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Cate Blanchett aspira a un tercer Oscar con su actuación en la dramática “Tár”

La actriz australiana interpreta, bajo la dirección de Todd Field, a una ficcional directora de orquesta de fama mundial cuyos conflictos laborales y personales buscan abrir una particular conversación sobre la cultura de la cancelación y las mujeres en roles de poder


Victoria Ojam, Télam

La actriz australiana Cate Blanchett va por el tercer Oscar de su carrera con Tár, drama realizado por Todd Field en el que interpreta a una ficcional directora de orquesta de fama mundial cuyos conflictos laborales y personales buscan abrir una particular conversación sobre la cultura de la cancelación y las mujeres en roles de poder, y que podrá verse en salas nacionales a partir de este jueves.

Con dos estatuillas en su haber, una por su interpretación de reparto en El aviador (2004, de Martin Scorsese) y otra por el papel principal en Blue Jasmine (2013, de Woody Allen), más otras cinco candidaturas cosechadas a lo largo de su trayectoria, Blanchett ya se posicionó como la gran favorita para triunfar en los galardones que la Academia de Hollywood entregará el próximo 12 de marzo tras recibir varios reconocimientos por esta película en la temporada de premios de la industria.

Coronada en los Globos de Oro y los Critics’ Choice Awards y a la espera de repetir en los Bafta del cine británico y los lauros del Sindicato de Actores de Estados Unidos -que prácticamente le garantizarían otra buena noticia en la máxima fiesta del entretenimiento norteamericano-, la actriz es la gran contendiente gracias al excepcional trabajo que despliega en las más de dos horas y media de película, como guía exclusiva de la narrativa escrita también por Field.

En declaraciones a la prensa, el cineasta explicó: “Este guion fue escrito para una artista, Cate Blanchett. Si ella hubiera dicho que no, la película nunca habría visto la luz. Esto no sorprenderá a los cinéfilos, aficionados o no. Después de todo, ella es una maestra suprema”.

“Mientras hacíamos el film, la habilidad sobrehumana de Cate era algo asombroso de contemplar. Ella superó todas las expectativas. El privilegio de colaborar con una artista de este calibre es algo imposible de describir adecuadamente. En todos los sentidos posibles, esta es la película de Cate”, subrayó Field sobre la convocatoria.

Es que la cámara del realizador (en su vuelta a los largometrajes a 16 años de la aclamada Secretos íntimos) se entrega por completo a la destreza de su protagonista, que casi deja en un segundo plano la bien lograda prolijidad estética del film y asume su condición de motor total de la historia. Lo que Blanchett ofrece en Tár es -si hacía falta- lo que termina de sellar su categoría actoral, capaz de dominar matices y emociones con la exageración justa para no caer en el inverosímil.

Justamente, si existía requisito alguno para liderar esta propuesta, quien se puso en la piel de Bob Dylan para I’m Not There (2007) era la elección ideal: en la pantalla, trae a la vida a Lydia Tár, una de las pocas y más célebres directoras de orquesta del mundo, que aunque se encuentra en la cúspide de su trayectoria, pronto verá cómo todo su estatus se desintegra en un contexto contemporáneo marcado por los debates sobre la deconstrucción de género y sexual.

Esquivando los encasillamientos por identificarse como mujer lesbiana en ese selectivo y competitivo universo de la música académica, ella se constituye como una suerte de mito en lo suyo. Determinada y admirada, pero sobre todo sobresaliente en su disciplina, el personaje tiene tanto las características que podrían aplicársele desde el imaginario popular a una contraparte varón como a las que se le adjudican comúnmente al estereotipo de “profesional empoderada” en la actualidad.

Aprendiz del memorable Leonard Bernstein y poseedora de un envidiable currículum, Tár está cerca de presentar un libro autobiográfico y de conducir la grabación en vivo con la Filarmónica de Berlín de una versión de la 5ta. Sinfonía de Gustav Mahler. Sin embargo, sus transgresiones empiezan a conocerse, con las redes sociales al pie del cañón para hacer pública desde su mirada sobre las nuevas generaciones hasta las acusaciones que le pesan por acoso y abuso sexual.

Al respecto, Blanchett comentó que “con mucha frecuencia, las mujeres directoras de orquesta obtienen piezas de cámara, pero no las grandes, y eso la agota: Ella se encuentra tomando decisiones poco acertadas debido al agotamiento que siente ante estos procesos sistémicos. Como mujer, te subís al podio y un cierto porcentaje de tu atención tiene que estimular el hecho político de que estás parada allí, siendo una mujer”.

Por fuera de cualquier posicionamiento, se trata de alguien que se mueve en su metié tal como lo hacen los victimarios de las decenas de ejemplos destapados por el movimiento #MeToo, que puso el foco en las prácticas predatorias de los hombres con puestos jerárquicos en el rubro del entretenimiento estadounidense.

Sin mostrarlo de manera explícita, esos casos y su advenimiento judicial y social ponen en crisis su trabajo, su familia, su prestigio, su marca e incluso su propio vínculo con la música y el arte.

La cancelación, la pregunta por la separación entre artista y obra y la reflexión sobre cómo las relaciones de poder -que “no tienen género”, según consideró en entrevistas a medios internacionales el propio director- y el poder mismo llevan a la corrupción, son los temas que dispara Tár producto de su planteo.

Así, sea por los cuestionamientos que pueden surgir -y ya lo hacen- amén de su indagación sobre el tema que trae a la mesa o por su sobresaliente ejecución como ensayo sobre un personaje, sí consigue generar conversaciones y dejar múltiples opiniones suspendidas a la vez en la audiencia. Es quizás ese halo de opacidad lo que la elevó como una de las más prominentes del año para buena parte de la crítica, y lo que le valió -además de la candidatura para Blanchett- otras cinco candidaturas a los Oscar, a mejor película, dirección, guion original, fotografía y edición.

Y en esa línea, Blanchett redondeó: “Ella se olvidó, se alejó del «¿por qué?», y al tratar de establecer un legado, rompió su conexión con la música. Es alguien con un poderoso crítico interior que inconscientemente se adhiere a la idea de que si sos perfecto, nadie puede hacerte daño. Pero, por supuesto, la perfección es imposible en el arte. El arte está lleno de imperfecciones y zonas grises, y ahí está el problema”.

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