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La historia de tu club

Caova, orgullo azul y negro con identidad de barrio

El Funebrero cuenta con 400 socios que dividen actividades en cinco deportes: básquet, patín, kung fu, judo y ajedrez.


En la ochava sudeste de San Martín a la altura del 4800, todo tiene una identificación inequívoca. El azul y el negro predominan como una suerte de impacto marquetinero, en esa fachada que gira hacia la izquierda y en donde se levanta el Club Atlético Olegario Víctor Andrade. O simplemente Caova, tal como se conoce históricamente a una pujante institución que el 25 de marzo acaba de cumplir 88 años de vida.

Al ingresar por la puerta principal del club, por calle Olegario Víctor Andrade, también todo aparece prolijamente pintado de azul y negro. Mesa de entrada, banners, fotos históricas, vitrinas con trofeos y exhibidor con merchandising del club. Hasta los manteles de las mesas y sillas del bufet combinan con la escenografía general del espacio. Actualmente, Caova cuenta con 400 socios que dividen actividades en cinco deportes: básquet, patín artístico, kung fu, judo y ajedrez. “Es una política del club tener pocas disciplinas pero bien administradas. Y por excelencia, Caova es un club de básquet”, subraya Miguel Dolce, presidente de la institución.

La sentencia del dirigente tiene un firme sustento: Caova viene de consagrarse bicampeón del campeonato de Primera División de la Asociación Rosarina, al barrer a Echesortu en la serie final. En las últimas dos temporadas, tres títulos (dos de primera y un Top 4), más el ascenso a la máxima categoría en 2013. “Las estrellas perpetúan en el tiempo”, asegura el dirigente Hugo Timpanaro.

Caova adquirió otra relevancia cuando colocó el parquet en la cancha de básquet. Una superficie de 365 metros cuadrados de piso flotante de madera, que jerarquizó la estructura basquetbolística del club. Otro orgullo que se suma al tradicional salón de eventos. Historia viviente del barrio y de la institución, con tantísimos acontecimientos sociales, culturales y deportivos albergados en 88 años de vida. Allí mismo donde 150 alumnas de patín artístico dibujan figuras sobre ruedas en el piso de mosaico. “Hay chicas que vienen a patinar de zona norte de la ciudad. El profesor Pablo es uno de los mejores en la enseñanza del patín”, coinciden.

No resultó sencillo propiciar el resurgimiento deportivo e institucional de Caova. “Nos costó cambiar la imagen del club. Antes abría de 18 a 24 horas. Ahora permanece abierto desde las 7 de la mañana. Y tenemos el orgullo de que los chicos vienen desde temprano a tirar al aro”, destaca Dolce.

“Hace 7 años atrás, recuerdo que una vecina me dijo que el club estaba siempre igual. El otro día la volví a cruzar a esa misma vecina y me reconoció estar sorprendida por el cambio de imagen del club. Es muy fuerte la identificación del barrio con Caova”, sostiene Timpanaro, ex jugador de la institución y actual dirigente.

Caova no es ajeno a la tendencia urbanística de crecer y construir hacia arriba, como sucede en casi toda una ciudad con escasez de espacios verdes. “Hemos recibido un subsidio del gobierno provincial para obras”, cuenta el presidente Dolce. Y entre los trabajos proyectados, “queremos colocar un techo de losa y llevar el tinglado de la cancha a un nivel superior”, asegura el principal directivo de Caova.

La mayoría de los chicos que practican distintas disciplinas en Caova provienen de los barrios Las Flores y Las Delicias. “Asumimos en una época en la que no se podía pagar la cuota. Inclusive no había agua en el club. Ahora vamos hacia adelante. A los ponchazos pero vamos”, se jacta Dolce.

La mesa de café está compuesta por los directivos Dolce, Timpanaro y Adrián Buszano. Y también por Hugo Domínguez, ayudante de campo de Néstor Gnass, técnico del primer equipo de básquet.

