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Esto que nos ocurrió

Cuando estalló el Bogotazo

Hace 68 años el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán marcó una bisagra en la historia de Colombia.


“Yo no soy un hombre, soy un pueblo”. La frase es del caudillo liberal colombiano Jorge Eliécer Gaitán, de cuyo asesinato, que desató la revuelta popular conocida como Bogotazo y marcó una bisagra en la historia de Colombia, se cumplen hoy 68 años.

Abogado carismático de ideario socialista y magistral oratoria, Gaitán fue alcalde de Bogotá, ministro de Educación, congresista y al momento de ser asesinado era el candidato del Partido Liberal a la presidencia de Colombia. Representante del ala izquierda del Partido Liberal se había consagrado líder de esa fuerza política poco tiempo antes, luego de que los liberales dejaran la sociedad con el gobernante Partido Conservador del entonces presidente Mariano Ospina Pérez.

Gaitán lideraba la oposición al gobierno de Ospina Pérez (1946-1950), mostrando su radicalismo liberal contra la corrupción y los fraudes electorales. Por entonces, era el político más querido entre los obreros y los campesinos y tenía grandes probabilidades de ser elegido presidente de Colombia en los comicios que debían celebrarse en 1950 debido al gran apoyo popular que tenía, en particular de las clases media y baja.

Pero el viernes 9 de abril de 1948, a la una y cinco de la tarde, tres disparos acabaron con su vida cuando salía de sus oficinas del cuarto piso de un edificio céntrico de la capital colombiana para ir a almorzar con cuatro amigos. Gaitán, de 45 años, cayó mortalmente herido en la puerta del edificio Agustín Nieto, en la intersección de la calle Carrera Séptima con la avenida Jiménez. Los testigos del crimen se lanzaron en el acto contra el agresor, un joven esmirriado, vestido pobremente y con barba, al grito de “¡mataron a Gaitán, atrapen al asesino!”, mientras el líder liberal era trasladado a una clínica, donde murió horas después.

De inmediato, se produjo un fenomenal alzamiento popular en la capital colombiana, que pasó a la historia como Bogotazo y dejó centenares de muertos, heridos y una ciudad en llamas.

El supuesto asesino, un joven albañil identificado como Juan Roa Sierra, fue linchado por la gente. Su cuerpo destrozado fue arrastrado por la turba durante diez cuadras hasta el palacio presidencial, que intentó ser copado por los enfurecidos gaitanistas que gritaban: “¡Abajo el gobierno! ¡Mueran los conservadores asesinos!”. Pero la guardia de honor del palacio presidencial repelió el avance a sangre y fuego y disparó a mansalva contra los manifestantes que, enardecidos, querían tomar el edificio.

Minutos después del asesinato de Gaitán, las radios comenzaron a emitir la noticia que se propagó por todas partes como reguero de pólvora. “¡Han matado a nuestro jefe Gaitán!”, gritaban los diarieros y los lustrabotas, quienes no encontraban consuelo.

La multitud en las calles fue creciendo en cuestión de minutos hasta levantarse una inmensa masa humana cuyo único objetivo inicial fue linchar al presidente Ospina Pérez. A medida que avanzaba, la muchedumbre fue recolectando cualquier herramienta que le sirviera de arma irrumpiendo en los almacenes, en las ferreterías y hasta en las comisarías, cuyos oficiales no sólo no dispararon a la gente sino que entregaron armas a los civiles para apoyar lo que consideraron era una revolución. Las turbas asaltaron varias sedes gubernamentales y de la Iglesia católica (aliada del gobierno). La sede del diario conservador El Siglo fue destruida. En cuestión de horas se multiplicaron los incendios y los saqueos. En las calles se repetían las escenas de tranvías volcados, vidrieras rotas y autos incendiados.

El Bogotazo fue presenciado por líderes del continente que por esos días participaban en la capital colombiana de la IX Conferencia Panamericana que dio origen a la Organización de Estados Americanos (OEA). Entre ellos, estaba el general estadounidense George Marshall, el ideólogo del plan de reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

Además, un joven estudiante que presidía la delegación cubana del Congreso Universitario Latinoamericano, que también se celebraba en Bogotá, había quedado deslumbrado con Gaitán durante una entrevista y se sumó a la revuelta. Era Fidel Castro Ruz.

Aquel día, desaparecido el hombre que concitaba sus esperanzas y a la vez el único que podía contenerlos, los estratos más oscuros y olvidados de la sociedad colombiana se sublevaron anárquicamente contra un orden social corroído por graves tensiones, por la desigualdad y la violencia. Era el desquite por las humillaciones ancestrales de un pueblo, por el asesinato de sus líderes, por el aplastamiento brutal de sus reclamos, por el fraude, el engaño y el miedo.

“Si avanzo, seguidme. Si me detengo, empujadme. Si os traiciono, matadme. Si muero, vengadme”, había dicho Gaitán, años antes, a sus seguidores. También fue él quien acuñó la famosa frase: “El pueblo unido jamás será vencido”.

Pero la revolución fracasó, en parte porque la mayoría de sus protagonistas se ensañaron con los saqueos y terminaron emborrachándose, y en parte porque los jefes del Partido Liberal negociaron con Ospina Pérez un gobierno de unidad.

En tanto, a Gaitán ni siquiera se le pudo hacer un funeral adecuado, ya que la situación de caos del orden público obligó a sus familiares a sepultarlo en su propia casa, en la actualidad conocida como Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán, donde siguen reposando sus restos.

Posteriormente, los enfrentamientos bipartidistas se extendieron a otras regiones durante la época conocida como La Violencia (1948-1960). Es que las heridas abiertas por la muerte de Gaitán jamás cerraron y la violencia protagonizada por sectores armados de conservadores y liberales se trasladó luego a movimientos campesinos cercanos ideológicamente al Partido Liberal. Fue porque, después del Bogotazo, se desató en toda Colombia una ola de represión y de violencia política, dentro de la cual muchos campesinos liberales y de izquierda crearon milicias armadas para protegerse de las acciones de los elementos conservadores más violentos dentro de la clase de los terratenientes y las filas del ejército.

Luego, las ideas comunistas prendieron en estas organizaciones y en la década de 1960 aparecieron grupos guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que plantearon una abierta confrontación con el Estado colombiano. Una lucha que se cobró un alto precio en vidas humanas y que se prolonga hasta nuestros días.

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