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Chile: la política toma la calle

Apenas el 4 por ciento de los chilenos dice sentir respeto por los políticos.

Cambio, cambio, cambio. Es la palabra que se repite en Chile para tratar de etiquetar el momento. Y no es, precisamente, la transformación que a toda hora un visitante puede apreciar en la próspera Santiago, donde el frenesí de las grúas, las plumas gigantescas, las retroexcavadoras y los andamios se hacen eco de la efervescencia de Berlín reconstruyéndose en los 90.

La transformación viene desde adentro, con más fuerza que un ejército de bulldozers amarillos y revuelve a todos los chilenos por igual. “El país cambió, pero la política no: permanece congelada en una fotografía de los 90, donde los señores feudales del Congreso actual son los mismos desde hace dos décadas”, señala Andrés Velasco, precandidato presidencial por la Concertación de centroizquierda para las elecciones de 2013. La percepción que los chilenos tienen de esa clase política, estática, se condice con una encuesta de principios de año. En ella, los futbolistas, con el 44 por ciento, aparecen como los profesionales más respetados. Siguen los actores de la TV con el 39 por ciento y en las últimas categorías están los empresarios, con el 11 por ciento; los líderes sindicales, con el 10 por ciento; los sacerdotes, con el 8 por ciento y, en el furgón de cola, los políticos, con el 4 por ciento.

Luis Larraín apunta a otros cambios. “Hasta los 90, el 60 por ciento pertenecía a la clase baja; hoy es la clase media la que ocupa ese 60 por ciento”, dice el economista, presidente del Instituto Libertad y Desarrollo, el “think tank” que más cuadros políticos y técnicos dio al gobierno de Sebastián Piñera. “En los últimos diez años se duplicó la cantidad de estudiantes universitarios, y en el 70 por ciento de los casos es la primera generación que accede a esos estudios”, prosigue. “Cerca del 40 por ciento de la franja etaria que va de los 18 a los 25 años está hoy en la universidad”, agrega. Para el candidato presidencial del progresismo, Marco Enríquez Ominami, un “adelantado” del cambio de acuerdo con su plataforma política de 2009, son tres tipos de reclamos los que pide la “inmensa mayoría”: derechos de los consumidores (recuerda los abusos en los créditos de la Polar), sustentabilidad (políticas conservacionistas para aplicar, por ejemplo, en las represas de HidroAysén) y justicia en el reparto de bienes y servicios, como es el caso de la educación. “Las mayorías cotidianas no son siempre mayorías electorales”, dice. Y añade que “el desafío es que se conviertan en electorales y la gran pregunta política es si la gente quiere cambiarlo todo o no”, no sin recordar, cauto, que “en España los indignados revolucionaron al mundo, pero ganó Rajoy”.

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