Obviamente que el club acuna innumerables historias y anécdotas. Entre ellas, el paso de Silvina Luna por el equipo femenino de básquet. Allá por los 90, la reconocida modelo y vedete rosarina integró los equipos infantiles y juveniles de la institución. De hecho, en la Secretaría que el club posee en un entrepiso, aparece un carnet de socia de Silvina enmarcado en un cuadro y colgado en la pared, entre tantos otros recuerdos y fotografías. El alero Hernán Trentini, el pívot Matías Príncipe y el interno Germán Tolosa, también aparecen entre los destacados surgidos del Funebrero, que en su momento, lejos ya en el tiempo, también supo tener una prolífica actividad futbolística.

Sostener una institución sin fines de lucro requiere un esfuerzo diario, a pulmón. Y en ese sentido Dolce, Timpanaro y Buszano reconocieron y agradecieron la colaboración desinteresada de Alicia Skubim ex secretaria con 30 años de trayectoria en el club.

Renació de sus cenizas y no quiere volver atrás. Entre todas las fotos que tapizan las paredes de la institución aparecen algunas de una época triste, de instalaciones lúgubres y en mal estado. Hoy la imagen es otra y Caova disfruta de esta remozada versión.

Dinastía en el básquet

Pasaron quince años para que un equipo se transforme en dinastía en el básquet de Rosario. Mucho tiempo sin que un club pudiera repetir títulos en años consecutivos. Y Caova rompió el molde, armó un plantel, apostó, invirtió, encontró a los encargados de encabezar el proyecto y logró resultados. Las fichas se movieron a la perfección y el Funebrero es hoy por hoy el dueño de la gloria en la ciudad basquetbolera.

Tras sufrir varias temporadas el ostracismo de la C y otras para lograr el ascenso a la máxima categoría, lo consiguió de la mano de Néstor Gnass en 2013 en los playoffs de la B. Lejos de conformarse con el objetivo, dirigencia y entrenadores (Hugo Domínguez es el asistente de Gnass) fueron por más, y se aseguraron al tridente que les brindó más alegrías: el base Gabriel Domínguez, el alero Germán Muñoz y el pivot Pablo Maggi. Bien rodeados, en aquel 2014 (Rojas, Sardo, Ludolini, Nico Domínguez) y en 2015 también (Rojas, Ludolini, Chianea, Leal, Pellicciotti, Gavio, Biset). Algunos apellidos cambiaron y otros se mantuvieron e incluso aparecieron chicos de las inferiores como Gentile o Correa para empezar a nutrir al equipo.

En aquel 2014 la Cenicienta, el recién ascendido, mostró su potencial y se quedó con el Top 4 ante Echesortu a mitad de temporada en lo que fue todo un suceso para la institución. Pero irían por más, la historia estaba apenas empezando y el hambre de gloria era impresionante.

Caova no se detuvo y batalló en el torneo anual para llegar a la cita grande. Allí supo dar vuelta una emotiva final nuevamente ante Eche, en la que caía 2 a 0 y terminó ganando 3 a 2 para desatar el festejo de la fervorosa multitud que suele acompañarlo.

Allí se apostó otra vez. Se había llegado a lo más alto del certamen local y la idea fue ir por más, reforzar con jugadores y entrenadores las divisiones menores y apuntalar a su trío clave para buscar lo que nadie podía lograr, el bicampeonato. Y sin lujos, lejos de la estridencia, pero ganando solidez paso a paso, Caova se metió en otra final, que paradójicamente le puso enfrente por enésima vez a Echesortu. Más allá de que cada juego fue parejo en sí mismo, el 3 a 0 con el que se definió la eliminatoria habla de contundencia en el título del Fune. La historia, la dinastía, sigue abierta, Domínguez y Muñoz se mantienen en el plantel y parece que Maggi se suma pronto. Van por más.

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