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Cirila, el drama tras el drama

Por Agustín Schcoler.- La mujer, que recibió un escopetazo en la cara en octubre pasado, fue despedida de su trabajo como cocinera y sigue sin resolver sus problemas de salud. Está a la espera de una operación reconstructiva.

Cirila Aguirre es jefa de familia. Madre de dos hijas, una de 11 y otra de 17 años. Tiene una casa, simple, ordenada, con las cosas en su lugar. Como muchas otras. Es una mujer de altura media, carácter fuerte, mirada profunda, se para erguida. Tiene el pelo corto y rasgos marcados por la vida, o más precisamente por cierta gente que se cruzó en la vida. Hasta hace casi 3 meses trabajaba en una empresa de catering. Con el sueldo llegaba a fin de mes, sin demasiados gustos, pero tranquila, como muchos otros.  Pero las cosas suelen complicarse. El 14 de octubre, volviendo de trabajar, cuando mediaban las 21.30, fue interceptada por dos ladrones en moto. Uno de ellos bajó y mientras le pedía su cartera, que estaba escondida debajo de una campera, le disparó un escopetazo que le dio en la parte derecha de la cara. No sólo esto, mientras tironeaba para hacerse con su botín, sacudiéndola en el piso, volvió a gatillar, esta vez sin tanta puntería, por suerte para Cirila. Su sobrina diría luego que “logró esquivar a la muerte”. Más de 50 perdigones le destrozaron parte de la cara, perdió varias piezas dentales. Su patrón, un empresario de la ciudad, decidió no pagarle su sueldo mientras se reponía y le envió un telegrama de despido. Como si fuera poco, sufrió la más cruda de las burocracias. Si bien la atendieron en el Heca, donde realizaron la primera operación, al tener obra social la derivaron para las siguientes al Pami, que es a donde pertenece: un sinfín de trámites que la complicaron aún más. Al día de la fecha, esta sufrida mujer sigue sin resolver los problemas que le provocó esta cadena de delincuentes. Aún tiene la cara lastimada. Con una venda que le ocupa gran parte del cachete derecho, oculta una cicatriz y se le dificulta comer por los perdigones que todavía no le extirparon.

“En este momento no necesito sentirme linda, necesito ganarme la vida, necesito que me operen, necesito poder darle de comer a mis hijas”, cuenta.

El día del asalto, con la cara lastimada, por poner un calificativo, Cirila caminó100 metroshasta su casa y fue socorrida por Antonio, su cuñado, un pelado simpático que aún sigue preocupado por ella. Este tipo de problemas no sólo afectan a Cirila, sino también a su familia, que hoy es quien la protege.

La cartera se la llevaron. Pero Cirila sigue con la pesada carga que le dejó la agresión.

En el Heca, luego del asalto, le hicieron una operación de “toilete”, un nombre simpático que se le da a la intervención que sirvió para limpiar la zona afectada. Demás están los detalles.

Obviamente, con una simple operación no se realizan todas las sanaciones necesarias. Aún queda pendiente una segunda intervención, la parte “estética”, aunque no necesariamente tiene por qué tener que ver con su nombre. Llegada la fecha de la operación, se pospuso, no una, ni dos, sino tres veces. Siempre sumando lapsos de cinco días.

Cuando llevaba un mes de espera, cuando finalmente parecía terminar el periplo, le informaron que, por tener obra social, no la iban a operar.

“Yo no sé por qué me maltrataron de esa manera. No sólo no me operaron, sino que dijeron en varios medios que me habían reconstruido la cara. Que todo había sido un éxito. Son unos mentirosos”, define.

Luego de varias consultas, en la obra social de Pami le dijeron a Cirila que en marzo le van a realizar la última parte del tratamiento.

“No necesito la operación por una cuestión de belleza. No puedo comer. Aún tengo perdigones en la boca, necesito reconstruir mi vida”, confía.

En medio de todo esto, las noticias seguían cayendo. Cirila mantenía a su familia con su sueldo de cocinera en “una empresa de catering llamada For Event”.

“Llevaba dos meses trabajando como cocinera. Estaba en blanco, con todo lo que eso implica. Pero cuando me asaltaron la empresa se desentendió. Me mandaron un telegrama de despido y cambiaron el nombre de la firma. No me pagaron ni la indemnización. Tengo la suerte de que mi familia me respalda, me ayuda a llegar a fin de mes. Y bueno, la vida sigue, lamentablemente”, dice.

Con respecto al robo, los agresores siguen sin ser identificados: “La Policíadetuvo al muchacho que me disparó. Allanaron su casa y encontraron ropa con sangre, pero lo dejaron libre porque, según dicen, no tienen suficientes pruebas. Vive acá cerca de mi casa”.

Los hechos

El 14 de octubre a las 21.30 Cirila fue atacada a metros de su casa de zona sur por dos motociclistas que le dispararon en el rostro para robarle la cartera. Al menos 50 perdigones le perforaron la cara provocándole pérdida de tejido y piezas dentarias en la zona maxilar derecha. Tras someterla a una cirugía de urgencia, los médicos lograron compensarla y estabilizarla. Su rostro quedó desfigurado.

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