que ya no se mueve.

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