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Campamentos sanitarios, por médicos comprometidos

Medicina puso en marcha un innovador programa para evaluar las prácticas finales de la carrera.


Para acreditar la carrera de Medicina, la Nación le exige a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), como a todas sus pares del país, un examen que dé cuenta de la etapa de prácticas finales del cursado. Y ya lo sabe cualquier estudiante: generalmente la tradicional prueba “mide” más su resistencia al estrés durante el tiempo que pasa frente a un terceto de profesores –o su lucidez en ese acotado lapso–, que sus conocimientos o competencia profesional. Ante esta evidencia no siempre reconocida, la casa de estudios local puso en marcha una alternativa, la evaluación “integradora” que se materializa en los llamados Campamentos sanitarios: los futuros profesionales pasan cinco días en una localidad de menos de 10 mil habitantes para desarrollar allí tareas de asistencia médica, investigación epidemiológica, promoción de salud, prevención de enfermedades y capacitación comunitaria. Como corolario, estos jóvenes que están a un paso de recibir el título se reúnen con la propia comunidad con la que convivieron casi una semana, y debaten con ella los informes preliminares surgidos de los relevamientos que realizaron, primero casa por casa y luego en las escuelas. Ya van dos experiencias de este tipo, una en noviembre pasado –con carácter piloto– y otra en marzo último. La próxima comenzará a fines de mayo.

Se trata de un cambio de paradigma que abarca en realidad a toda la etapa final de la carrera, que consiste en las prácticas y ocupa el 30 por ciento en términos de carga horaria: 1.728 horas. “El objetivo es darle al estudiante, en el último momento de su formación de grado, la posibilidad de profundizar los conocimientos técnico-prácticos en servicio pero también la de empezar a poner en discusión la práctica profesional en sí misma, con el objetivo de formar ciudadanos y médicos críticos”, explica Damián Verzeñassi, responsable académico tanto de la Práctica Final de la carrera de Medicina de la UNR como de la materia Salud Socio-ambiental de la Facultad de Ciencias Médicas, además de ejercer como secretario de Extensión Universitaria de la misma.

Hasta hace poco, lamenta Verzeñassi, “la práctica final no tenía definido un proyecto, era como el parche de la carrera: lo que no se hacía en el cursado previo se hacía allí”.

Lo que se propuso entonces fue dotar ese tramo último de un sentido específico. “El programa de práctica final tiene un cursado teórico que está ordenado en función de los principios de la salud pública desde una perspectiva socio-ambiental. Y durante los trabajos prácticos, que ocupan el 93 por ciento del curso, los estudiantes van a centros de salud, salas de emergencia y guardias de hospitales realizando actividad asistencial y de prevención de enfermedades”, reseña Verzeñassi. Y agrega: “Esto nos da la posibilidad, como Facultad, de estimular una formación más integral. No sólo un médico haciendo asistencia en el consultorio o la sala, sino involucrándose con la comunidad”.

La Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau) es un organismo descentralizado que funciona en el ámbito del Ministerio de Educación de la Nación. Entre sus funciones está la de acreditación de carreras de grado reguladas por el Estado, y en ese sentido exige que todas las prácticas finales culminen con una evaluación. “No concibo un examen de egreso, entonces propusimos que el estudiante pase por una evaluación integradora que no sea un par de horas ante un tribunal, sino que sea durante una semana en una comunidad de menos de 10 mil habitantes con escasa o nula presencia sanitaria permanente, o con problemas de salud importantes que requieran la presencia de un fuerte servicio médico. Y que en ese lapso el estudiante desarrolle actividades de asistencia médica, investigación epidemiológica, promoción de salud, prevención de enfermedades y capacitación comunitaria”, cuenta Verzeñassi, quien en julio de 2009 fue designado responsable académico de la práctica final de la carrera.

“La idea es que en el espacio final de la carrera de medicina el estudiante comparta sus saberes con la comunidad no médica. Entonces, en los Campamentos Sanitarios lo que se hace es un relevamiento epidemiológico de la comunidad a la que se concurre. Hacemos una encuesta domiciliaria, casa por casa, con preguntas referidas a qué es lo que la gente siente que padece como enfermedad crónica y aguda, y qué es lo que refiere que han sido las causas de muerte en ese lugar durante los últimos 10 años. Esto permite construir los perfiles de morbi-mortalidad (causas de enfermedades y decesos) sentidos por la población. Y a veces, como nos ha pasado, éstos no coinciden con lo que está registrado”.

Estas actividades son posibles gracias a un convenio entre la Facultad y el Nodo Venado Tuerto del Ministerio de Salud provincial. En diciembre de 2010 se hizo una experiencia piloto en la localidad de Santa Isabel, voluntaria para los alumnos. Y en marzo se concretó la segunda –ya obligatoria– en Murphy.

“En el caso de Murphy cubrimos arriba del 78 por ciento de las viviendas, y en Santa Isabel el 82. Son porcentajes altísimos a la hora de plantear estadísticas”, se jacta Verzeñassi.

El próximo campamento se realizará entre el 30 de mayo y el 3 de junio venideros en María Teresa, y es probable que se agregue otro en San Gregorio.

“Los primeros dos días hacemos el trabajo domiciliario, el tercero y cuarto en las escuelas, y paralelamente vamos analizando los datos. Es emocionante ver a los estudiantes a las tres o cuatro de la mañana tabulando los datos. El último día convocamos a la comunidad para mostrarle los resultados. Así la gente no siente que vamos a preguntarle cosas y después nos vamos con esa información, como tantas veces pasa: quienes hacemos el Campamento sanitario le devolvemos lo que ellos mismos nos dijeron. Y eso ayuda: cuando hicimos esta devolución en Murphy había más de 150 personas en la escuela local, que además de escuchar el informe de los datos participaron de un rico debate acerca de los resultados, números fríos que ni siquiera estaban cruzados estadísticamente. Después nosotros nos tomamos seis meses con los equipos de epidemiología de la Secretaría de Extensión de la Facultad para analizar y cruzar datos socio-ambientales con la encuesta”, explica el mentor y responsable de este nuevo paradigma de evaluación de los futuros médicos.

Sin embargo, la apuesta va más allá de la superación de los históricos exámenes “inquisitoriales”, y apunta a un nuevo perfil de profesional. “Estimular al estudiante a que vuelva a su sociedad, a su pueblo, una vez que se recibe. Porque de lo contrario formamos gente que viene desde las comunidades chicas a estudiar pero después no vuelve a su comuna, con el gran esfuerzo que ésta invierte para que un hijo suyo pueda ir a una gran ciudad a estudiar. No es justo que después se quede en las grandes urbes atrapado en la lógica de perseguir la gran facturación y la especialización permanente”, remata Verzeñassi.

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