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Con Papa argentino, el Vía Crucis de Ignacio explotó de fieles

Por Paola Cándido.- Una marea acompañó al sacerdote en barrio Rucci: para la Policía hubo unas 260 mil personas; para colaboradores, muchas más. Todos tienen su lugar bajo la figura convocante de Ignacio


cristo

Como ya es un clásico, pero acaso más que otros años por la asunción de Francisco, el papa argentino y primer latinoamericano en ascender al trono de Pedro, el Vía Crucis del sacerdote Ignacio Periés, en barrio Rucci, en el noroeste de la ciudad, fue multitudinario. “Hay una motivación muy grande por el Papa argentino, que se suma a la convocatoria que tiene el padre Ignacio, que es extraordinaria. Venimos a servir incondicionalmente”, sintetizó, aunque no podía hacer “declaraciones oficiales”, uno de los coordinadores de la parroquia Natividad del Señor.

Legiones de fieles con bancos para sentarse a cuestas o con bidones de agua de canilla –con la esperanza de que tras las 14 estaciones la mano del padre Ignacio la hubiera transformado en agua bendita– marchaban en una marea humana indetenible. Otros, contados por cientos, llevaban afiches y estampitas de Francisco.

La presencia del flamante Papa argentino se abrió paso en forma contundente. Muchos feligreses, como acostumbran cuando van a ver al padre Ignacio, llevaban fotos de familiares enfermos o aun sanados, en “milagros” que adjudican a la mano del célebre Ignacio.

No se trataba de una competencia: miles de banderas vaticanas, blancas y amarillas, eran portadas por quienes iban a pedir por una cura o agradecer por una salud repuesta, y otras tantas, pero de color celeste y blanco, acompañaban la buena nueva para los fieles católicos que significa la llegada de Francisco.

La evaluación policial hablaba de entre 250.000 y 260.000 personas, con gran presencia, como es usual de fieles que residen en localidades cercanas a Rosario. Pero también había –y muchos– que habían llegado de mucho más lejos, incluso una mujer de unos 50 años, que había viajado desde Paraguay para agradecer por la buena salud de su familia y por sus hijos. Desde hace una década, Nancy no se permite faltar al Vía Crucis de Ignacio.

También resaltaban entre los que marchaban siguiendo la recreación del martirio de Jesús, padres que llevaban en cochecitos a sus hijos, nacidos entre un Vía Crucis y otro. Y también chicos pequeños en los que la curiosidad se imponía al cansancio del lento caminar de los fieles.

Aunque el calor humano hubiera terminado imponiéndose, lo cierto es que a la convocatoria de Ignacio también el clima la acompañó: un cielo con pocas o ninguna nube se sumó a una temperatura hasta cálida, mucho más que otras Pascuas, incluida la pasada.

Con tiempo a favor, el imponente Vía Crucis del padre Ignacio también bendijo a los vendedores. Consultados por este diario, algunos arriesgaron que había “el doble” de personas que en 2012. Lo que sí se mantuvo es una proporción inalterable: la mitad tiene algo que pedir, la otra mitad, algo que agradecer.

Kevin, de 15 años, llegó de Chabás. Por segunda vez vino a pedir por su propia salud: a los 5 años de vida le diagnosticaron “un virus” que hace que se le caiga el pelo. Junto a su mamá adoptiva, María, y su hermana, Valeria, enfoca sus esperanzas en Ignacio. Cuenta que cuando había comenzado jardín de infantes sufrió un cuadro febril “muy fuerte” y los médicos que lo atendieron “se pasaron” con los medicamentos. Desde entonces su cabeza está surcada por franjas sin pelo que entre todas ocupan la mayor parte de la superficie. Su pedido incluye otro que conmueve: que los compañeros de colegio “no se rían más” de él. Y no se agota allí su sufrimiento: su madre biológica murió de cáncer.

Gloria y Nadia son madre e hija. Son de Rosario y forman parte de la multitud que fue a agradecer. Hace 10 años que hacen el Vía Crucis en barrio Rucci, aunque esta vez Nadia tuvo también algo que pedir: hace unos meses se quedó sin empleo.

Estela llegó desde Fighiera y también hace una década que viene al Vía Crucis. Ella elige hablar del Papa: “Es una buena noticia lo de Francisco para los argentinos y para el mundo. Pero a Ignacio tiene qué agradecerle: dice que sufrió una “grave” enfermedad, pidió por su salud al sacerdote, y se curó.

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