Edición Impresa

Sociedad

¿Cómo transitamos el tiempo en los actuales tiempos?

Más allá de lo cronológico, la rutina del siglo XXI lleva a medir todo en términos de ganar o perder. Y queda afuera lo esencial.


Dentro de un escenario en el cual se aproxima la finalización del año, lo esperable en general es hacer un resumen de los hechos más trascendentes que acontecieron. No será el caso de las líneas escritas que siguen párrafos abajo. ¿Los sujetos del siglo XXI cómo transitamos el tiempo de un día, una semana, un mes, un año?

En general se tiende a pensar el tiempo transcurrido como un “tiempo cronológico”. Pero el mismo no sólo se circunscribe a los minutos u horas que definen los días, a las semanas que delimitan nuestra rutina, a los años que llevamos en nuestro haber. El tiempo no se limita a un simple calendario. Si lo pensamos como “no cronológico” adquiere un papel fundamental en la vida, y en la historia, más allá de los números que lo definan.

Freud plantea que el valor de las cosas está en la escasez del tiempo, en su transitoriedad. Como ejemplo recurre a la notoriedad de la hermosura de la naturaleza y dice: “En lo que atañe a la hermosura de la naturaleza tras cada destrucción por el invierno, ella vuelve al año siguiente, y ese retorno puede definirse como eterno en proporción al lapso que dura nuestra vida. (…) Si hay una flor que se abre una única noche, no por eso su florescencia nos parece menos esplendente”.

El valor de la transitoriedad es el de la escasez del tiempo. Todo lo bello y perfecto que admiramos (…) “estaría determinado únicamente por su significación para nuestra vida sensitiva; no hace falta que la sobreviva y es, por tanto, independiente de la duración absoluta”.

Para el adulto el tiempo es vivido muchas veces en términos económicos, se gana o se pierde, se es eficiente o eficaz, en un día, en un mes o un año. El tiempo es pensado en términos productivos. Se lo suele transitar a pasos agigantados, con tropiezos y olvidos.

Son escasos los momentos en los que el adulto puede detenerse a valorar lo efímero y fugaz de la vida misma, pero paradójicamente no es ajeno a dicha forma de estar en la vida. El tiempo, tomando el estatuto de objeto, se puede “perder o ganar”. ¿Existe en verdad un tiempo que se pierde? O el tiempo transcurre como un juego, que se recorre, se interrumpe, se detiene, estremece, aburre, se desarma, se renueva. Tiempo que se detiene en aquellos momentos frustrantes de la vida, y que pasa a ser efímero y fugaz en los instantes de plenitud y felicidad.

El tiempo en la infancia

Los niños hasta los cinco años, no tienen aún la noción del tiempo, suelen incluso confundir el ayer con el mañana. A medida que crecen y en conjunto con el aprendizaje del primer ciclo de la escuela primaria, comienzan a comprender el calendario.

Guadalupe, de 8 años, y Sofía, de 7, respondieron que el tiempo es para jugar y divertirse, es para disfrutar. Se lo disfruta jugando, paseando y descansando. Muy diferente a la respuesta que daría un adulto, para quien el tiempo no alcanza nunca, y el disfrutar parece estar olvidado por el agobio de la rutina diaria.

Los niños viven el presente, y existen ejemplos que lo demuestran. Ir de viaje y preguntar cada una hora, o menos, “¿Falta mucho?”. Más tarde sigue el interrogante: “¿Ya llegamos?”. Por tal ardua tarea, el adulto recurre a las infusiones del día, para ayudar al niño a comprender la noción de tiempo. “Llegamos a la hora que tomas la leche”, dicen.

Pero como el niño no sabe a la hora que toma la leche, es probable luego re-pregunte si falta mucho para tomar la leche.

El niño vive el presente, teniendo registro de aquello que le resulto significativo, las experiencias que le produjeron sensaciones y emociones en su vida anímica, sin importar el tiempo en el que ocurrió. Los niños pequeños, menores de cinco años, recuerdan lo bello y también seguramente lo doloroso, sin importar si fue ayer o será mañana.

No se trata de que en la adultez no suceda, sino que el adulto en muchos casos no se detiene a descubrir lo significativo, lo fugaz.

“Quien ha mirado lo presente, ha mirado todas las cosas, las que ocurrieron en el insondable pasado, las que ocurrirán en el porvenir”, decía Marco Aurelio, filósofo romano.

Comentarios